Fidel Castro, el hombre y el mito. Hablaremos del primero,
haciendo antes una mención a los siglos que nos ha tocado vivir,
siglos de multitudes ávidas de líder, llámese como se llame,
Gandhi, Churchill, Lenin o Fidel Castro, o bien Hitler,
Mussolini o Franco.
Veamos.
El siglo XVIII, que es el siglo de la Revolución francesa, tuvo
en Dantón al gran orador cuando hacía falta contagiar a las
masas de fervor revolucionario; y tuvo a Bonaparte cuando llegó
la hora de la espada para defender a una Francia republicana
acosada por una Europa feudal, clerical y monárquica. Esto, en
el siglo XVIII que los historiadores llaman largo, abarcando los
años bonapartistas. Y el siglo XIX parece dar un respiro,
aprovechando las élites para dotarse teóricamente, con Hegel en
la dialéctica, Marx en la crítica a la sociedad capitalista,
Darwin en la evolución de las especies. El siglo XX largo, que
incluye la Comuna de París, y que acabamos de dejar atrás, ha
tenido líderes a la medida de conflictos armados y de grandes
movimientos sociales. Gandhi y la resistencia pacífica, Lenin y
la Revolución rusa, Churchill y la II Guerra Mundial, Fidel y el
Tercer Mundo. Habrá quien pregunte por el Che, cuya figura
pervive allí donde dos se junten para elevar una protesta. Pues
bien, ocurre que si digo Fidel, digo Che, y si digo Che, digo
Fidel. Pues sus caminos se confunden cuando el combate en la
Sierra Maestra y sólo se separan cuando uno pone en marcha la
utopía de la revolución continental y el otro se queda en casa
requerido por su pueblo. Fidel, la Revolución cubana lo exaltó,
la Revolución cubana lo hizo su prisionero. Y le perdona los
defectos, que, si se quiere, pueden tomarse como rasgos de
carácter. Un líder continúa siendo un ser humano y un ser humano
no es perfecto, actuando siempre bajo el peso de sus errores y
de las injusticias cometidas en el uso del poder.
De Fidel se trata y de una revolución que cumple medio siglo. En
enero de 1959 el líder cubano entraba triunfante en La Habana.
Después de recorrer la isla a todo lo largo, celebrando la
victoria militar sobre las tropas del dictador Fulgencio
Batista, la revolución abría un nuevo ciclo: transformación de
la sociedad. Construir el socialismo en el subdesarrollo fue el
desafío. Hoy, tras medio siglo de revolución y de Fidel Castro
gobernando, los resultados están a la vista. Confío que no por
puntualizar críticamente se me excluya de la izquierda.
Tengo por el líder cubano los mismos sentimientos de hace medio
siglo. Pero no estoy ciego. La experiencia de la Sierra Maestra,
en la ansiedad de verla nacer en otros países, dio lugar a una
primera lectura superficial, no reflexiva, se diría un
guerrillerismo. Fidel, tan tempranamente como en 1960, proclama
a la Cordillera de los Andes como la Sierra Maestra de América
Latina. Debray y otros se encargarán de completarla con la
teoría del foco. Hay que puntualizar una circunstancia propia de
los años sesenta, de cómo en aquel entonces todo el mundo
parecía acelerado, y caía en los mismos errores. No me refiero a
los jóvenes cultores del rock, sino a los dirigentes de primera
línea como Jruschev y Mao. Corría 1960 y al primero se le ocurre
profetizar que en veinte años, para 1980, la URSS pasaría al
comunismo, mientras que Mao calificaba al imperialismo de tigre
de papel.
Quienes han dedicado cada segundo de sus vidas a hacer la
revolución, convencidos que no hay causa más grande, han debido
relativizar su pensamiento. El hombre que, al frente de un
equipo de científicos y tecnólogos, logre blindar el espacio
aéreo de EU --tales los trabajos emprendidos con el llamado
proyecto Guerra de las Galaxias-- o bien de cualquier otro país
de modo que su espacio aéreo resulte inviolable, y cualquier
misil disparado en su contra rebote sin consecuencias, ese
hombre, ese equipo de científicos y tecnólogos, han conseguido
más que la revolución.
