Han
transcurrido seis meses más desde que publicara mi artículo
Balance de un año. En él les contaba que llevaba ya todo un año
sin crisis ni dolores de ningún tipo. Pues bien, a ese año hay
que sumarle estos otros seis meses que van desde enero hasta
finales de junio de 2008. ¿Que cómo me va? Pues, fabuloso.
Siguen sin aparecerme dolores ni crisis ni nada que me haga
recordar que sufro de Artritis Reumatoide. Quizás, en vez de
"sufro" debiera decir ya "sufría", pues, cada día que pasa me
convenzo más de que la enfermedad ha desaparecido de mí, tanto
que, aunque todavía la prudencia me impide echar las campanas al
vuelo, casi me atrevo a decir que ya estoy curado, pues año y
medio es mucho tiempo para quien ha estado sufriendo los dolores
de la artritis cada día durante doce años continuados.
Y esto que leen lo escribo porque considero que es mi obligación
ponerles en conocimiento de todo cuanto voy consiguiendo, que es
nada más y nada menos que curarme de una enfermedad para la que
los médicos no encuentran curación, una enfermedad terrible
-como todas las enfermedades- que te llena de dolores y te
inhabilita por completo para llevar una vida normal. Y no sólo
es la enfermedad y sus dolores, sino que también hay que sumarle
la multitud de daños que, como efectos secundarios, te ocasionan
los corticoides, antiinflamatorios, protectores de estómago,
etc., etc., que, como únicos fármacos conocidos para paliar los
efectos de la enfermedad, te recetan los especialistas (los
grandes laboratorios farmacéuticos necesitan ganar dinero, y en
estas enfermedades que no tienen cura tienen un auténtico
chollo). Y puedo asegurarles que, si bien la artritis reumatoide
no mata, estos productos sí terminan por hacerlo a la larga.
¿Milagro? No. Solamente -y como no me canso de repetirles-
resultados de una alimentación adecuada. En todos los artículos
que llevo escrito sobre el tema de Alimentación y Artritis
Reumatoide les expongo todo cuanto en estos años he podido
descubrir sobre los efectos de la alimentación en la aparición y
curso de la enfermedad, y cómo con una alimentación más cuidada
podemos eliminarla de nuestra vida.
El Régimen Ancestral de mi admirado profesor Seignalet recoge
casi todo cuanto necesitamos saber para comenzar a curarnos de
la Artritis (y les recuerdo que no sólo la artritis, sino
también de enfermedades tan frecuentes como la Espondilitis
anquilosante, Psoriasis, Tiroiditis de Hashimoto, Esclerosis
múltiple, Diabetes tipo 2, Enfermedad de Crohn, Fibromialgia,
Alzheimer, Parkinson, y un largo etcétera que comprende el tan
temido cáncer en casi todas sus manifestaciones). Como ya saben,
realmente no hay nada especial en este régimen, se trata tan
sólo de excluir determinados alimentos (como la leche y los
cereales, que la industria y el mercado nos hacen tomar cada
día), comer con más frecuencia otros a los que no les damos la
debida importancia (como las frutas y verduras, y aceites y
otros productos no refinados) y cuidar mucho la forma del
cocinado y las temperaturas que les damos a los alimentos (ya
saben que, cuanto más crudo, mejor).
Especial importancia tienen los aceites (recuerden el caso de la
colza, en 1981, que con sólo la ingesta de un aceite manipulado
mató o dejó con graves enfermedades a miles de personas). No me
cansaré de repetirles que huyan de todo aceite manipulado de
forma industrial. Tanto el de oliva -el mejor sin duda alguna-
como los de girasol, soja u otras semillas, deben ser de primera
presión en frío, o sea, no refinados. Los aceites refinados
-todos- han sido sometidos a procesos químicos para su
extracción y envasado al objeto de darles unas óptimas
condiciones organolépticas (sabor, color, etc.) y obtener el
mayor aprovechamiento posible de los productos bases. En los
aceites de oliva, fíjense bien que sea Aceite Virgen de Oliva
EXTRA (el extra es el único aceite no refinado), y en los de
semillas, denle de lado a todos aquellos que pongan en la
etiqueta Aceite de Tal o Cual REFINADO, por mucho que le añadan
lo de SIN ADITIVOS o NATURAL o cualquier otra frase que les haga
aparentar ser muy buenos y naturales.
Y, vuelvo a insistirles: tan importante como el producto es su
uso. Cuando usemos un aceite para freír (y vuelvo a repetirles
que deberían eliminar los fritos de su dieta), de ninguna manera
debemos someterlos a temperaturas excesivamente altas (cosa que
ocurre en muchas de las freidoras del mercado, capaces de
superar los 225º C.), o sea, freír entre 160 y 180º C. y sólo el
tiempo justo para dorar las patatas, el pescado, las croquetas,
etc. En cuanto a la reutilización del aceite, aunque su buen
estado dependerá del tipo de aceite, temperaturas alcanzadas,
alimentos usados, etc., lo aconsejable es -siempre que las
temperaturas alcanzadas no sean muy altas- no usarlo más allá de
seis veces. Y si un aceite se nos pasa de temperatura y humea
(que indica que se ha quemado), la reacción inmediata debe ser
la de tirarlo y cambiarlo por otro nuevo. Tenga siempre en
cuenta que un aceite que ha sido sometido a la acción del calor
(peor cuanto mayor la temperatura), incluso los de mejor
calidad, genera sustancias muy tóxicas con efectos negativos
impredecibles para la salud humana.
En líneas generales, prefieran el pescado a la carne, los
pescados de mar a los de río o de piscifactorías, la carnes de
animales criados en libertad a los de crianza industrial
(criados con piensos y estabulados sin el menor movimiento), el
jamón y los embutidos curados y secados a cualquier fiambre
cárnica (todas con largos procesos de elaboración y multitud de
aditivos), alimentos crudos o con muy poco tiempo al fuego que
guisos, pucheros y asados con largas exposiciones al calor,
frutas y verduras naturales mejor que las envasadas, zumos
hechos en casa que los ya envasados, etc., etc. No deje de
pensar que los alimentos, cuanto más naturales sean, mejor. Huya
cuanto pueda -y su economía le permita- de todos aquellos que
han sido elaborados industrialmente. Éstos, además de que la
procedencia y calidad de sus componentes puede no ser la que
dicen en sus etiquetas, llevan generalmente multitud de aditivos
como conservantes, colorantes, estabilizantes, potenciadores del
sabor, espesantes y un largo etcétera de productos químicos de
los que, por muy autorizados que estén, por muy legales que
sean, ninguna autoridad sanitaria podrá dar fe de una total
inocuidad cuando son consumidos y mezclados durante años y años.
Hay en la actualidad toda una serie de enfermedades -como la
Artritis Reumatoide- a las que los médicos y la Ciencia no
encuentran ni por qué se originan ni nada para su curación. Yo,
servidor de ustedes, catorce años ya con Artritis Reumatoide,
hace casi dos años que encontré lo que la origina y cómo
curarla. Y usted que me lee también lo sabe. Es todo ésto que
les vengo contando en mis artículos. Léanlos y llévenlos a la
práctica, y, cuando su enfermedad ya no esté, cuando se haya
curado, escríbame para contármelo. Saber que usted también se ha
curado será mi única y mejor recompensa.
* * * * *
Nota:
En La Web de la Artritis Reumatoide, además de
un consultorio on line, dispone de infinidad de
artículos sobre los alimentos, pruebas realizadas sobre estos,
el Régimen Ancestral estudiado y comentado por Alfonso Estudillo
y descripciones de
muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas y autoinmunes en general.