Visto desde la calle, o desde las tajos donde cada uno tendrá que dejar sudores durante largo tiempo, la cosa esa de que el papá Estado le arrime dinero a espuertas a los banqueros parece un chanchullo entre buenos amiguetes, uno de esos solapados apaños entre el poder y el dinero que todos sospechamos y que jamás vemos. Sin embargo, la tan ambiciosa como inusual acción emprendida por el presidente George W. Bush para salvar de la quiebra a varias entidades financieras estadounidense es, de acuerdo a la opinión de expertos economistas no involucrados, una de las más acertadas en los ocho años de su doble y nefasta legislatura.

El audaz y controvertido plan del presidente es ni más ni menos que, previa aprobación del Congreso de los EE.UU., destinar 700.000 millones de dólares a la compra de activos fallidos de la Banca para evitar la catástrofe económica. O, dicho en román paladino, utilizar el dinero del contribuyente para sacarle las castañas del fuego a una nutrida nómina de señores de las altas finanzas, a una pandilla de tiburones sin escrúpulos que durante años han aprovechado el papanatismo y buena fe de muchos inversores de a pie y el cretinismo de la administración para llenar a reventar sus cuentas personales en las suizas cuevas de Alí Babá de siempre, y que, apenas vieron asomar las orejas al lobo, previa millonaria compensación por los "trabajos prestados", cogieron carretera y manta y ahí os quedáis.

Las causas que originaron la actual crisis económica -y que por tener su origen en la considerada hasta ahora primera potencia económica mundial, afecta a muchos países- fueron las llamadas "subprime", o hipotecas basuras, una descomunal venta de casas y pisos a individuos de toda clase y condición a los que los Bancos -animados por la buena racha económica que siguió a la última hecatombe financiera, las de las "punto com"- concedieron créditos hipotecarios a sabiendas de que no disponían de medios ni ofrecían garantías suficientes para continuar hasta su fin el pago de los mismos.

El resultado fue el lógico para estos casos. En unos pocos años los Bancos y demás entidades financieras comenzaron a acumular impagados y un amplio parque de viviendas vacías embargadas a los morosos. Naturalmente, en la misma medida se iban quedando sin liquidez, o sea sin dinero. Ello conllevó mayor afán de captar recursos en todas partes y por cualquier medio. De ahí la colocación de, por ejemplo, los llamados productos estructurados: depósitos, fondos, bonos, notas, etc., que muchos Bancos europeos, entre ellos España, han colocados entre sus clientes -generalmente pequeños y medios inversores- y de los cuales eran simples intermediarios, constando como garantes la entidad financiera norteamericana que los había diseñado y emitidos (en el caso de España podemos ver los activos financieros distribuidos por Bankinter y otros -el "Bono Fortaleza"- cuyo emisor y garante es la entidad Lehman Brothers, Banco de inversión estadounidense que ha sido de los primeros en declararse en quiebra. Los propietarios de estos activos pueden que no recuperen su dinero jamás. ver enlace 1).

Las hipotecas basuras fueron, además, vendidas en los mercados financieros de medio mundo -cuando todavía sonaba la alegre orquesta de las vacas gordas- como títulos de alto riesgo y, por tanto, de alta rentabilidad. La alegría económica producida por el auge del ladrillo no dejaba ver lo que se avecinaba. Hasta que la burbuja estalló. Los grandes Bancos comenzaron a notar (2007) la falta de liquidez y que gran parte de los avales que guardaban en sus arcas eran papel mojado. Comenzó la desconfianza, la reestructuración de la política económica, el cerrar el grifo de los créditos (claro, si no había un duro) a constructoras, inmobiliarias y demás empresas. El batacazo del sector inmobiliario no se hizo esperar. Afectado el motor que tiraba del carro, el pánico se extendió a todos los sectores. Las consecuencias son la gran crisis que, en mayor o menor medida, afecta a más de medio mundo.

Soluciones las habrá. Una forma de comenzar a paliar el problema es la acción del presidente Bush -que comentamos al principio- que se une a la de otros Bancos centrales. Y como la gravedad de la crisis sólo es comparable a la archiconocida del "jueves negro" de Nueva York (octubre de 1929), se supone que el escarmiento servirá para que, al menos, los inversores de simples ahorros se lo piensen dos veces antes de sacar su dinero de debajo del colchón para dárselo a aquel señor tan simpático del banco que hasta le ha regalado una vajilla de las buenas para que la Puri coma como una reina.

Lo que me jode, lo que le revienta las tripas a cualquiera, es que los jefes de ese señor tan simpático que le regaló la vajilla a Manolo, los peces gordos que tienen sus despachos en el ático, esos tipos de las altas finanzas a los que los mortales no hemos visto jamás, se vayan de rositas sin que ni el gobierno ni nadie les pida explicaciones. Sin duda, todo el mundo tiene derecho a ganar dinero, a mejorar su status y a prosperar en todos los aspectos. Pero no a costa de dejar sin nada a otros, no a costa de romperle la vida a los demás. Ellos sabían que eso es lo que hacían. El gobierno y las autoridades pertinentes -y no sólo las de EE UU- también. Y, ya lo ven, sin que hicieran nada para impedirlo. Así, pues, los chanchullos, la duda de que pudieran existir apaños entre el poder y el dinero, una vez más nos queda despejada por la evidencia de los hechos.

Lástima que en los Bancos de Suiza las cuentas no tengan el nombre del propietario, sino sólo una serie de números y letras como toda identificación. Ni la fiscalidad ni los medios ni nadie puede identificarlos. Pero si pudiéramos traducirlos nos asombraría cuántos grandes hombre, cuántos Eminencias, Señorías e Ilustrísimos personajes se ocultan tras unos números...

Con qué gusto iría Manolo a saludarlos... con la repetidora y dos cajas de postas lobunas.
 
 



Enlaces de interés:
1) Cómo afecta la quiebra de Lehman Brothers a los ahorradores españoles.

http://www.consumer.es/web/es/economia_domestica/finanzas/2008/09/17/180066.php



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