La foto de Gladys tenía los tintes de tragedia que tienen las
fotos de primera comunión, con los ojos alzados hacia el Dios,
la diadema del blanco roto de la muerte, del blanco roto de los
féretros de los niños, que son las cajas del dolor infinito y
los porques. Gladys, como buscando con la mirada cándida la
inocencia de los angelitos, tan inofensivos y tan suaves en el
vuelo, Gladys con sus ojos redondos de muñeca antigua y sus
pecas salpicadas en los pómulos rosáceos. Y la madre de Gladys
se aferraba con amor al espanto que ahora suponía la foto,
porque las imágenes adquieren significado en función del tiempo,
y Gladys estaba muerta, asesinada en las tres fases tan comunes
de aquel aledaño del infierno, el rapto, la estrangulación y la
violación. Silvia Fierro había desaparecido la semana anterior
al salir de la maquiladora, y su cadáver fue encontrado dos días
después en la zona desértica conocida como Lomas de Poleo,
violada, estrangulada y acuchillada. Los cuerpos sin vida de
Mariela Flores y Susana Mérida fueron encontrados, el primero en
Lote Bravo, y el segundo en Lomas de Poleo, y estaban entre los
expedientes que estudiaron los especialistas del FBI cuando
llegaron a Ciudad de Juárez en 1999, una vez que el presidente
Zedillo solicitó apoyo a Clinton. Curiosamente estas dos
víctimas tenían un triángulo marcado a cuchillo en la espalda.
En Oriente, el triángulo es un símbolo ultraderechista, afirmó
el oficial Stanmore. Su compañero McGregor le miró con
cansancio, y con la incomprensión de sus cejas arqueadas.
Tomemos una cerveza bien fría, aquí al lado del infierno, le
dijo a Stanmore. El otro le dijo que no había mejor lugar para
saborear una cerveza que el infierno. Y salió otro del coche
diciendo: nos estamos volviendo todos un poco locos, o que
demonios pasa, las cervezas se beben mejor viendo a los Lakers,
capullo, o en un jodido jardín de Miami con un buen asado. El
infierno de uno de los misterios criminales más extraños y
dramáticos de todos los tiempos se llamaba Ciudad de Juárez, un
lugar perdido del mundo en el Estado de Chihuahua, junto a la
frontera de Estados Unidos. Más de trescientas mujeres
brutalmente asesinadas, y estas notas características en los
expedientes:
- Más de la mitad provenían de ambientes de miseria.
- Casi todas eran obreras.
- Casi todas eran flacas, pequeñas, morenas, y tenían el cabello
largo.
- Sin ninguna excepción, todas fueron víctimas de sórdidas
agresiones sexuales.
- Un gran número de ellas ni siquiera pudieron ser
identificadas.
- Todas fueron estranguladas.
Stanmore y McGregor estaban sentados, tomando una Negra Modelo,
en la terraza del Hotel Don Pancho, que era tal como muchos
imaginarán, un tipo muy gordo, con mucha dificultad de
movimientos y mucha observación desde una ancha butaca, don
Pancho, con su botella de Pacífico y sus gafas reposando en la
punta de la nariz, sin asombro por los nuevos asesinatos,
mirando de reojo, tras las gafas y el periódico, a los
oficiales.
- Aquí vivimos con la muerte, amigos...El negocio es de las
funerarias, los machos no respetan a las mujeres, y Dios no
aparece por ninguna parte...Sí, Dios no debe saber que existe
Ciudad de Juárez.
Los oficiales asintieron su comentario y siguieron a lo suyo.
- Stanmore...¿Qué harías si a tu hermana Sara, le pasará lo
mismo que a una de las chicas de las maquiladoras?
- En el arrebato mataría con saña, e iría a pudrirme a la cárcel
a pesar de los atenuantes...Joder, no lo sé McGregor...Qué coño
de preguntas me haces...
Se pusieron a beber mirando al infinito, cada uno en su propia
reflexión. En la otra punta de la ciudad, a la madre de Gladys
ya no le quedaban lágrimas.
Después, los oficiales se reunieron con su jefe, Robert K.
Ressler, al que todos tenían mucha reverencia y en los corrillos
del FBI llamaban Holmes, y se había inventado la expresión
serial killer, y había sido incansable estudioso del perfil de
los asesinos en serie, y asesor especializado en el mundo del
cine, en películas como El silencio de lo corderos. Ressler les
sacó su informe y apuntó en esta dirección. Probablemente hay
dos asesinos en serie, que no serían mexicanos sino chicanos o
españoles de Estados Unidos. Luego hace aparición la
complejidad. Lanzó unas cuestiones al aire. Cadáveres
desfigurados y mutilados, ensañamiento. ¿Rituales satánicos?.
¿Narcotráfico y sádicas orgías?.¿Venta de órganos?.¿Snuff movies?.
No desviamos ninguna línea de investigación. Stanmore, McGregor,
esta misma tarde inician barrido por los antros de magia negra.
Tomen estas direcciones.
Las preguntas se sucedían hasta el infinito sin que ninguna
línea de investigación pudiera dar respuesta. Don Pancho les
había dicho esa misma tarde que los asesinos estaban protegidos
y eso lo sabía todo el Estado de Chihuahua, que la policía
mexicana estaba hasta el cuello de mierda, y como consecuencia
el gobierno. Luego habló de apoyos desde los núcleos duros del
narcotráfico. Algunos cadáveres se habían encontrado cerca de
los ranchos de los traficantes de cocaína, lo cual establecía
los vínculos de los narcos con los asesinos, y a su vez la mafia
de los traficantes estaba relacionada con la policía y los
militares, que a su vez estaban relacionados con el gobierno. Y
nadie va a destapar este asunto güey, zanjó don Pancho. Luego
mencionó un nombre: Alejandro Máynez, criminal y traficante de
drogas y joyas, miembro de una rica familia propietaria de
locales nocturnos. Nadie le importunó ni en una sola ocasión.
