Galicia, en el noroeste de España, es bastante bien conocida en sus costas, tanto de sus Rías Altas como de las Bajas, pero suele ser una desconocida en sus tierras mágicas del interior sombreadas de bosques profundos, y pueblos y ríos rodeados de meigas.

Fue por esto por lo que decidí hacer un viaje a los Cañones del Sil, en la llamada Ribeira Sacra de las cercanías de Ourense, tierras de “agricultura heroica” y monasterios semi-olvidados perdidos en los montes.

Desde Madrid es bueno pararse, antes de arribar a la zona, en el pueblo de Verín –ya en la provincia orensana- y admirar el conjunto histórico -siglos XII al XVI- del Castillo de Monterrey –muy cercano al Parador Nacional de Verín- propiedad de la Casa de Alba , y cedido, transitoriamente, al Patrimonio Nacional: se trata de una fortaleza bastante bien conservada en la que destaca la torre de vigilancia y su iglesia románica, en donde puede admirarse una de las escasas “vírgenes embarazadas” que existen en la actualidad en la imaginería religiosa del mundo.
 



Ribeira Sacra   Ribeira Sacra

Castillo de Monterrey y Puerta de la iglesia románica



Luego de un refrigerio en el Parador continuamos la ruta hacia la Ribeira Sacra, y en esta ocasión elegimos –fuera del lujo previsible del Parador de Santo Estevo- un Hotel Rural con encanto, a pocos kilómetros del Parador y más cercano al embarcadero del río Sil, llamado O Casino da Rasa: coqueto y recién construido hotelito inmerso en los bosques de Loureiro, en el término municipal de Nogueira de Ramuin.

No fue, sin embargo, nada fácil la llegada porque los caminos serpenteantes de la zona montañosa de Nogueira supusieron una especie de crucigrama que ni siquiera el Navegador Tom-Tom era capaz de definir claramente a través del GPS.

Por fin en el hotel, después de subir montes inmensos y bosques cerrados, pudimos degustar una agradable comida – sin lujos, pero bien condimentada y casera-, descansar un rato en la cómoda habitación, y darnos una vuelta por los alrededores, visualizando, por vez primera, los angostos cañones del Sil desde la montaña, y respirando ese olor húmedo y vaporoso de los bosques de castaños que bordean los caminos de la zona.

Era de obligado cumplimiento hacer una visita al Monasterio-Parador de Santo Estevo (siglos IX al X), sin duda uno de los conjuntos sacro-residenciales más impresionantes que he conocido y en donde la mano del hombre ha sabido crear una simbiosis casi perfecta entre los histórico (de estilos románico, renacentista, gótico y barroco) y lo moderno.

Los claustros del Monasterio, algunos de un gótico flamígero exquisito, -especialmente el de los Obispos o de las procesiones- se dan la mano con una lograda acoplación arquitectónica moderna -a base, fundamentalmente, de cristales- que realza y revalora el conjunto, enclavado, además, en un paraje espectacular montuno, y flanqueado por un cementerio típico al aire libre de la época y una iglesia románica adosada bien conservada.

Un paseo por los alrededores del Monasterio, bajando montes preñados de castaños, terminó con varios kilos de sabrosas y recientes castañas, que el otoño incipiente precipitaba sobre nuestras cabezas, en el maletero del coche.

Y la noche y la niebla de estos bosques se posaron sobre la primera jornada en la Galicia profunda.
 



Ribeira Sacra   Ribeira Sacra

Cañones del Sil y Monasterio de Santo Estevo



La niebla (mañanita de niebla, tarde de paseo), como es habitual en estos parajes, nos despertó en la mañana en el que el “catamarán” nos esperaba para hacer un paseo por las gargantas del Sil.

