HOMENAJE A LA FIESTA DEL ULTRA CELEBRADA EN EL ATENEO DE SEVILLA EN 1919

Nueva publicación del Ateneo sevillano en su serie de Homenajes. Esta vez dedicado al movimiento ultraísta. En la introducción, Enrique Barrero González, presidente del Ateneo, se congratula de que este volumen cierre una trilogía; recuerdo para la presencia de Juan Ramón Jiménez en el Ateneo, así como para el animador del mismo José María Izquierdo con la levadura de entusiasmo propiciada por los componentes del Pasillo de los Chiflados, de los que Rogelio Buendía da cuenta en dos sonetos alejandrinos y, por fin, nos adentra en el tema del ultraísmo en Sevilla, narrando pormenores de la presentación del acto -la Fiesta del Ultra- y sus preliminares, así como sus efectos en la vida literaria hispalense de entonces. 

En la raíz de este movimiento se encuentra Rafael Cansinos-Asséns, sevillano, emigrado luego a Madrid y fundador de la revista Ultra, extinguida en 1922. No se olvide que el ultraísmo fue un movimiento específicamente español, aunque con menos ambiciones que el surrealismo, pero dispuesto a combatir el modernismo decadente. El manifiesto literario del Ultra (Ultra en el sentido etimológico de más allá: ir aún más lejos que el Novecentismo imperante) aparece dos veces en la revista Grecia, publicado por Isaac del Vando. Hay que añadir que la mayoría de los poetas que participaron y representaron esa tendencia en Sevilla eran ateneístas.

Precedida por cinco reuniones anteriores del mismo tenor, basándose en la crónica que dejó Adriano del Valle en la revista Grecia, se nos describe la presentación de tal efemérides, en la que toman parte otros escritores tales como Pedro Luis de Gálvez, Pedro Garfias y Juan G. de Olmedilla; en este acto también se leyeron poesías de Adriano del Valle, un poema del precursor del Ultra Guillermo Apollinaire, así como del mismo “alfarero de juventudes”, Cansinos. En todo momento la figura de Cansinos es cordón umbilical del movimiento y lo nutre con su sangre reconvertida del modernismo a una suerte de futurismo en el que predomina la metáfora como caballo de batalla de la escritura, incluido un aire de revolución iconoclasta, como aconteció con todas las inquietudes que nacieron en la aurora de las vanguardias. (Es curioso que la predilección por el tropo mencionado ya tuvo en Rusia, décadas antes, dos defensores: Potebnia y Belensky, antecedentes del Formalismo. Fue Sklovski con el concepto de “desviación” y Roman Jakobson con la función poético quienes le darían su definitivo papel a la metáfora en el texto literario.)

Pero el movimiento que abanderó Cansinos -“el condestable del Ultra”- empezó siendo moderado hasta subir de cotas de entusiasmo y convertirse en radical, como se nos cuenta en esta detallada presentación que nos traslada a la Sevilla literaria de final de una década y comienzo de otra, encaminada hacia la dictadura de Primo de Rivera y a la celebración en el mismo Ateneo de otra celebración: la del homenaje a Góngora en el tercer centenario de su fallecimiento.

La nueva tendencia poética había tenido sus comienzos en las declaraciones de Cansinos a El parlamentario, así como la edición del manifiesto literario, que volvería a aparecer en la revista Grecia. Fue el 2 de mayo de 1919 cuando se celebró el acto principal.

Como se dice en este prólogo, el ultraísmo es una suma de tendencias con varios estratos en su configuración definitiva, que llega, en palabras de Pedro Garfias, como una revisión de valores, una superación del novecentismo. El mismo tono que utiliza Isaac del Vando refiriéndose a Valle-Inclán, Azorín y Ricardo León, tratados como escritores anacrónicos. El entusiasmo de los propagandistas del movimiento llegó a unas actuaciones de delirio juvenil contra los signos del pasado histórico de Sevilla...

