Ya estamos en verano y algunos, quién sabe, también de
vacaciones. Ambas cosas han tardado en llegar más, mucho
más, que en otros años ya casi en el olvido. Todo va tan
deprisa que la memoria apenas puede, o no quiere, esforzarse
en recordar tanto como va sucediendo.
Sí recuerdo que fue en otros tiempos, y con otros gobiernos,
cuando se hicieron los embalses que ahora se colman con las
abundantes lluvias del último invierno y la última primavera
pero fue también bajo el mandato de otros gobiernos, siempre
denostados, cuando se puso en valor aquello de “pan y
circo”.
De nuevo pan y circo nos ofrecen. Ahora es pan y fútbol pero
nos lo entregan por fascículos, de telediario en telediario,
de noticiario en noticiario, de imagen a imagen, y aquello
de que valen más que mil palabras, palabras a miles nos han
lanzado.
Un país patas “parriba” y un puñado de jovencitos más
millonarios que hace un mes.
En un mismo periódico y en un mismo día, aunque en artículos
diferentes, he leído dos cifras muy distintas que eran la
prima que estos chicos iban a embolsarse por correr unos
días por los campos de Viena. Las cifras eran quinientos mil
euros y doscientos cincuenta mil. Qué animalada. No me creo
ninguna de las dos, seguro que, en cualquier caso, es más.
Qué vergüenza.
El país se agota. Se nos acaba el futuro y con su muerte se
muere, también, nuestra fe. Ya nadie sabe como va a pagar
sus deudas, hipotecas, créditos diversos... y la cesta de la
compra, y la luz.
Pero el país se agolpa en La Castellana, vestido de rojo, y
vitorea a veinte muchachos y a otros tantos listillos que
les acompañan. Grita enalteciendo las glorias conseguidas y
en casa espera una sartén sobre el fuego con un puñado de
harina para convertirla en gachas. No hay más en la
despensa, pero hemos ganado la guerra ¿O era la euro-copa?
Últimamente me he movido mucho. Por diversas causas he
tenido que viajar y he visto calles vacías, comercios
desolados, bares y restaurantes con muchas mesas libres.
La gente dice que este año no hará vacaciones, y lo dicen
más que en años anteriores. Pero fíjense, si acaso les ven
en TV, siendo preguntados por la graciosilla periodista de
turno, fíjense porque al decirlo, suelen sonreír. ¿Qué nos
pasa? ¿Hasta ese punto de imbecilidad nos han llevado?
Cornudos y apaleados.
¿Recuerdan el chiste de la hiena? Pues por si acaso no lo
conocen se lo voy a contar. La maestra explicaba a sus
alumnos algo de ciencias naturales y hablando de animales le
tocó el turno a la hiena, y les decía: Es un animal que
recorre larguísimas distancias, que come carroña, que se
aparea una vez al año, su cara es fea y emite un ruido
gutural que es como una risa. Los niños atendían en silencio
y llegado el examen de fin de curso, y preguntados por la
hiena, uno de ellos respondió con rotundidad: “es un animal
que, con las palizas que se pega para recorrer largas
distancia, con la mierda que come, con lo feo que es y con
lo poco que jode -con perdón-, nadie sabe de qué se ríe.
¿Eso nos está pasando a nosotros? ¿De qué reímos?
Y no entro en más detalles porque es verano y el calor me
sienta mal.