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Biografías
ROBERT LOUIS STEVENSON
por Francisco Arias Solís
LA VOZ DEL CONTADOR DE HISTORIAS
“No hay deber que descuidemos tanto
como el deber de ser felices” Robert Louis Stevenson
Una vez más se debe a los anglosajones, en las postrimerías del
siglo XIX, el resurgir del cuento y de la novela de aventura.
Stevenson ha sido considerado como uno de los mejores novelistas
de aventuras pero el carácter de su obra desborda este rasgo
básico de su obra narrativa y ofrece un profundo conocimiento de
la naturaleza humana. Espíritu originalísimo, Stevenson siguió a
Meredith en lo trabajado de su estilo; pero hay en él unas
facultades descriptivas, un humorismo, cierta tendencia a
interesar al público menos refinado y una gran maestría de
narrador, que revelan un carácter muy propio. Su fama de
novelista y su atractivo como interesante figura literaria, que
fue a morir en las lejanas y pintorescas tierras de Samoa, se
conservan siempre.
El escritor escocés es el más claro exponente de la
novela-narración, el “romance”, cuyo ámbito definía como aquel
al que corresponden “los problemas del cuerpo y la inteligencia
práctica, la aventura al aire libre y abierto, el choque de las
armas y la diplomacia de la vida”. Le fascinaron los problemas
éticos; la ambigüedad moral de sus personajes, provoca efectos
dramáticos que solo son posibles en un universo muy consciente
de la existencia del Bien y del Mal.
Robert Louis Balfour Stevenson nació en Edimburgo el 13 de
noviembre de 1850 y falleció en Vailima, Upolu, Samoa
occidental, el 3 de diciembre de 1894. Su padre era ingeniero y
él estudió también ingeniero náutico en la universidad de
Edimburgo, y posteriormente, leyes, llegando a practicar la
abogacía. En 1876, conoció, en Francia, a la norteamericana
Fanny Osboume, con la que contrajo matrimonio en los Estados
Unidos, una vez que ella tramitó el divorcio. En 1882, enfermó
de tisis, enfermedad que le obligó a viajar buscando climas más
benignos y que acabó con él doce años más tarde. En su tumba, en
una isla de los mares del Sur a la que se retiró en 1891, está
grabado el apodo que le dieron los samoanos: “Tusitala”, que en
español significa “el contador de historias”.
Cantor del coraje y de la alegría, dejó una vasta obra llena de
encanto con títulos inolvidables, entre los que se cuentan:
Viaje en burro por las Cévennes (1879), la recopilación de
artículos Virginibus puerisque (1881), el volumen de narraciones
Nuevas noches árabes (1882), La isla del tesoro (1883), El
extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886), obra maestra
del terror fantástico, Secuestrado (1886), La flecha negra
(1888), El señor de Ballantrae (1889), Catriona (1893); y la
novela póstuma El Weir de Hermiston (1896).
Stevenson es también poeta, y no desprovisto de un encanto que
imprimió igualmente a su prosa. “ El contador de historias” es
autor asimismo de un abundante epistolario en el que muestra una
profunda humanidad.
Y como dijo el escritor escocés: “La manera de conseguir la
felicidad es haciendo felices a los demás”.