(para Mara y Chema, gentes de Vigo, que compartieron sensaciones)  

1- Hakuna Matata (1)

El sueño se vence
en las alas plateadas del pájaro de nubes
que ruge en la noche
inmisericorde y rubia
de descubridores de fantasías o selvas
agrupadas sobre las estrellas y el lujo.

Un masai, importado desde el hambre de la tribu, se engalana para los turistas, lanza y seriedad enhiestas, por los “bussines” de las pulseras y de los abalorios de ébano falsificado.

Alá, el misericordioso, 
fustiga a los paganos de pieles cobrizas
con sus mujeres enclaustradas
entre túnicas de azul y nácar
mientras un grito salvaje
va acallando el murmullo de las especias
que los sultanes tejieron para las orgías.

Jambo (2), gritan la selva y la playa de arena como harina impoluta…



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Playas de Zanzíbar y Mujeres vendedoras



2- Jambo bwana (3)

Se me escapa el mar,
este océano de verdes indiscretos y dispares,
este loco océano de mareas difusas
que rompen soledades de palmeras sombrías
y vientos que zumban desde los arrecifes
-pulsera de corales y olas-
donde las espumas se convierten en princesas.
Princesas negras, ocultas por velos
hacia la sonrisa blanca,
cuervos con trinos de borrachos,
negritos que barruntan mil sonrisas
en la libertad de un mundo sin paredes:
almadrabas para los Dhows (4)
que se balancean en los rizos de la noche.

África tropical, a medio camino entre la miseria y el móvil, entre los pies descalzos y las Nikes de suelas fosforescentes, entre la lanza y la Visa electrónica.

La noche
es noche de cangrejos y sargazos, de luna
y de hogueras, de tambores vacíos
que rompen el silencio de los cocos
y el latido pendulante de los masais
en un rumor
de ancestros escondidos
sobre tótenes de madera y luces.



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Playa de Mapenzi y Dhow



3- Isla de M´nemba

Sabía de las islas misteriosas que desaparecían en las brumas de los corsarios, entre bidones de ron y calaveras negras ondeando en los veleros fantasmas, pero no conocía las islas emergentes en el océano de corales…

Una montaña de arena fue apareciendo desde el fondo del mar mientras el Dhow se balanceaba impasible, a 50 millas de la costa, ya recogida, al pairo de los alisios, su media vela árabe.

En poco más de una hora una duna del desierto apareció en el verde del Índico, y fue emergiendo, majestuosa, blanca y purísima, hasta convertirse en tierra de playas exclusivas, de aguas trasparentes y salvajes, ensanchando sus caderas en unos 300 metros cuadrados de arena virgen dispuesta para el solaz del tiempo entre las mareas.

Magia del mar jugando con la temporalidad de los influjos de la luna.

Había que buscarla, y había que encontrarla en el tiempo exacto de la bajamar, en el momento justo –apenas 6 horas- en que su joroba blanca y salina se convertía en tierra solitaria en medio del mar.

Luego, después de acariciar peces sin temores en los fondos coralinos del arrecife, trópicos de capricornio con manglares que peinan el mar con sus raíces, baobabs gigantes (5) tumbados en la soledad de una isla desierta, intentar saber dónde se ocultó el islote de arena, y hasta cuándo y por dónde volverá a aparecer, posiblemente, otra isla majestuosa y blanca desde el verde del océano.

De vuelta a la costa, con la media vela árabe –el tanga swahili- hinchada por los vientos de la tarde, se mece el sueño de haber reposado varias horas en una isla fantasma con alma de arena, de sólo arena que ya no existe.



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Isla de M´nemba y Baobabs



4-Playa de Kiwengwa

Cuerpos
bizarros
en la arena
caliente.
Sexo
ofrecido
entre tules
sin ojos.

El mar ha retrocedido cubriendo de cangrejos los límites del agua, en arabescos infinitos. Millones de cangrejos pintan cuadros surrealistas para turistas impávidos, mientras las mujeres recolectan algas para las chozas.

Tres niños, risueños y descalzos, te piden “una caramela”, pero se conforman con un dólar de papel para mil caramelos. Los masais-postes no se han movido de su lugar desde hace ya 300 años y sonríen a tu paso. Un cuervo ladea la cabeza nervioso y baila una danza de cortejo.

Cuerpos en sazón
que la imperial Europa
aventa hacia la aventura de la carne:
poderosos pechos,
muslos redondos,
asombrosos y moldeados culos
que se balancean
entre lujuriosos tangas de colores.
Labios que sonríen
desde la inocencia descarnada de un rojo
como una sandía rezumante,
zumo de papaya,
mango
y chirimoya ácida.
(Sólo mirar:
el sexo se perfila en los bungalows
de lujo y aire acondicionado)
Todo incluido,
hasta el tropical coito
con la selva negra…



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Playa de Kiwengwa y Hotel Sea Club Kiwengwa



5- Ferragosto (6)

Princesas de organdí
y castillos de chocolate y crema
al borde de la piscina con sabor a rambután.
Es noche de ferragosto
para los ungidos de Europa
con el euro por divisa y por señuelo.
Cócteles de cava y sandía
y catamaranes varados en las aguas trasparentes
del lujo alternativo.
Baile de hogueras y olas,
de trajes largos y tacones de aguja,
de escotes morenos y pezones nacarados,
de risas
y murmullos
por encima de los timbres
desgarrados en las voces aflautadas y azules
de las negras danzantes.

