Rincón de la Poesía

Rosa Juan Mena
San Fernando



  



 
 

MAR, MADRE Y MAESTRA DE LA VIDA
 

La mar de noche, flauta sola, curva cuando la luna, 
aéreo alfanje níveo, 
guardadora del sueño astral de la bonanza, los rebaños 
del agua en su redil de calas,
playa, andén apacible de las olas, las dunas, entrecejos 
de la arena, 
las marolas furiosas cabelleras en rocas, en bajamar 
rezongos de oleajes, 
hidras de agua adormiladas bajo el dosel de los pétreos farallones,
los sollozos del mar amordazados, bogadora hacia 
frías lontananzas, 
sonoro precipicio de la tierra y garganta enigmática 
de astros 
frío hondón de los ecos galácticos la cueva del gélido vitral 
del infinito.
Respirante cansancio el oleaje y el litoral, un cinturón 
oscuro,
desembalado el cuerpo de esta turgente mar, 
emergidos los senos de marea, 
parturienta de olas, pliegos roncos de los cuadernos 
de las pleamares.
Tu vida ahora, un cuenco de elegía, venido a las orillas 
de esta noche
pastor de tus recuerdos en páramos de agua, 
voz de lo que ya queda de ti mismo
después de tanto amor como un derrumbe, 
después de aquellos córvidos ayeres, 
picoteadores de la fiel memoria, palimpsesto 
con bajorrelieves de ternura,
sangre versal por las amadas muertas, entreveradas 
sombras la tuya con las suyas,
trenza de hirvientes frases las tuyas con las suyas, 
íntima vecindad tu boca con las bocas (navetas de silencio funerario, 
bocas que fueron cráteras de besos)
foso insondable ahora para la eternidad con adioses, 
mordazas de distancias. 

Lengua de piedra este Paseo errante. Dispersos los rumores 
de los bares,
tragados todos por la madrugada. Oculta sierpe el tiempo 
en cada hora.
Consuelo insomne para ti la noche, gruta de lejanías 
punteadas
por tantos ojos múltiples de estaño, espías 
en los filos estelares.

Desnudados recuerdos. Flauta espesa, oleajes de música ondulante 
de esta anfitriona soledad. Sonrisa y gratitud, 
licor este momento
reconciliado ya contigo mismo, con aquel de tu espejo 
confidente 
entre las púas de privadas penas. Aquí, reconquistado, 
valeroso
como mar mordedora de piedra y sombra vieja, 
como esa mar desmemoriada siempre 
de sus ahogados, y en verano —oh la vida—, azul entrega 
a los veraneantes, 
risa de fiesta por la dentadura de su boca bacante 
de escancana,
su collar de sargazos y abalorios 
de espuma, destrozado de gozo en la roqueda.












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