Un profesional es una persona que ejerce su trabajo u oficio, es decir, su profesión, con relevante capacidad, perfecto conocimiento de las materias que trata y más que suficiente diligencia y aplicación. También se le supone voluntad y afán por un continuado enriquecimiento de su profesión, un alto espíritu de servicio a la comunidad y elevadas normas éticas.

Sin embargo -y creo que en esto podríamos contar todos más de una experiencia- lo que encontramos a diestro y siniestro son chapuceros, ineptos, manazas e irresponsables ocupando puestos de profesionales, ejerciendo como tales y amargándonos la vida y el bolsillo. Quién no tiene alguna bonita historia con el dentista que le puso las fundas, los empaste y aquel puente fijo que se llevó tres años cayéndose cada dos días hasta que terminó por arruinarle la boca por completo. O la del fontanero que arregló los grifos, y que menos mal que el seguro se hizo cargo de los daños por la inundación. O la del mecánico que le cambió la junta de culata y que, después de la enésima vez de llevarle el coche, acabó con el estupendo coche nuevo que tuvo Vd. que comprar. O la del albañil, o la de los pintores...

Chapuzas destacadas, teniendo en cuenta que estamos en España, podríamos citar miles de ellas. Valga como ejemplo una que se juzga estos días: la tristísima historia de los militares muertos en el accidente del Yakovlev 42. Chapuza de las autoridades españolas de alquilar un avión ex soviético en manos de una compañía y tripulación ucraniana, en pésimo estado y del que la mayoría de los militares que tenían que embarcar habían dado sus quejas por considerarlo una absoluta tartana. Así acabó, con 62 militares muertos, estrellados en el monte Pilav cerca de Trabzon, en el noreste de Turquía. ¿Responsables? Nadie. Chapuza a la que hay que añadirle la de los encargados de repatriar los cadáveres de los fallecidos. 30 cuerpos aún por identificar, y como el tiempo acuciaba porque había previsto un funeral de Estado por las víctimas, el o los responsables decidieron asignarles una identificación a dedo. Incluso, parece ser que sobraba un cadáver -o miembros despedazados- y como no quedaban más nombres para asignar, se repartieron en los distintos ataúdes. Naturalmente, cuando los familiares supieron del desaguisado, y que los muertos que les dieron no eran sus seres queridos, recurrieron a los tribunales para, al menos, intentar ponerles un nombre a los Pepe Gotera y Otilio de turno...

Se podría seguir con las muchas chapuzas cometidas por políticos, banqueros, arquitectos, jueces, médicos, cirujanos plásticos, etc., etc., pero como me temo que no acabaríamos nunca, y por otra parte no quiero aguarles el día contándoles las barrabasadas de nuestros "profesionales", permítanme que lo cambie por algo más leve, una anécdota. Y que viene al caso, porque el Páter Eudorico Rastrillo era uno más en esta España nuestra de los chapuzas, gremio que suele caminar parejo o formar unidad con truhanes, pícaros, granujas, tunantes e irresponsables de todo tipo.

En tiempos pasados era frecuente que algunos clérigos patearan pueblos y villorrios pronunciando sus sermones en las novenas o fiestas patronales a cambio de unas monedas. El Páter Rastrillo era uno de ellos. Vivaracho y con buena voz, aunque flojo de voluntad y no muy sobrado de recursos intelectuales, el único problema que tenía es que sólo se sabía un único sermón, el cual repetía por donde quiera que iba. Aquella tarde, después de la prédica y tras pagarles lo acordado, las autoridades le invitaron a que pronunciara otro al día siguiente. El Páter, amigo de la pela hasta el morir, y que de ninguna manera podía dejar escapar los dos doblones de oro que le pagaban por el servicio, aceptó sin pensarlo dos veces. Aquella noche apenas pudo dormir pensando en cómo resolver el problema. Sin embargo, cuando llegó la tarde, ya subido al púlpito, se dirigió a los fieles de la siguiente manera:

- Mis muy apreciados hermanos: hasta mí han llegado rumores de que algunas personas malévolas, forasteros sin duda, han comentado públicamente que en el sermón que pronuncié ayer vertí conceptos y afirmaciones heréticas y contrarias al dogma de la Santa Madre Iglesia. Nada más lejos de la realidad. Para demostrarles la falsedad de tales rumores, y que soy cristiano fiel y hombre de principios, os voy a repetir íntegro, punto por punto y palabra por palabra el sermón que os dirigí ayer.

Y les endilgó de nuevo el único sermón que sabía.

Ética, vergüenza, pundonor, seriedad, decoro, dignidad, rectitud, responsabilidad, hombría, conciencia, honestidad, decencia... ¿En España? No lo busquen. Vean la tele y lean la prensa de estos días sobre las declaraciones de los responsables de los casos citados más arriba. Ministros, secretarios y mandos evadiendo toda responsabilidad, escondidos o callados como las meretrices. Ningún responsable de tan criminal chapuza. Ninguno con pelotas para afrontar su culpa y decir con la cabeza alta: "Yo, yo soy el culpable, Señoría..."






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