VENERANDO MURCIANO LEÓN:
UNA POESÍA SENCILLA, VIVENCIAL Y FAMILIAR.
“Hay días de nube blanca,
de chispa, de sonrisa y cielo.”
(Duende)
DATOS BIOGRÁFICOS Y POÉTICOS: “Infinitas en vivencias”
Venerando Murciano León es una persona polifacética que gusta de
la palabra clara y precisa y deja reposar sus textos. Él mismo,
al preguntarle desde cuando escribe nos dice: “Me ha gustado
escribir desde siempre. Empecé con mis diarios de adolescencia.
Tengo unos cuantos borradores de diferentes géneros. Últimamente
escribo más poesía por aquello de que es más fácil empezar y
acabar y decir más cosas en poco espacio de tiempo.”
No
se apresura nunca ni en sus juicios ni en sus escritos. Para él
escribir tiene un significado importante: “Me sirve –confiesa-
como punto de encuentro entre las percepciones de mi
subjetividad y mis aspiraciones. Creo que lo utilizo como método
de reflexión ante lo que me pasa. En realidad se trata de volver
a saborear por segunda vez lo que te ocurre”.
Sus poemas son composiciones elaboradas, aunque él diga que no
tienen importancia, y merecen ser conocidas por aquellos que
aman la poesía y la sienten como un género imprescindible para
el ser humano porque es el que nos remueve los sentimientos,
porque es el que nos hace ser personas. De ahí que diga de su
obra que es “ Sencilla, vivencial y familiar. Nada más”. Y
nosotros podemos apostillar “Y nada menos”. Él considera que
“Escribir poemas no es difícil. En toda vida existen días de
fiesta, plomizos, nostálgicos, con duende... En realidad, creo
que cada instante de nuestras vidas posee un poema. Lo que
ocurre es, que en la mayoría de los casos, no le ponemos letra.
Solo en ocasiones, aprovechando que tienes a mano un bolígrafo y
una servilleta de papel de bar, -que en principio debería servir
para recoger los apósitos de harina que la ensaimada ha dejado
sobre las comisuras de los labios- das forma gráfica, siempre
desdibujada, a unas sensaciones”.
Venerando nació en Cañete, un hermoso pueblo de la Serranía de
Cuenca, el 28 de marzo de 1949. De alguna manera siempre ha
estado vinculado a Cañete a donde regresa en cuanto puede. Así,
refiriéndose a su pueblo, nos dice: “...Cada vez que montado
sobre el asfalto, me alejo de los trinos de los pájaros de los
Balladares, una parte de mí se rompe en forma de lágrima... ¡Qué
nadie me hable... hasta que las horas y la orografía cierren mis
carnes!”. No obstante, su poesía no describe el paisaje, sino
los sentimientos, en todo caso el paisaje interior. Si seguimos
con su itinerario vital, de muy joven siguió sus estudios en La
Salle entre Teruel y Mallorca, aunque nunca perdió sus raíces y
vuelve, como veremos, a ellas una y otra vez. Acabó sus estudios
de magisterio entre Mallorca y Barcelona y se especializó en
Pedagogía Terapéutica en la Ciudad Condal. Desde 1974 ejerce su
profesión de maestro con total vocación. Es padre de tres hijos,
Mireia, Toni y Joan hacia los que va parte de su mejor poesía.
Aparte, Venerando es un defensor del trabajo cooperativo y fruto
de ese afán publicó “El color de una utopía” en donde nos habla
del proyecto Balmes, en Hospitalet de Llobregat, su afán desde
1985. Es, por lo tanto, una persona de convicciones férreas que
no se deja llevar por la primera impresión.
El autor cañetero es un entusiasta de la lectura y no duda en
decirnos qué libros le han impactado más como lector y- por
supuesto- como escritor. Es un lector convulsivo y voraz: ”Leo
toda novela que cae en mis manos. En la lectura sí que busco el
fondo. No es que desprecie la forma, pues hay textos que te
deleitan como un atardecer sereno o un arroyo exuberante, pero
busco todo aquello que me dice cosas con las que me identifico.
