Entre unos insultos que se van y los otros que se vienen,
entre un cuélguele por allá y un mátele por aquí, los
etarras, riendo, pasean de una a otra cárcel de la mano de
nuestra democracia.
Quizá en este folio se me escape algún término malsonante y
no pienso pedir perdón, pues parece que, desde llamar a unos
tontos de los …, o gili… a otros, o decir, por boca de
alguna señora ministra -no tiene nada que ver con su cargo,
pero de señora no parece tener mucho- que la derecha sólo
espera un Prestige o un puñado de muertos que echar en cara
al Gobierno (se olvida de un incendio en Guadalajara que
nadie le nombra) o que suceda un derrumbe de sesenta metros
de túnel, con sus obreros adentro, gracias a Dios indemnes,
y camiones, y maquinaria, y todo lo necesario para
construirlo, es un hecho irrelevante.
Días atrás “me enteré por la prensa” de que, además de a un
puñadito de empleados con saldos insignificantes, a los
ricos de siempre y a los sinvergüenzas que gestionan la
banca y se adueñan de ella y de nuestros dineros, este
Gobierno, el del ínclito Zapatero -más ínclito por afamado
que por ilustre- ha decidido, con carácter retroactivo y en
un acuerdo para la historia, que no deberán pagar el
impuesto de rentas de capital por los beneficios obtenidos
en sus propias empresas, léase en sus bancos.
Manda huevos (eso era lo que temía se me iba a escapar).
¿Qué les parece?
Hace cerca de cuarenta años yo trabajaba en la banca, así
que tal vez pueda esperar algo de esa retroactividad,
mientras usted, quizá como otros muchos más, al paro, a
jorobarse y a seguir temblando en casa con la calefacción
bien apagada por aquello del gasto.
¿Se acuerdan de que el año pasado teníamos que comer conejo
por Navidad? Este año no nos han dado ningún consejo
gastronómico, pero como la crisis es culpa de los americanos
que ni se nos ocurra comer un burguer ni regalar unos
tejanos.
Que sí, que ya lo sé, que como todo lo malo viene de allí
hay que combatir al yanqui como antes combatíamos al moro,
hoy tan colega.
Creo que estoy en disposición de acometer un ejercicio
absolutamente mentecato y peligroso, que consiste en hacer
oídos sordos a muchas cosas de las dichas por los políticos,
especialmente los hoy gobernantes, pero que se vuelva a unir
esa izquierda falsa y vengativa y vote por dos veces
(Parlamento y Senado) en contra de echar a los asesinos, y a
quienes les encubren y apoyan, de los Ayuntamientos y cargos
públicos sólo por ser una propuesta de “la derecha”, eso no,
eso es una indecencia y un consentir, y un traicionar y un
venderlo todo por unos escaños envenenados en las próximas
elecciones vascas o gallegas, o las dos a la vez, y por un
nuevo cordón sanitario ésta vez sustituidos actores por
asesinos.
Que el poder no ha de servir para envainarse un estatut, ni
para meter en la cárcel a una madre por un capón en el coco
de su hijo, ni para partir una patria a la sombra de la
historia tantas veces y tan voluntariamente mal recordada,
ni para llenar de dinero el bolsillo de los banqueros, ni
para regalar prebendas a los empresarios grandes y en crisis
cuando hay miles de empresas pequeñas, con crisis también,
que son gigantescas tragedias, a las que ni el gobierno,
tras cobrarles los mil y un impuestos, ni los bancos
enriquecidos también con los ahorros de ese pequeño
empresario, son capaces de ayudar.
Y del autónomo que echa el cierre sabiendo y lamentado que
no percibirá un euro en concepto de subsidio de desempleo
tampoco se habla en Moncloa, o nada nos dicen, pero sí, como
en secreto, pues no se dio noticia hasta una vez finalizada
la reunión, se acodan Zapatero y Montilla y negocian la
financiación de todas las autonomías. ¿Cuándo las minorías
regionalistas gobernarán sólo en sus mínimas regiones?
Y para ir acabando les confesaré un pensamiento impropio de
esta época tan bonita y tan feliz. Les pongo en
antecedentes, se lo cuento y ya termino.
Mi brindis, hasta las pasadas elecciones generales, solía
ser “por la ideas claras” -una pequeña pedantería- y mis
amigos me secundaban con un gesto como de meditar. Pero lo
abandoné tan pronto como el PP lo utilizó -sin pagarme
derechos de autor que no pude reclamar por no ser miembro de
la SGAE- como eslogan en esa misma campaña electoral, y
ahora, desprovisto de una frase ocurrente, ni tan siquiera
sé si brindaré o si, por el contrario, me atreveré a seguir
la pauta que me pide el cuerpo, y llegado el momento, alce
mi copa y diga, sin el más mínimo rubor:
Para que ellos, los políticos que sobran, los banqueros que
a nuestra costa se enriquecen, los intermediarios que nos
estafan, los sindicalistas que se venden y los etarras que
nos asesinan, desaparezcan de este mundo nuestro y nos dejen
llorar en paz la miserias que entre todos nos trajeron.
Amén.
Ya veo, escrito así ha quedado un poco duro, pero díganlo en
voz alta, de corrido y con las pausas precisas, verán como
no sólo no suena tan mal sino que tiene una cadencia, yo
diría que poética. Ah, y sirve para todo el año.
P.D.
Para ustedes, lectores y gente de bien, mi brindis, por el
contrario, dirá:
Por la Paz, la Felicidad y la Concordia, así, con
mayúsculas, y para que en el futuro, cuando las cosas les
vengan de cara y sean felices y ricos, no se vuelvan
diabólicos.