La energía nuclear y la bomba atómica son los grandes ausentes
o, si se quiere, presentes de a cuentagotas, en el discurso de
Fidel, en el conjunto de su oratoria y de sus escritos. Desde
que la bomba atómica fue fabricada, cualquier pueblo, Cuba sería
el ejemplo, puede hacer la revolución y un par de bombas acabar
con ella y con el país mismo, recuérdese Japón, que en unos
minutos perdió la guerra. Eso fue en 1945 y se llama Hiroshima y
se llama Nagasaki. Desde entonces la humanidad quiere olvidar
que ha acumulado una capacidad destructiva inédita, donde una
imprudencia nos puede arrojar al abismo. Quiere olvidar la
humanidad pero los políticos se encargan de recordarlo. El más
dramático episodio se vivió cuando la Crisis del Caribe, en
1962. Pero antes de referirme a ella, déjenme decir que la bomba
atómica no surge de la nada o como continuidad de las armas
entonces existentes, sino que es algo nuevo, inesperado, salvo
para unas pocas cabezas pioneras que en laboratorios muy
precarios llevaban adelante algunos programas de
experimentación. Ellos, encabezados por Albert Einstein,
lograron convencer al presidente Roosevelt de fabricar la bomba.
La Ciencia, dentro de ella la Física, dentro de ésta la Física
de Partículas, revolucionaron la percepción del mundo. Una
entidad minúscula del mundo físico, el átomo (su núcleo) iba a
proporcionar la energía más grande entre todas las energías
conocidas.
Si hubieras sabido de todo ese universo, Fidel Castro ¿habrías
cambiado tu título y labor de revolucionario por los de un
científico? ¡Qué disparate! Además, están tergiversando mi
pensamiento, gritó Fidel en mi imaginación. Y sin embargo, una
generación después, su hijo, el primogénito que lleva su nombre
y apellido, el Fidel Castro II, el Fidelito, no se dedicó a la
política en Cuba, sino a la Ciencia universal, no se trataba ya
de “Patria o muerte. Venceremos”, sino de “Espacio y tiempo en
la Filosofía y la Física”, título del libro que es autor,
editado en 1988 en Cuba.
Naturalmente, esto último es simbólico, aunque no tanto pues al
propio tiempo pone en evidencia un nuevo criterio e impulso para
los estudios científicos en Cuba, poco a poco en detrimento del
guerrillerismo. Y en efecto, la hora que hoy se vive es
científica y no política o, si se quiere, primero
científico-tecnológica y luego política. Primero fabricar la
bomba y luego los políticos deciden cuándo y dónde lanzarla. La
bomba lograda el 16 de junio de 1945 en Palo Gordo, territorio
de EU, todavía en curso la II Guerra Mundial en Asia, fue luego
lanzada sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Ya en la posguerra, el secreto que rodeaba a la bomba no fue lo
suficientemente estricto, y desde EU y Gran Bretaña,
inteligentes tareas de espionaje pusieron la bomba en manos de
los soviéticos. Este hecho determinó la bipolaridad y la guerra
fría en el siglo XX hasta la caída de la URSS en 1991.
Remplazada la URSS comunista por la Rusia capitalista, hubo una
detente que hoy parece ceder ante el resurgir de la guerra fría.
El punto es la confrontación entre EU y Rusia con el telón de
fondo de los otros Estados atómicos del mundo y, que se sepa,
son los siguientes: Gran Bretaña, Francia, China, Israel, India
y Pakistán. Estas naciones, contando con menor tonelaje
destructivo, guardan en principio la capacidad de respuesta a
una agresión nuclear o de otras armas de destrucción masiva,
como son las biológicas.