Acabo de leer un libro, por decirte uno a modo de ejemplo, que
me ha encantado: La historia del rey transparente”, de Rosa
Montero. En poesía mis preferidos son Miguel Hernández, Pablo
Neruda, Gloria Fuertes, Quevedo… En teatro me impresionó, desde
joven, Buero Vallejo. En general mis preferidos han sido los de
la Generación del 98.Aparte de lo literario un autor del que me
he leído todo es Wraian Weiss “. Es, pues, un lector de gustos
variados y eclécticos que, como bien resume, dándonos una
lección de sabiduría: “De todas maneras no soy fan incondicional
de casi nada. Ya sabes; pertenezco al mundo del cooperativismo…”
Venerando
es una persona curiosa, aunque modesta que nunca creyó que sus
poemas mereciesen más atención que la de ser leídos por un grupo
de amigos, de ahí su pudor y su resistencia a ofrecerlos al gran
público, lo cual hacemos hoy desde aquí y no podemos menos que
agradecerle su confianza. Así, es muy consciente de que su
poesía no está en los cauces comerciales, por lo tanto, cuando
se le pregunta qué opinión le merecen los premios literarios, no
vacila al responder: “Supongo que no siempre se les da a los
mejores. Pero está claro que a quien se le concede tiene la
posibilidad de que se le lea y se le anime a escribir más. No me
he presentado nunca a ningún certamen con premio; entre otras
cosas porque considero que mis escritos no son lo
“suficientemente comerciales” como para que se les dé un
premio.” Venerando, pues, no tiene ninguna pretensión más allá
del mero hecho de escribir, que ya nos parece bastante. No
pretende, cuando escribe, transmitir ningún tipo de valor ni
moralizar: “ No suelo planteármelo. Puede que la casualidad haga
alguna de las suyas; pero siempre he dicho que “yo me tengo que
encontrar el poema”. En principio no suelo ir a buscarlo salvo
en raras ocasiones. En consecuencia no suelo partir de una
intención ni didáctica ni moralizante.”
Nuestro
autor ha participado en distintas revistas y ha escrito varios
libros, una novela titulada “El señor de La Salle”; el volumen
en el que habla del trabajo cooperativo que acabamos de citar,
“El color de una utopía” y un libro hermoso y emocionante en el
que recoge los recuerdos de su madre, Teodora León Martínez, a
la que en Cañete se conoce como “La Veneranda” que es,
precisamente, como se titula el libro y, obvio decirlo, el
nombre del poeta a quien hoy dedicamos este estudio. El propio
Venerando de manera sencilla repasa su producción y comenta
“Utilizo más la poesía. En ocasiones con prosa y las más en
verso. De la versificación me interesa especialmente el ritmo.
La rima y el metro los utilizo cuando me salen de una manera
natural ... Tengo guiones, más o menos serios, de
representaciones. Y bastantes artículos.”
Como escribe Miguel Romero Sáiz en el prólogo de “Hontanar de
poesía de Cañete” cuando se refiere a Venerando: “Son muchos
años vagando entre la pluma y el papel. Sus intentos se conjugan
en realidades muy pensadas pero que no reflejan del todo el
valor de su destino. Él esquiva las progresiones del poeta, su
blancura y su silencio. Hace versos al hilo de sus
acontecimientos y busca en cada instante de su propia vida, muy
sufrida, las alegrías de los seres que le rodean, a los que
tanto quiere, convirtiéndolo en canto lírico”.
No
obstante, pese a su dilatada andadura, Venerando Murciano ha
publicado algún artículo en la revista “El postigo” de Cañete;
ha preparado para sus amigos el libro “Hontanar de poesía en
Cañete” y tiene a punto el volumen “Salpicaduras del camino”, al
que nos referiremos ampliamente aquí y que incluye también los
poemas de “Hontanar”.
También ha escrito un par de poemas, embargados de emoción, a la
Semana Santa de Cuenca, que él recoge con el genérico de
“Imaginería”.
A Venerando Murciano le pasa un poco, salvando las distancias,
lo que a Fray Luis de León que decía que se le cayeron los
poemas como florecillas de las manos y, si los leemos bien,
veremos que son de los mejores poemas de la literatura
renacentista. Llevado de su pudor, Venerando nos dice de sus
poemas que son: “Solo son eso: un reducido puñado de momentos,
pasados de la servilleta al ordenador. Todavía quedan más
cuartillas dobladas en mil formas, producto del tergal del
bolsillo sobre mi muslo. Pero las dejaré, por el momento, que
duerman, como dice mi admirado Antonio Gala, en ofrenda de
pudor. Y digo pudor porque cada salpicadura es un descorche
intimista; es una vivencia derramada...”
Su poesía está hecha de vivencias propias y le interesa más la
idea y el sentimiento que no la forma, como ya se ha dicho (no
duda, si los necesita, en incluir términos, a priori poco
poéticos). Las interrogaciones retóricas, las exclamaciones, las
suspensiones y el tono directo son esenciales en su obra, así
como los versos de distinta medida, los encabalgamientos y ese
encadenamiento que hace de palabras en principio prosaicas pero
que él dignifica con el verso. Así nos cuenta acerca de sus
preocupaciones formales: “La arquitectura poética, a pesar de
conocerla, no es mi fuerte. A veces me he visto sorprendido en
un metro, en un ritmo o rima determinado sin darme cuenta que lo
hacía. Por eso digo que estos versos solo responden, con metro o
sin él, a efusiones de mi yo; y en todo caso, quiero creer que
son oraciones de la liturgia subjetiva de mi sentir.”