Como dice Barrero González, el ultraísmo fue desinflándose, pero la apuesta por un arte nuevo no cedió ante la alternativa del arte tradicional puesto al día, reto que asumieron otros poetas, tal como Gerardo Diego en la misma revista Grecia. El ateneo siguió por su ruta ideal de mantener vivo el espíritu alerta a las exigencias de la cultura con nuevas adquisiciones de valores culturales hasta culminar la década de los veinte con el Grupo del 27. El prologuista agradece a todos y a todo cuando han hecho posible este libro en el que Sevilla queda vinculada con una actitud rompedora ante la vida y la literatura en una época en la que el triunfo de las vanguardias apelaba a la imaginación creadora más que a un arte realista y/o de compromiso.

Como referencias complementarias, el volumen recoge la foto del evento (donde, curiosamente, falta Cansinos), así como ilustraciones de la revista Grecia y textos facsímiles relacionados con el movimiento, como el de la publicación del Manifiesto Ultra por Isaac del Vando, texto que había sido publicado con el nombre de "Ultra". El manifiesto ultraísta del movimiento del mismo nombre (ultraísmo) se publica por primera vez en la revista Grecia (25 de enero 1919) de la mano de Rafael Cansinos, fue firmado, entre otros, por Guillermo de Torre y Pedro Garfias. Cansinos no lo firma porque su nombre aparece en el primer párrafo como promotor del manifiesto.

En cuanto a la colaboración, una nómina de 106 poetas actuales constituye el cuerpo poético. 

A través de la sucesión, por orden alfabético, de los autores recogidos, vemos poesía variada desde poemas con halo de poesía social atenuada de los años 60, hasta algunas muestras de la poesía llamada experimental y en algunos casos con la presencia de la poesía visual, pasando por otros textos de poesía intimista, incluso de expresión neorromántica, constituyendo una gama variada de poesía que enriquece el conjunto.

En todo caso, la mayoría de los trabajos hace una referencia más o menos directa, más o menos próxima a la intención que subyace en el libro que comentamos. El colorido andaluz tocando lo lúdico, que tanto agradaría a Cansinos, está presente aquí haciendo honor a la metáfora, que tiene un especial protagonismo en los propósitos del manifiesto Ultra, como también proclamó Borges en el manifiesto Ultraísmo en la revista Nosotros (1921).

Como el volumen anterior, el presente nos fascina con su factura editorial y los signos visuales que complementan la intención del homenaje, así como por el minucioso recorrido con que nos indica el prologuista los entresijos de aquella deliciosa aventura en una tierra como la nuestra, tan incardinada en tradiciones literarias como propensa a estallidos novedosos, como es el que aquí contemplamos en una España de vaivenes políticos y puerta abierta tímidamente a aquellos poetas -Larrea, Huidobro, Guillermo de Torre, G. Diego...- que querían renovar una poesía entre el modernismo decadente de un Villaespesa, un Marquina, un Carrere, o el mismo Manuel Machado, y el anhelo de diferenciarse del “gay trinar” de su hermano Antonio. Por aquella época, en la que nos sitúa el volumen presente, ya Juan Ramón Jiménez había dado el paso hacia la “poesía pura”. No se olvide que Eternidades (1916-17) y Piedra y cielo (1917-18) son las obras que confirman al autor en su nueva andadura -concretamente, la etapa intelectual, según su propia división- que comenzó en el Diario de un poeta recién casado.

Pero, si hemos de hacer un juicio de valoración acerca de este volumen, su publicación no sólo es necesaria, sino también de agradecer por lo que tiene de raíces andaluzas en este albor de las nuevas tendencias que conformaron el pórtico de la literatura española contemporánea, además de la muestra de poesía actual que abarca a cuatro décadas. Homenaje que da capitalidad a Sevilla como avanzada en la poesía vanguardista de entonces. Una avanzada también hacia el Grupo del 27, que dio su primer paso en Andalucía.







 

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