Dora, la viejita que el Jabalí Sueco asaltó y violó en la
primavera pasada, murió hace unos días. Que lástima porque era
una mujer dulce y serena, y llevó su tragedia estoicamente a la
tumba. Vivía en el departamento del lado y siempre nos dábamos
un tiempecito para copuchar o prestarnos una tacita de azúcar.
La echaré de menos.
Hoy temprano llegaron los nuevos vecinos con jaulas de loros,
monos, y una pantera siniestramente negra a manera de gato.
Vienen fresquitos de el Congo. El vecindario entero vino a mi
departamento a consolarme.
Cuando la nueva familia ya se había instalado golpeé en su
puerta para conocerlos y darles la bienvenida al barrio. Me
abrió un hombre joven de unos treinta anos de edad. Me sonrió
con unos dientes brillantes y blanquísimos, y me estiró la mano
derecha diciéndome alegremente: ¡Bonji Bonji! ¡Caramunda otolama!
Yo le dije en mi mejor castellano: bienvenido a Valby, me llamo
Ian, I A N...
Bonji Bonji estaba sujetando la negrísima pantera con la mano
izquierda. El animal me rugió y me mostró agresivamente sus
garras.
-Ian, gambla oti mana mem -me dijo Bonji señalando a la pantera
a manera de excusa. Y me volví a mi departamento sintiéndome un
buen vecino. Pero confundido...
Esa noche no pude dormir. Los rugidos del felino, los chirridos
de los simios y los gritos de las aves me mantuvieron despierto
hasta la madrugada. Y a las cinco de la mañana, cuando había
logrado cerrar mis ojos, irrumpió la familia Bonji en mi
departamento: Bonji, la señora Bonji y los dos niñitos Bonji. Me
cantaron ¡Ian Ian, tanhualali tanhualó, tanhualali tanhaulí,
tanhualí tanhuaó!
Traían enormes canastos con frutas africanas, una bebida
alcohólica que olía a mangos, y un monito en una jaula de bambú
a manera de regalo. Se sentaron en mi cama mostrándome sus
alegres sonrisas de marfil y soltaron al monito. Este cayó en
mis hombros de un solo brinco. Después del desayunazo fui a
mirar en mi refrigerador pero tan solo había una salchicha
danesa a medio comer y una vieja lata de tomates. No teniendo
como retribuir su gesto de amistad les dije en mi mejor
castellano:
-Mañana, mañana los invito a comer empanadas al horno y vino
chileno Santa Rita.
Los niñitos gritaron ¡Santa Rita, Santa Rita! Y la señora Bonji
me obsequió una estruendosa carcajada. Se retiraron de mi
departamento a mediodía y el monito se acurrucó en mis hombros.
Ambos nos quedamos profundamente dormidos. El monito y yo fuimos
a comprar ingredientes para hacer empanadas de pino, y también
dos botellas de Santa Rita. Y Orange Súper para los niños. El
mono me señaló los plátanos con monstruosos chirridos. Cuando
las empanadas estuvieron listas, golpeé en la puerta de mis
nuevos vecinos y me abrieron con sendas carcajadas y gritos.
-¡Empanadas, Empanadas! Santa Rita! ¡Ian Ian!
Y yo les dije -No beban Santa Rita, se acostumbrarán...
Su departamento estaba lleno de hamacas, lianas y palmeras,
monos saltando de una pieza a la otra y loros y papagayos
graznando desde las ramas. La pantera me sonrió atentamente
desde un rincón, mostrándome sus garras y sus colmillos.
Pasaron los días y los nuevos vecinos hacían su vida
normalmente, si es que se puede decir así. Bonji se levantaba
tempranísimo y salía a trabajar en una bicicleta destartalada.
La señora Bonji llevaba a los niñitos al colegio y luego
conversaba con los otros vecinos y vecinas del barrio en
congolés, los vecinos le hablaban en danés y yo en castellano.
Una tarde entró Bonji a mi casa, sin golpear como de costumbre,
y se veía atribulado. Me mostró un video y me dijo:
-¡Tambla video... canrami Congo! ¡Canrami! -y le salieron
lágrimas de sus ojos rojos. Pusimos la cinta en mi máquina y lo
que vi no puede describirse. La República Democrática del Congo
2008. Producido por la Cruz Roja Danesa en el país, mostraba la
alarmante decadencia política, social y moral de esa nación.
Desde la provincia de Dungu en el norte hasta Catanga en el sur,
los cuatro jinetes del Apocalipsis desatan su ira sobre la
población congoleña. Ejércitos de niñitos vándalos recorren el
país asesinando a diestra y siniestra. Matones armados con
metralletas, pistolas, machetes o lanzas, uniformados, deambulan
matándose unos con otros.
Pero las víctimas son las mujeres. Es una guerra contra las
mujeres. Niñitas de siete años de edad son violadas
despiadadamente por esas pandillas de monstruos. La superstición
y el SIDA van mano a mano. Los matones ignorantes violan a bebés
porque creen que de esta manera no se van a contagiar con SIDA.
Mientras mas jóvenes, mejor es el remedio...
Lo que Bonji me estaba mostrando con ese video, no podía
situarlo con su la alegría de vivir y la felicidad de su
familia. Las risas, las bromas... De esta realidad venían
huyendo. Bonji me abrazó hablando en congolés como de costumbre.
Yo lo traté de consolar en castellano. En realidad, a pesar de
que idiomáticamente jamás nos habíamos entendido, la humanidad
de nuestra comunicación era perfecta. No habían malentendidos.
Bonji y su familia son ahora parte del inventario de nuestro
barrio, Valby. Salimos juntos a la Calle Larga a observar los
milagros cotidianos. Vamos al Café Ciré en las noches junto a mi
amigo Niels. Asombrosamente han aprendido a hablar danés a la
perfección. Pero nosotros seguimos diciéndonos -¡Bonji Bonji! ¿Altalamará
man o biba? A lo que yo le contesto -¡Sí sí! mañana vuelvo a
hacer empanadas de pino, puh!
Y el me dice alarmado -¡Santa Rita Santa Rita! atalamará
ACOSTUMBRADO!
Mi mono juega con los perros y gatos del barrio, y la pantera me
ronronea cuando le rasco la guata. ¡Ah! ¡Viva la integración!