Su obra poética, hasta la fecha, se concentra en “Salpicaduras
del camino” que divide en cinco partes, cinco salpicaduras.
Venerando en el prólogo a este poemario siente que es complicado
llegar a todos los lectores y justifica, de alguna manera, sus
motivos a la hora de escribir: “Supongo que si Salpicaduras
llega a manos de un “técnico”, intentará entresacar su
arquitectura poética; si se trata de un romántico, buscará
explosión anímica ; si realista, la plasticidad... ¡Qué feliz
contentar a todos! Pero no ha sido ese mi punto de partida. Para
mí, escribir es un contento; y ese objetivo lo tengo cumplido.”
AMOR: “Pues nuestro amor no es azar”
La poesía de Venerando es poesía del sentimiento, que salpica,
como el título de uno de sus libros, y conmueve por dentro. Para
él:
“Mi sentir es el amor,
mi amor es el mejor sentir;
me sublimas el temor,
y sin ti siento morir”. (Amor).
Da vueltas en torno al misterio del amor y no acierta con la
respuesta, el caso es que el amor resulta paradójico porque,
como dice el poeta, con referencias muy teresianas, “Y el que
quiere por ti muere”; eso es el amor, un enigma:
“No sé de dónde vienes.
Apareces cuando quiere.
Me viajas sobre las nubes,
Aprisionando mis sientes.
¿Eres, Amor, un esclavo?
¿Eres Señor de los Bienes?”( Amor)
Para él la persona amada lo es en cualquier circunstancia, ya
que es quien le da aliento, quien lo refleja, en un estilo muy
cercano a Salinas, quien lo proyecta, como leemos en el poema
titulado “Te quiero”:
“Con los ojos tristes.
Con la pena a cuestas;
como soy...
Porque me quieres,
porque me alientas,
porque a tu lado soy más,
porque te quiero...
te quiero. “
Para él no hay distancias cuando se trata de la persona amada,
ya que ese sentimiento le da fuerza y le da vida. Eso sí, sin
caer en tópicos ni en lugares comunes:
“Y despreciando distancias
y por encima del viento,
soñando que tú me quieres,
voy recobrando el aliento.” (“Distancias”)
No obstante, él también sabe de las dudas y temores de la amada
y, pese a todo, o sobre todo, mejor dicho, la quiere y la
protege:
“Ola y arena;
amanecer y luna;
corazón blanco en alma enamorada.
He besado, al alba, tus temblores,
bajo la luz de un sol incipiente.
He acariciado tus miedos,
cabalgando sobre la brisa amarga de tu
Mar
y te he querido.” (“Amanecer”)
Para Venerando, en una imagen muy plástica, somos “furtivos del
cariño”, que ansiamos siempre las migajas del amor, eso somos y
eso nos aguanta en pie:
“Furtivos del cariño...
Eso somos.
Robamos jirones de vida a la vida,
como hambrientos,
como mendigos de amor.
Y soñamos esperanzas nubladas,
temiendo horizontes cercanos (Furtivos)”
No obstante, tanto se alegra su alma ante el amor, tanto le debe
a ese sentimiento hondo y avasallador que, en tono de canción,
no puede evitar exclamar:
“¡Que refrescante es cantar,
entre silencio y corchea,
marcando ritmos alegres,
en la canción del amor.!” (Canción)
SIEMBRA AMOROSA: “Y que un día te sembré”
El amor no es solo un sentimiento, más o menos sutil, más o
menos reconocible, no, para Venerando es una fuerza, un empuje
que lo proyecta y lo vive, desde dentro y desde fuera y que
logra su culminación en la unión amorosa, en la fusión:
“Hoy, ya estamos en fusión,
De simiente, sangre y alma.
Somos ríos que caminan,
Fundidos buscando el mar,
Cantando alegres al paso,
De valles, silbos y sal.
Te amo porque te amo.
Me río con tu cantar.
Sueño con tu amor eterno,
Pues nuestro amor no es azar” (“Encuentros”)
La fusión amorosa se convierte en una experiencia llena de
intimidad, cercana al misticismo porque no hay palabras que
puedan explicarla:
“Un roce de piel...
y mi fuego se descontrola en cálida torrentera;
mis manos se van,
mi sangre bulle,
mi mente se desborda,
mi corazón explota...
