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La Mitad de los Cristales
de Adolfo Marchena y Luis Amézaga

© Adolfo Marchena (Vitoria)
© Luis Amézaga (Vitoria)
Diseño de portada: Espiga cristalizada de Losson
Editor: Bubok Publishing S.L.
Depósito legal: PM 846-2009
ISBN: 978-84-9916-065-8
Impreso en España

Amigos de IslaBahía, les escribo para compartir con ustedes y con los amigos de la revista Arena y Cal, este libro que acabo de publicar junto a mi amigo el escritor Adolfo Marchena. Desde hace un año nos solemos reunir en una cafetería de la ciudad a tomar café y conversar sobre lo humano y lo divino. En una de esas tertulias surgió el proyecto que ahora se ha materializado bajo el título: “La Mitad de los Cristales”. Son textos breves, sugerentes invitaciones a la reflexión ética y estética, al amor descarnado, a las poliédricas postales de la soledad, al humor herido. Creo sinceramente que recoge lo mejor de cada uno de nosotros (en mi caso no es decir mucho). Lo hemos hecho casi en su totalidad: contenido, diseño, maquetación… Sólo hemos contado con la editorial Bubok (sello donde hemos publicado) para la gestión del ISBN. Ha sido una experiencia nueva y estimulante. Ellos no hacen tirada previa. Editan según se hacen los pedidos. Aparte de algunas librerías locales, la comercialización se realiza exclusivamente a través de Internet:
 
http://www.bubok.com/libro/detalles/8559/La-Mitad-de-los-Cristales
 
“La mitad de los cristales” se derrama en la escena, la reflexión estética y el regate en corto. La afinidad de dos colegas que se debaten con la palabra, queda plasmada en estos ciento catorce textos, cada uno asomándose a las fuentes que refrescan su literatura y estilo personales.
 
En palabras del escritor y articulista Juan Planas Bennásar: “En sus textos, a ráfagas, la poesía y la prosa apenas se distinguen: se anudan como en un abrazo y una metáfora. La cópula une, pero también multiplica. No me cuesta creer en ese milagro ni soñar que la cafetería de Vitoria, donde nace su creación, existe, en cualquier otro lugar cuando uno se sabe, siempre, en la frontera o más allá: en terreno de nadie. Ese territorio virgen no podrán ocuparlo, jamás los de siempre. Los bárbaros”.
  
Un abrazo
 
Luis Amézaga

La Mitad de los Cristales  La Mitad de los Cristales

Portada y Contraportada


Dos textos del libro “La Mitad de los Cristales”

Medias

El escritor observa a través de la concavidad de las medias. Un bosque lejano en la ribera de la barra. La mujer que ojea una revista. Ruido en la esquina del tránsito. Las marionetas han dejado de bailar y beben cerveza caducada. El hueco que deja la tapa de la alcantarilla se torna entrada de un hormiguero. Las medias cubren los abismos, las piernas de seda de una mujer morena. El escritor desvía la mirada y se adentra en la jungla de su cabellera, pintura acrílica. En la distancia de los corceles enlutados. El negro de la noche y los vestidos de novias descontentas. Cualquier acercamiento a la conversación revela un trance. Mirar no deja de ser un gesto oneroso. El escritor regresa a las páginas y la mujer morena desaparece entre el cutis de las medias.



Parte de la misma tajada

Las líneas discontinuas de la carretera nos leen el futuro. Somos tan frágiles que no guardamos una copia de seguridad. ¿Me llamabas? Quién eres tú. Soy yo mamá. Mi hijo era mucho más guapo y más alto y vestía con elegancia. Mira, llueve. No, son lágrimas, mamá. Qué hago aquí. Estás en casa, conmigo. ¿Ya lo sé, te crees que me he vuelto loca? Ven que te peine. Que me peine la niña. En esta casa no hay niñas, ya no. Berta tiene cuarenta años y vive en Valencia. Quién es Berta. Tu hija, mamá. Deje de llamarme mamá, impostor. La mente da vueltas en busca de una pista fiable. Tortura es sufrir sin saber quién sufre. No es posible la muerte digna cuando se deriva de la vida autómata. Bebe, mamá. Me quieres envenenar. No digas bobadas. Un rayo de sol y deja de prestar atención a las caricias. Allá que se van sus ojos para perderse sin remedio. Los gatos son menos indiferentes a lo humano. Pero también les gusta la luz que calienta. En qué soñará su madre, piensa mientras tira el pañal sucio. Se está volviendo, a pesar de las apariencias, en un ser amargado. Su madre está desaparecida en un laberinto y él ha hipotecado una posibilidad de vida, la que fuera. Dos por el precio de uno, murmura cuando acaban de dar las señales horarias en la radio.












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