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Algo más que palabras
LAS ÉTICAS INDICACIONES Y LA ADECUACIÓN ESTÉTICA
por Víctor Corcoba Herrero
Las posiciones enfrentadas entre naciones no conducen a nada.
Cuanto antes se diriman las controversias mejor que mejor. Hay
que repudiar cualquier violencia por ínfima que nos parezca. Que
el presidente francés, Nicolás Sarkozy, cuyo país ejerce este
semestre la presidencia de la Unión Europea (UE), haya convocado
una cumbre de jefes de Estado de los veintisiete Estados
miembros para el próximo uno de septiembre en Bruselas para
tratar la crisis de Georgia, me parece de lo más oportuno.
Abordar con diálogo la relación entre países en los que se
atisba cierta tensión siempre es una buena medida. Hablando
suele entenderse la gente. A veces sólo es cuestión de tomar
energía moral suficiente y ponerse manos a la obra. Lo que se
dice, predicar con el ejemplo. Además, si pretendemos caminar
hacia una ciudadanía europea activa, tenemos que avivar
comprensiones y tolerancias. Los veintisiete Estados miembros,
verdaderamente integrados, han de poner voz a la edificación de
una cultura jurídica europeísta, pacificadora y pacifista,
inspirada por los más altos ideales de justicia y solidaridad.
La edificación de un futuro más seguro para la familia europea
significa ante todo y sobre todo trabajar por el desarrollo
integral de los pueblos, por las dignidades olvidadas,
especialmente a través de adecuadas medidas de respeto, poniendo
freno a la corrupción y camino a libertades perdidas. Se hace
camino al andar, dijo el poeta. Tomar conciencia de que estamos
unidos por un mismo destino puede ser el primer paso hacia la
comprensión.
No puede haber paz, por mucho silencio que haya en el paisaje,
cuando el olor a muerte impregna todos los rincones del aire. La
idea de que la Unión Europea debe hablar con una sola voz en los
asuntos en los que espiguen tensiones internacionales es tan
vieja como el propio proceso de integración europea. Sin
embargo, durante años, la Unión no avanzó hacia una política
común exterior y de seguridad al mismo ritmo que avanzaba hacia
un mercado y una moneda únicos. Nos alegra, pues, que se
refuerce la capacidad de reacción ante conflictos incipientes.
Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Es cierto. Europa no
puede permanecer indiferente ante el aluvión de conflictos. Ha
de implicarse y ahondar en la causa de estos problemas que,
generalmente, radican en distintos factores tales como la
pobreza, el estancamiento económico, la distribución desigual de
los recursos, las estructuras sociales deficientes, la falta de
una correcta gobernanza, la discriminación sistemática, la
opresión de las minorías, los efectos desestabilizadores de los
flujos de poblaciones, los antagonismos étnicos, la intolerancia
religiosa y cultural, las injusticias sociales y la
proliferación de armas de destrucción masiva y armas ligeras.
Para controlar estos trances e impedir que desemboquen en un mar
de luchas, la unión de veintisiete países trabajando en la misma
dirección, seguro que hacen desinflar más de una colisión.
La cooperación aduanera, que por cierto ahora cumple cuarenta
años de la Unión Aduanera de la Unión Europea, es crucial para
luchar eficazmente contra la gran delincuencia internacional:
tráfico de estupefacientes, armas, municiones y explosivos,
residuos peligrosos, robo de bienes culturales, materias o
equipamientos para la fabricación de armas atómicas, biológicas
y/o químicas, etc. Ha sido y es un gran avance hacia la paz. El
fragor de las armas nos despierta en cualquier parte del mundo.
Y cualquiera podemos ser víctima. El rostro sufriente de la
tierra nos desborda. Europa no es ajena a este endemoniado
retumbo de garras y algarabía de guerras.
No podemos quedarnos impasibles ante el tumulto de la sinrazón.
El anuncio de la ONU de organizar un simposio en apoyo a las
víctimas del terrorismo, es otra manera de hacer camino, de
poner en viva voz el desconsuelo que sufren miles y miles de
almas que no se atreven ni a dar un paso. Viven sumidas en un
terror indescriptible que lo han vivido en primera persona. Se
celebrará el próximo nueve de septiembre y tiene por objetivo
promover la solidaridad y apoyo para esas personas, así como
involucrar a la sociedad civil en una campaña global contra ese
flagelo que tanto padecemos en nuestro país. Se trata del primer
simposio de este tipo en la historia de las Naciones Unidas y no
se enfocará en temas políticos, sino en las víctimas y en cómo
se puede responder mejor a sus necesidades. La Asamblea General
aprobó hace dos años una Estrategia Global contra el Terrorismo.
Entre otras medidas dispone que se aborden las condiciones que
conducen a la expansión del fenómeno. También llama a los
países, tomen nota los gobiernos españoles, a establecer
sistemas de asistencia que promuevan las necesidades de las
víctimas y sus familias y faciliten la normalización de sus
vidas.
Que los organismos internacionales adopten estrategias para un
mundo más seguro, es una tarea de justicia. El que en diversas
áreas del mundo persistan tensiones y contiendas, actos de
terrorismo e incluso donde no se vive la tragedia de la guerra
predominan sentimientos de miedo e inseguridad, lo que debe
hacernos pensar es que hacen falta acciones comunes entre países
y organismos internacionales. Por desgracia, hemos cambiado el
rumbo, a veces hasta el del sentido común. A lo evidente me
remito, hemos canjeado la historia real por la histeria
colectiva, las almas unidas por las armas de aquí te espero,
hasta engendrar malos sueños en el campo de la vida, repelentes
sentimientos, pesadillas, desconfianzas, capaces del alterar la
psicología de cualquier bicho viviente que se ponga por delante.
Por estas calles del infierno se ha perdido el corazón y hasta
las ganas de vivir. Qué pena de existencia. Hay que poner un
canto a la vida en el sol de cada día. Y proseguir haciendo
camino al andar. Tanto la ONU como la Unión Europea son buenos
compañeros de viaje. Me fío de ellos, mientras me pregunto en la
soledad de la noche: ¿qué soy, al fin, sino un latido a quien
aviva el sonido del universo? Volverán los dulces sueños a tomar
verso en sí mismo, es cuestión de sembrar paz aunque estemos en
el campo de batalla.