Stanmore y McGregor cenaban nachos con guacamole y tacos al
pastor en la terraza del Hotel Don Pancho. Volvían a beber
cerveza Negra Modelo, que era una chela potente y muy buena,
aseguraba el mozo que andaba rondando por las mesas. Stanmore
intimidó con la mirada a McGregor y le dijo que le iba a contar
una historia.
- Cuando era niño me dieron a leer un libro. Se llamaba Entre
los muertos, y narraba la historia de un vampiro que, en un
campo de concentración, iba desangrando uno por uno a sus
compañeros. Sus autores, un tal Dozois y un tal Dann, tuvieron
que vérselas con los editores para que la publicaran en Estados
Unidos, porque nadie creía en lo macabro del argumento. Hablaban
de unas fantasías demasiado sádicas y atroces. Yo leí esa novela
desde la incredulidad, pues así expulsaba los miedos, o los
temores que se me pudieran transmitir, y lo leí pensando que
vivíamos rodeados de normalidad, y lo trasgresor, lo chocante
era la ficción terrorífica. Sin embargo la historia se convierte
en mediocre cuando nos damos cuenta de que vivimos en un mundo
donde el asesinato, la violación y la tortura están a la orden
del día, donde hay complicidad entre policías y criminales,
donde existe el horror de Ciudad de Juárez. La literatura va con
los rumbos del mundo, McGregor.
- Stanmore, tu siempre has leído mucha bazofia...
Marta Saavedra había volado desde Madrid a Ciudad de Juárez, con
algo de miedo, mucho insomnio y el corazón encogido. Había
elegido la tragedia para distraer su drama particular, que tenía
que ver con su reciente divorcio, y se hizo cargo junto a su
amiga Lucía Godoy, de una asociación contra la violencia
machista. Marta miraba severa a Ressler. Acababa de recibir la
noticia de la muerte de Gladys, y su rostro estaba apagado, gris
entre unas cuantas velas y las malditas fotos de la primera
comunión, y las flores, con su dramatismo de muerte, y los
sollozos de las otras chicas, que eran maquiladoras, y lo peor,
eran el perfil de los asesinos. Ressler tomaba coca-cola y
Marta, zumo de mango, en la Cafetería Mambo, al lado de la
asociación.
- Ressler, aquí hay un problema de incompetencia y corrupción de
las autoridades. Y hay evidencias. Abandonan demasiado pronto
las investigaciones. Sin más, a veces ni investigan. En un campo
de algodón fueron encontrados los cadáveres de ocho mujeres, y
tres meses después del descubrimiento alguna gente vio en el
mismo lugar las ropas y los objetos de las víctimas. No cabe más
descaro. Hay estrategias muy extrañas, con evidentes
manipulaciones y expedientes inventados, y detenciones de
inocentes, para tratar de calmar a los ciudadanos. A veces
asesinan a los que se hacen cargo de la defensa de los falsos
culpables. Al abogado Escobedo le mató un comando que admitió
los hechos, pero fue liberado bajo el pretexto de que defendía a
agentes de la policía judicial del Estado de Chihuahua, cuyo
jefe, el comandante Castro Valles tenía muy arraigadas las
detenciones sin mandato judicial y las torturas a inocentes. No
quieren encontrar a los verdaderos culpables. Están a la orden
del día las amenazas de muerte a abogados, jueces y periodistas
para frenar sus investigaciones, que por extrañas circunstancias
no interesan a las autoridades. Ciudad de Juárez tiene muchos
problemas, por un lado el ambiente difícil que trae consigo la
frontera y la migración, el tema de las maquiladoras, todos
estos quebrantos a los derechos humanos, que aquí no existen,
hay mucho sentido patriarcal de la vida y en consecuencia
aparece la violencia machista, mucha desigualdad, y luego la
negligencia de los gobernantes federales. ¿Sabe qué ocurre con
todo este caos de tragedia? El narcotráfico se hace fuerte y
aparecen las influencias con todas sus redes y sus vínculos, y
lo que nos tiene con el alma en vilo es la conexión entre los
criminales y los gobernantes. Aquí tenemos documentos
importantes, y obvio que por ello nuestras vidas están en juego,
pero ya estoy comprometida en las dificultades de transformar el
infierno, y no voy a volver a Madrid. Pero le avanzaré más. Hay
pruebas de que algunos asesinatos se cometieron en mitad de
auténticas bacanales de sexo y sangre, cuyos asesinos están
protegidos por la policía, asesinos de la mayor repulsión de la
especie humana en complicidad con las autoridades, gozando de la
más infame y repugnante impunidad –por un momento los ojos
parecían salirse de las órbitas-, asesinos que vienen del
contrabando, que también comandan a sicarios para el secuestro
de mujeres, mujeres puestas en la escena de los spree murders
–asesinatos por diversión-. Y las autoridades mirando para otro
lado, conscientes de la gravedad, pero sin intenciones de
intervenir.¿Motivos? Las conexiones con los gobernantes. Ressler,
ningún culpable verdadero ha sido detenido, y la muerte forma
parte de la vida, la muerte en su versión más atroz.
Stanmore tomaba una margarita y echaba de menos a su pequeña
Cindy, mirando la foto de Gladys. Le iba a decir a Ressler que
abandonaba. Y la foto de Gladys estaba por todos los lados, y en
sus ojos de muñeca había una respuesta que los gobernantes iban
a omitir.