La mar de noche, flauta sola, curva cuando la luna,
aéreo alfanje níveo,
guardadora del sueño astral de la bonanza, los rebaños
del agua en su redil de calas,
playa, andén apacible de las olas, las dunas, entrecejos
de la arena,
las marolas furiosas cabelleras en rocas, en bajamar
rezongos de oleajes,
hidras de agua adormiladas bajo el dosel de los pétreos farallones,
los sollozos del mar amordazados, bogadora hacia
frías lontananzas,
sonoro precipicio de la tierra y garganta enigmática
de astros
frío hondón de los ecos galácticos la cueva del gélido vitral
del infinito.
Respirante cansancio el oleaje y el litoral, un cinturón
oscuro,
desembalado el cuerpo de esta turgente mar,
emergidos los senos de marea,
parturienta de olas, pliegos roncos de los cuadernos
de las pleamares.
Tu vida ahora, un cuenco de elegía, venido a las orillas
de esta noche
pastor de tus recuerdos en páramos de agua,
voz de lo que ya queda de ti mismo
después de tanto amor como un derrumbe,
después de aquellos córvidos ayeres,
picoteadores de la fiel memoria, palimpsesto
con bajorrelieves de ternura,
sangre versal por las amadas muertas, entreveradas
sombras la tuya con las suyas,
trenza de hirvientes frases las tuyas con las suyas,
íntima vecindad tu boca con las bocas (navetas de silencio funerario,
bocas que fueron cráteras de besos)
foso insondable ahora para la eternidad con adioses,
mordazas de distancias.
Lengua de piedra este Paseo errante. Dispersos los rumores
de los bares,
tragados todos por la madrugada. Oculta sierpe el tiempo
en cada hora.
Consuelo insomne para ti la noche, gruta de lejanías
punteadas
por tantos ojos múltiples de estaño, espías
en los filos estelares.
Desnudados recuerdos. Flauta espesa, oleajes de música ondulante
de esta anfitriona soledad. Sonrisa y gratitud,
licor este momento
reconciliado ya contigo mismo, con aquel de tu espejo
confidente
entre las púas de privadas penas. Aquí, reconquistado,
valeroso
como mar mordedora de piedra y sombra vieja,
como esa mar desmemoriada siempre
de sus ahogados, y en verano —oh la vida—, azul entrega
a los veraneantes,
risa de fiesta por la dentadura de su boca bacante
de escancana,
su collar de sargazos y abalorios
de espuma, destrozado de gozo en la roqueda.