El viaje en el catamarán, de hora y media de duración, es espectacular: gargantas cerradas encajonan a un río ancho y profundo que se desliza reflejando los monasterios semi-ocultos en los cerros; cultivos de viñedos en laderas casi perpendiculares (agricultura heroica se llama, aunque bien podría llamarse agricultura loca); rocas talladas por el tiempo y el viento en fantasmagóricas figuras –como las conocidas por el árabe o el abad-; verdes de tonos profundos haciendo chiribitas con el agua calma y perdida que inevitablemente me traía recuerdos de los fiordos noruegos, pero en el mar dulce del río y en las verdes montañas autóctonas galaicas…

Toda una sinfonía de silencios solo interrumpidos por los motores del catamarán y el revuelo voluptuoso de los pájaros.
 



Ribeira Sacra   Ribeira Sacra

Por los fiordos del Sil y Viñedos de agricultura heroica



Luego del viaje, y para reponer fuerzas, buscamos el Restaurante Galileo, en la aldea de Santa Baia del término municipal de Pereiro de Aguiar –de nuevo el navegador se quedó paranoico y zombi por estas latitudes olvidadas de los GPS-.

Y no, no fue para nada equivocada la recomendación : precioso restaurante-chalet regentado por Flavio Morganti (italiano-gallego) en donde degustamos una excelente comida –exquisita cocina de autor con raciones no minimalistas- y en el que, a los postres, el propio chef tuvo el detalle de regalarnos y dedicarnos su último libro publicado, VACAS: su dignificación sexual y gastronómica, maravillosamente editado por Everest, y del cual este relatante que escribe tiene pendiente y prometida su lectura y crítica.

Todo un placer haber comido en el Galileo, y todo un gusto haber conocido a Flavio Morganti, simpático reivindicador del antisexismo culinario del buey a favor de la vaca. Gracias, Flavio.

El día debíamos terminarlo visitando el pueblo de Allariz, una preciosa ciudad rehabilitada en el término de Ourense, atravesada por el río Arnoia y que conforma un conjunto histórico de lo más atractivo y sugerente, con calles y rincones que te trasportan a la Edad Media gallega, y en el que sobresalen templos como el Santuario de S. Benito o el Convento de Sta. Clara y su Museo de Arte Sacro, donde se puede apreciar una talla en marfil de la famosa “virgen abierta”, todo un manierismo religioso de la liturgia sacra del siglo XIII.

Curiosamente esta villa también ha conseguido un sincretismo entre historia y modernismo en una de sus calles dedicadas a tiendas de “firmas” de modistos consagrados que exponen y venden restos de sus colecciones a la mitad de precio, y que son, sin duda también, un reclamo importante para el turismo.

La vuelta a Rasa fue angustiosa, perdidos por las sinuosas carreteras de los montes de Nogueira de Ramuin, pero el Tom-Tom es tan retorcido como obstinado, y después de darnos unas cuantas vueltas nocturnas por el centro de la ciudad de Ourense, terminó dejándonos –dos horas más tarde- enfrente de nuestro hotel, que nos acogió con un silencio nebuloso, húmedo y acariciante…
 



Ribeira Sacra   Ribeira Sacra

Santuario de S. Benito –Allariz- y Monumento al toro –Allariz-



No podíamos volver al redil sin visitar el Monasterio de S. Pedro de la Roca, del siglo VI, y el más antiguo de toda Galicia.

En su origen un monasterio de ermitaños, perdido en los confines de los bosques de Esgos, y en el que los antiguos eremitas excavaron en las rocas del monte sus capillas renacentistas-visigodas y las tumbas de sus feligreses.

Bastante bien conservado gracias a los materiales donde se construyó, mantiene, en el exterior, restos de un monasterio de piedra del XV al XVI rodeado de frondosos bosques y de mágicos caminos por la montaña que, sin duda, fueron recorridos por los ancestros peregrinos de esta Galicia desconocida y de un sabor absolutamente paradisíaco.
 



Ribeira Sacra   Ribeira Sacra

Campanario de S. Pedro de la Roca y Capillas del siglo VI excavadas



Un viaje, pues, para recomendar, y para absorber el misterio perplejo de la Ribeira Sacra.



Luis E. Prieto
Luintra, Ourense, Galicia
Octubre-08





 

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