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La voz de Arena y Cal
APAÑOS ENTRE EL PODER Y EL DINERO
por Alfonso Estudillo
Visto desde la calle, o desde las tajos donde cada uno tendrá
que dejar sudores durante largo tiempo, la cosa esa de que el
papá Estado le arrime dinero a espuertas a los banqueros parece
un chanchullo entre buenos amiguetes, uno de esos solapados
apaños entre el poder y el dinero que todos sospechamos y que
jamás vemos. Sin embargo, la tan ambiciosa como inusual acción
emprendida por el presidente George W. Bush para salvar de la
quiebra a varias entidades financieras estadounidense es, de
acuerdo a la opinión de expertos economistas no involucrados,
una de las más acertadas en los ocho años de su doble y nefasta
legislatura.
El audaz y controvertido plan del presidente es ni más ni menos
que, previa aprobación del Congreso de los EE.UU., destinar
700.000 millones de dólares a la compra de activos fallidos de
la Banca para evitar la catástrofe económica. O, dicho en román
paladino, utilizar el dinero del contribuyente para sacarle las
castañas del fuego a una nutrida nómina de señores de las altas
finanzas, a una pandilla de tiburones sin escrúpulos que durante
años han aprovechado el papanatismo y buena fe de muchos
inversores de a pie y el cretinismo de la administración para
llenar a reventar sus cuentas personales en las suizas cuevas de
Alí Babá de siempre, y que, apenas vieron asomar las orejas al
lobo, previa millonaria compensación por los "trabajos
prestados", cogieron carretera y manta y ahí os quedáis.
Las causas que originaron la actual crisis económica -y que por
tener su origen en la considerada hasta ahora primera potencia
económica mundial, afecta a muchos países- fueron las llamadas
"subprime", o hipotecas basuras, una descomunal venta de casas y
pisos a individuos de toda clase y condición a los que los
Bancos -animados por la buena racha económica que siguió a la
última hecatombe financiera, las de las "punto com"- concedieron
créditos hipotecarios a sabiendas de que no disponían de medios
ni ofrecían garantías suficientes para continuar hasta su fin el
pago de los mismos.
El resultado fue el lógico para estos casos. En unos pocos años
los Bancos y demás entidades financieras comenzaron a acumular
impagados y un amplio parque de viviendas vacías embargadas a
los morosos. Naturalmente, en la misma medida se iban quedando
sin liquidez, o sea sin dinero. Ello conllevó mayor afán de
captar recursos en todas partes y por cualquier medio. De ahí la
colocación de, por ejemplo, los llamados productos
estructurados: depósitos, fondos, bonos, notas, etc., que muchos
Bancos europeos, entre ellos España, han colocados entre sus
clientes -generalmente pequeños y medios inversores- y de los
cuales eran simples intermediarios, constando como garantes la
entidad financiera norteamericana que los había diseñado y
emitidos (en el caso de España podemos ver los activos
financieros distribuidos por Bankinter y otros -el "Bono
Fortaleza"- cuyo emisor y garante es la entidad Lehman Brothers,
Banco de inversión estadounidense que ha sido de los primeros en
declararse en quiebra. Los propietarios de estos activos pueden
que no recuperen su dinero jamás. ver enlace 1).
Las hipotecas basuras fueron, además, vendidas en los mercados
financieros de medio mundo -cuando todavía sonaba la alegre
orquesta de las vacas gordas- como títulos de alto riesgo y, por
tanto, de alta rentabilidad. La alegría económica producida por
el auge del ladrillo no dejaba ver lo que se avecinaba. Hasta
que la burbuja estalló. Los grandes Bancos comenzaron a notar
(2007) la falta de liquidez y que gran parte de los avales que
guardaban en sus arcas eran papel mojado. Comenzó la
desconfianza, la reestructuración de la política económica, el
cerrar el grifo de los créditos (claro, si no había un duro) a
constructoras, inmobiliarias y demás empresas. El batacazo del
sector inmobiliario no se hizo esperar. Afectado el motor que
tiraba del carro, el pánico se extendió a todos los sectores.
Las consecuencias son la gran crisis que, en mayor o menor
medida, afecta a más de medio mundo.
Soluciones las habrá. Una forma de comenzar a paliar el problema
es la acción del presidente Bush -que comentamos al principio-
que se une a la de otros Bancos centrales. Y como la gravedad de
la crisis sólo es comparable a la archiconocida del "jueves
negro" de Nueva York (octubre de 1929), se supone que el
escarmiento servirá para que, al menos, los inversores de
simples ahorros se lo piensen dos veces antes de sacar su dinero
de debajo del colchón para dárselo a aquel señor tan simpático
del banco que hasta le ha regalado una vajilla de las buenas
para que la Puri coma como una reina.
Lo que me jode, lo que le revienta las tripas a cualquiera, es
que los jefes de ese señor tan simpático que le regaló la
vajilla a Manolo, los peces gordos que tienen sus despachos en
el ático, esos tipos de las altas finanzas a los que los
mortales no hemos visto jamás, se vayan de rositas sin que ni el
gobierno ni nadie les pida explicaciones. Sin duda, todo el
mundo tiene derecho a ganar dinero, a mejorar su status y a
prosperar en todos los aspectos. Pero no a costa de dejar sin
nada a otros, no a costa de romperle la vida a los demás. Ellos
sabían que eso es lo que hacían. El gobierno y las autoridades
pertinentes -y no sólo las de EE UU- también. Y, ya lo ven, sin
que hicieran nada para impedirlo. Así, pues, los chanchullos, la
duda de que pudieran existir apaños entre el poder y el dinero,
una vez más nos queda despejada por la evidencia de los hechos.
Lástima que en los Bancos de Suiza las cuentas no tengan el
nombre del propietario, sino sólo una serie de números y letras
como toda identificación. Ni la fiscalidad ni los medios ni
nadie puede identificarlos. Pero si pudiéramos traducirlos nos
asombraría cuántos grandes hombre, cuántos Eminencias, Señorías
e Ilustrísimos personajes se ocultan tras unos números...
Con qué gusto iría Manolo a saludarlos... con la repetidora y
dos cajas de postas lobunas.
Enlaces de interés:
1) Cómo afecta la quiebra de Lehman Brothers a los ahorradores
españoles.