En este clima de enfrentamiento, a poco más de siete años del
fin de la II Guerra Mundial, tuvo lugar la Crisis del Caribe,
desencadenada por la URSS al instalar una base atómica en Cuba,
es decir, de cohetes con cabezas nucleares capaces de sobrevolar
EU en minutos. Naturalmente, la instalación de esta base en
territorio cubano, estaba rodeada del más riguroso secreto, que
Fidel no respetó. Por esos días, proveniente de EU, pasó por
Cuba el entonces premier de Argelia, Ahmed Ben Bella, quien se
reunió con el premier cubano. Y años después, con motivo de la
caída y prisión de Ben Bella en Argelia, Fidel recuerda cómo en
1962 dudó en revelarle el secreto de la instalación de los
cohetes nucleares, optando finalmente por dárselo a entender en
el curso de una conversación. Y Ben Bella comprendió, estoy
seguro que comprendió, asegura Fidel en un discurso pronunciado
poco después de la caída de Ben Bella y que reproduce el
Granma.
En una palabra, Fidel pasa el top chisme a quien considera digno
de saberlo. Es una fuga indebida de información, incluso si se
pensara en Argelia como base aérea situada entre la URSS y el
Caribe. Tampoco sabemos si hubo otras fugas de información, y
esto da pie a preguntarse si la base soviética en territorio
cubano fue descubierta a través de las fotografías de aviones
espías, como aseguró EU, o porque la versión, de boca a oídos,
acabó llegando a conocimiento de la Casa Blanca.
Lo demás es historia conocida. Los cohetes soviéticos fueron
retirados a cambio del compromiso de EU de no invadir Cuba. Eso
fue lo que nos dijo la versión oficial. En realidad el precio
fue más alto, completado de pagar tiempo después, cuando EU
desmantela una base nuclear establecida en Turquía, a una
distancia de los centros vitales de la entonces URSS,
equiparable a la que existe entre Cuba y los centros vitales de
EU. ¿La razón? La base, explican, se ha vuelto obsoleta… cuando
aquí poco importa el armamento, que puede rápidamente ser
renovado, sino las distancias. ¿Por qué esta información se
mantuvo en silencio hasta tiempo después? Porque en esos
momentos de tensión máxima habría dado la impresión de que EU se
rendía ante la URSS; de que Kennedy, con ese revólver en las
costillas, cedía ante Jruschov. Por su parte, Fidel, según de
inmediato trascendió, se puso furioso pues el retiro de los
cohetes no le fue consultado, ni siquiera comunicado, los
soviéticos estaban presurosos por cerrar el expediente. En
posteriores intervenciones, Fidel continuó haciendo público su
desacuerdo y críticas.
Así estamos, se discute el rol jugado por Fidel Castro, visto a
través de las cartas que intercambiara en aquellos días con
Nikita Jruschev. En la primera de ellas, del 26.10.62, Fidel
escribe:
“Querido compañero Jruschov: Del análisis de la situación y de
los informes que obran en nuestro poder considero que la
agresión es casi inminente dentro de las próximas 24 o 72 horas.
Hay dos variantes posibles: la primera y más probable es el
ataque aéreo contra determinados objetivos con el fin limitado
de destruirlos; la segunda, menos probable, aunque posible, es
la invasión. Entiendo que la realización de esta variante
exigiría gran cantidad de fuerzas y es además la forma más
repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos.”
Son las primeras líneas de la primera carta. Los textos
completos de la correspondencia han sido publicados por los
cubanos, de modo que el lector puede consultarlos. Nosotros nos
limitaremos a unos comentarios. Y bien, en estas primeras líneas
nos llama la atención los términos empleados: <lo menos
probable, aunque posible> <casi inminente> <dentro de las
próximas 24 o 72 horas>… ¿y dentro de las próximas 48 horas? Al
parecer, no estaba contemplado, y sin embargo rumbo a las 72
yendo desde las 24, se pasa necesariamente por las 48. ¡Y las 48
no estaban! ¿Quién defendería la isla llegadas las 48 horas?
