261. Un hombre excelente busca con desesperación en los otros un
modelo para superarse, pero un hombre mediocre considera que su
mezquindad es una medida insuperable.
262. Si no te conviertes en un diamante, no podrás resistir el
rayado que te hará sin compasión en tu alma la vida.
263. Una sola opinión nos hace ver la vida como por el ojo de
una cerradura, que rara vez coincide con la llave de la verdad.
264. Solos bajo las incógnitas del infinito, los humanos
carecemos de un paraguas que nos libre de la lluvia de las
inquietudes; un paraguas que podría ser una certeza que nos dé
luz en la noche sin amanecer de la ignorancia de lo que hay más
allá de nuestros conocimientos.
265. Muchos elogios echados a la vida no disimulan del todo la
zanja de sus engaños, como las muchas coronas de flores no
disimulan del todo el ataúd del difunto.
266. La única razón para liberar al espíritu de sus compromisos,
problemas y afectos es la de que encuentre otros mundos y luego
vuelva a nosotros como la paloma al arca de Noé con la rama de
la esperanza de que un día seremos libres no sabemos en qué
otras dimensiones.
267. No porque se haya muerto más de una vez en la vida se está
preparado para morir la última.
268. La escalofriante exactitud de la matemática, como la
ambiciosa precisión de la palabra, es como la linterna en el
túnel del conocimiento y la medida que organiza el caos.
269. La maldad es al instinto de supervivencia como la cizaña al
trigo.
270. Todos los saberes se modifican en razón de novedades o
intereses; solamente la experiencia del sufrimiento permanece
fiel a sí misma.
271. La esperanza tira del carro de los proyectos, pero, a
menudo, se rompe la cuerda de la constancia.
272. La palabra firme es como el tallo de un junco: lo puede
doblar por unos instantes el viento de la adulación, pero no lo
arranca.
273. Buen maridaje el de la soledad y el silencio, pero
peligroso su linaje de confidencias y recuerdos que perturban la
morada de lo que pudo ser un callado sosiego.
274. En el ojo de la compasión cabe el mundo.
275. El pesar por un error cometido nos hace llamar con
insistencia a la puerta del pasado, aun a sabiendas de que
detrás de ella ya no vive nadie.
276. El dolor, con ser lo más universal, es también lo más
individual: cada uno piensa que el suyo es el único existente o
el más grande.
277. Queremos atracar en el muelle de la felicidad, pero no
sabemos echar el nudo, o bien es demasiado débil y lo deshace
fácilmente el viento de los avatares o el de nuestra torpeza.
278. Nuestra memoria es nuestro más severo juez; desde su
estrado nos vigilan quienes más amamos y quienes más nos odian.
279. Sólo quien conoce la fragilidad y la malicia del ser humano
tiene el derecho a mentirle y el deber de compadecerlo.
280. En el dolor se entienden quienes discrepaban en todo lo
demás.