Un masai, lanza en ristre, plateado el cuerpo negro con ajorcas tribales, camina por la playa nocturna hablando por un teléfono móvil.

(Dicen que es el progreso necesario)



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Niñas Masais y Familia Masai



6- Puesta de sol en Kendwa

Hacía tiempo, mucho tiempo, exactamente desde la puesta de sol en Tan-halot, Bali, que no me emocionaba tanto al ver el hermanamiento del sol con la naturaleza y el mar: un rayo puro, luminoso, se iba meciendo suavemente sobre el agua en un silencio mágico solo quebrado por el murmullo de mínimas olas de espuma verde y dorada; una barca, tronco de árbol humedecido en los rizos del océano, rompía la línea luminosa que se pierde en la selva pre-dormida.

Antes, en la floresta interna, pude oler el clavo y el cardamomo, el jengibre y la canela, mecer la vista en los baobabs con tronco de elefante, en los árboles del pan, en los flamboyanes y mangos, en los cocoteros y en las palmas zanzibarinas. Y, sobre todo, perderme en los ojos de los niños, en la sonrisa de los niños, en las manos de los niños moliendo el arroz, tejiendo techos de ñuka (7), exprimiendo el coco fresco, reciclando las esteras con pigmentos rojos del árbol de la pasión, recolectando madera de yuta para la lumbre, o ébano para las tallas.

Niños sin caramelos, pero felices en su tierra primigenia donde todo ocupa su lugar correspondiente, y donde todo es como debe ser, sin sobresaltos, desde que amanece hasta que el sol se oculta por el oeste en las playas de arenas inmaculadamente solitarias.

Niños uniformados de azul y blanco en las escuelas estatales, sin cuadernos ni lápices, escuchando a una maestra que “canta” las regiones de Tanzania; niños que salmodian el Corán con seriedad de siglos, en árabe swahili, preparando el Ramadán que se avecina.

Niños… y maestros con un sueldo de 37 euros al mes, pero de dignidades millonarias en su labor de enseñanza suprema.

(El maestro del poblado, el Sr. Kheir Ibrahin Alí, tiene el gusto de enseñarme su casa, modesta pero limpia, con un salón y tres dormitorios, cocina externa y retrete sin agua, ¡y con luz eléctrica!, aunque la encienda poco porque el salario no da para demasiados despilfarros. En el salón una pequeña y destartalada televisión preside la estancia. Pero me confiesa, resignado, que sólo está de adorno porque aún no le ha llegado el dinero para poder poner la antena).

La bola amarilla ha perdido ya media circunferencia tragada por la línea verde oscura del horizonte del agua, difuminando rayos hacia un cielo rojizo.

El mar me llama y me zambullo en el océano caliente mientras acarician mi cuerpo los ojos de los niños, la risa de los niños, los pies, siempre desnudos, de los niños de Zanzíbar…



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Escuela coránica y Puesta de sol en Kendwa



7- Stone Town (8)…y adiós Zanzíbar

África híbrida
de negros y negreros,
tropical y emergente,
Casa de las Maravillas (9) y Mercado de Esclavos (10)
donde Alá se aposenta
en mezquitas de color esperanza
y fulanas (11) con Bing Laden redivivo
en la pechera.
África de especias
para sazonar el capitalismo de los colonos
que compran el silencio y el confort
salpicado de aventuras.
(“Caca (12): luky, luky. Jambo, sólo guardare. Hakuna matata. Salamaleku”)

En el Hotel Serena el mar lame el refinamiento inglés de principios del XX con una exquisita cortesía en un té con limón servido en tetera de plata y porcelana de Sèvres: el camarero dobla la cerviz al más puro estilo colonial con la sonrisa tan blanca como los colmillos de los elefantes del continente no lejano.

Barrio musulmán
de calles sombrías y tenues;
barrio indio
con siks imperiosos o sultanes;
barrio mandinga
aluvión de negritudes
del África que avanza
hacia el mar de los sargazos
con un tanga y un móvil en los labios.

Al caer la tarde, ya de vuelta en el retiro del Sea Club Kiwengwa, un baño en la marea alta de una playa que nos despide con olas del Pacífico, agitando sus crestas como banderitas de color y algas.
La luna no llora porque sabe bien que tornarán las noches de sonrisas al amparo de las palmeras y los zafiros brillantes de la noche de Zanzíbar.

Asante (13) Zanzíbar: lala salama (14).

(En el bar-librería del Hotel Sea Club Kiwengwa, quedaron para el recuerdo Gato y otros 19, y La casa de Alena, de dos amigas mías escribidoras)



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Casa de las Maravillas en Stone Town y El autor y su esposa en el Hotel Serena



Kiwengwa, Costa Este, Zanzíbar (Tanzania)
Agosto-2004



Notas (significado de las palabras):

1- No hay problemas
2- Hola
3- Hola, señor
4- Embarcación tradicional de Zanzíbar, con media vela árabe.
5- Árbol gigante de África, algunos milenarios.
6- Fiesta tradicional italiana de la mitad de Agosto
7- Tejados de palma entrelazados con cuerda de coco
8- Capital de Zanzíbar
9- Edificio colonial llamado así por ser el primero en la isla en tener luz eléctrica
10- Mercado de esclavos que competía con el de Senegal, isla de Gore, en sufrimientos y torturas
11- Camisetas
12- Hermano
13- De acuerdo
14- Buenas noches

(Fotografías del autor)





 

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