Desde luego, se trata de expresiones cuyo significado acaba por
comprenderse, pero cuya redacción es más que discutible. No es
el momento sin embargo de pedir respeto al idioma sino
comprensión del idioma, el líder cubano está bajo gran presión,
lo importante es hacerse comprender. En fin, Fidel tiene una
propuesta que hacer y antes que nada, aclara “que se trata de
una opinión personal.” Tal vez ni tiempo ha habido para
consultas suficientes, aclaración necesaria para que nadie se
considere involucrado, sólo Fidel se siente responsable de una
iniciativa que puede llevar a la guerra nuclear. Y la comunica a
Jruschov.
Fidel escribe: “[si] los imperialistas invaden a Cuba con el fin
de ocuparla, el peligro que tal política agresiva entraña para
la humanidad es tan grande que después de ese hecho la Unión
Soviética no debe permitir jamás las circunstancias en las
cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el
primer golpe nuclear.”
Y continúa Fidel: “Le digo esto, porque creo que la agresividad
de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos
llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la Ley y la
moral universal, como invadir a Cuba, ése sería el momento de
eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más
legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución,
porque no habría otra.”
De modo que no importa que se desate la guerra nuclear pues, si
se produce la invasión a Cuba, se descubre que los imperialistas
son tan malos que no hay otra salida que eliminarlos tomando la
supuesta ventaja de golpear primero. Créase o no, esta
iniciativa, viniendo de quien tiene en su territorio instalados
los cohetes nucleares a un paso de ser operativos, trastoca los
roles. Uno porque es el enemigo, otro porque puede hacerle el
juego al enemigo cayendo en la provocación. Y esto no es
disparatado, un avión espía de EU fue derribado en esos días
cuando sobrevolaba la isla. Comunicado el hecho al presidente
Kennedy, éste ordenó no fuera informado a la prensa. Como se ve,
en la ocasión el enemigo resulta ser el más prudente, la guerra
nuclear no la quieren los dos gigantes, EU y URSS, que verían
asolados sus países.
Aquí vemos a Fidel Castro en algunos de sus momentos cuando la
Crisis del Caribe en octubre de 1962. Al frente de la lucha
social el líder cubano se ha ganado ese puesto actuando según
las circunstancias lo requirieran. Ha sido Dantón y Bonaparte,
con la palabra y con la espada. Ha sido Lenin en el intento
socialista, tentados estamos de comparar la toma del Palacio de
Invierno de los zares con la toma del Cuartel Columbia de
Fulgencio Batista en La Habana, ambos sin disparar un tiro. Y
Fidel ha sido Gandhi al adecuar la táctica en los periodos de
desarrollo pacífico y ha sido Churchill en la tenacidad. Pero
Fidel no estuvo a la altura de sí mismo cuando la Crisis del
Caribe. Y ése fue el episodio más trascendente que le tocó
vivir, no solamente el destino de Cuba se puso en juego, sino el
de la humanidad entera. Fidel ¿la Historia lo absolverá? Si el
juicio se hace hoy, la pregunta queda flotando en el aire. Pero
no hay de qué preocuparse. En el peor de los casos, el líder
cubano será seguramente beneficiado por la primera Ley de
Amnistía que se dicte. O bien, si ésta demora en ser sancionada,
recibirá el perdón en mérito a los altos servicios prestados a
lo largo de su carrera. Ahora bien, puede ocurrir que la
audiencia, muy presionada por ávidas multitudes que en la calle
reclaman a su líder, pase a cuarto intermedio remitiendo la
respuesta al futuro, y nadie tiene la bola de cristal. Claro que
sabemos del pasado en términos de 1962. Había que salvar la paz
y en el mismo paquete venía el socialismo. Pero hay un segundo
ciclo que arranca veintinueve años después de la Crisis del
Caribe, en 1991. Ocurre la caída de la URSS y el fin del campo
de naciones socialistas. Siguen como naciones pero como
socialistas simplemente han dejado de existir. Y la paz
permanece, hoy como ayer, siendo el gran objetivo de la
humanidad. En cuanto al juicio que la Historia reserve a Fidel,
el tiempo, si tiene tiempo, lo dirá.