No soy yo; ya soy Tú”.(Momento)
Las aspiraciones del poeta, como ser que ha amado, no buscan un
futuro, se concentran en lo que sido:
Sobre mi voz, sangría y humo.
Sobre el alba incumplida,
deseos hambrientos. No espero cosecha.
Me basta con saber que eres:
suspiro, brisa, llovizna, sol, trueno...
Y que un día te sembré.(Éxtasis)
El deseo, lo que no ha sido, el separarse, la sensación de no
saber, de no sentirse, de estar a medias, todo eso nos transmite
su poesía:
“Sobre mi voz, sangría y humo.
Sobre el alba incumplida,
deseos hambrientos.
En el adiós... un parto de esperanzas.”(Parto de esperanzas)
No obstante, no hay nada más hermoso que una pareja amándose,
tanto es así que Venerando ni por un momento duda de que Dios
bendiga este momento:
“Mis poros contra tus poros;
mis labios entre tus senos,
tus ojos que me acarician.
Surges fuente clamorosa,
y Dios bendice la siembra.” (Pasión)
La poesía de Venerando se llena de sensualidad, nunca de
irreverencia, se vuelve cálida y muy íntima y no se queda solo
en las alturas, sino que desciende al amor de los cuerpos, al
encuentro amoroso, pero lo hace con elegancia, con sutileza, con
esa especial sensibilidad que caracteriza su mirada de hombre y
de poeta.
EL SER HUMANO, LA VIDA, EL YO: “Y también sangro”
Venerando Murciano se siente aislado del mundo, no vive en su
torre de cristal ni piensa que sea especial por el hecho de
saber transmitir lo que otros sienten también, pero son
incapaces de nombrar. Venerando se siente uno con los demás y
aspira a ser, solo es, ni más ni menos, ser humano, como escribe
en el poema que titula así mismo:
“Amo:
el agua clara,
la lluvia fuerte,
la llovizna acariciante.
Me enardece:
la ola brava,
el viento sólido,
y hasta el trueno que ensordece.
Me levita:
una sonrisa enamorada,
una mirada que besa,
un cuerpo que abraza.
Me sueña:
una rosa nueva,
la piel de una mujer,
un ser humano.
Y tú eres:
.agua, lluvia y llovizna
.ola, viento y trueno
.sonrisa, mirada y cuerpo
.rosa y piel...
Pero sobre todo ...
UN SER HUMANO”
Lo más importante es, para el poeta, el día a día, no las
quimeras, sino las realidades, lo que cada uno haga con su vida
porque:
“La vida no es un futuro,
que el futuro aquí se fragua,
pues los ríos forman mares,
y en las fuentes solo es agua.” (Desafío)
Al fin y al cabo, hombre es, y como dijese Terencio, nada de lo
humano le es ajeno porque:
“Desde la cima de mis días, veo,
que siempre queda rescoldo...
Pero te comprendo
pues voy en el mismo carro...
y también sangro.” (Despedida)
Venerando no está seguro de nada, duda y, por lo tanto, sufre y
avanza en su camino a base de hacerse las preguntas que todos
alguna vez nos hemos hecho, pero que él se atreve a formular en
voz alta, casi a gritos:
“FUTURO soledad, dolor
¿Quién soy?
¿A dónde voy?
¡Me hielo!
¿Vida?
¿Camino?
Estoy cansado
¡¡¡Necesito una rama!!!”(Flores de cenit)
El miedo es paralizante y a veces puede más que la voluntad del
poeta:
“¿Dónde habitas, Frustración?
¿A dónde escondes tu engaño?
¿Por dónde siembras tu muerte?
Haces que vivamos muertos,
que arrastremos nuestro incierto;
que el horizonte no tenga azul
ni la esperanza sueñe en verde;
que con nuestro esqueleto al hombro,
sonambuleemos laberintos sin fin”. (Frustración)
Eso tanto da porque puede más la fortaleza y la decisión y el
sentirse en comunión con los otros seres humanos:
“Vivir con desasosiego,
sobrevivir, diciendo no,
escuchar el grito de frustraciones ajenas...
Es igual;
soy un humano;
me revuelco en mis lloros
en mis anhelos
en mis fracasos.
En el trabajo, intereso
Mis hijos, me necesitan
Mis hermanos, recelan
Mi madre, mujer, me aguantan
Mis enemigos, me temen.
Difícil mi caminar. (Crisis)
Pese al amor y a la esperanza que supone sentirse enamorado,
Venerando sabe de dudas, siente pesares, se formula
interrogantes, como acabamos de ver, y se siente perdido porque:
“El desasosiego es eterno.
Nada en los pies;
desamparo en el alma.
¡Sólo.. Qué sólo!
Tan sólo las lágrimas te consuelan
¿Hacia dónde se cae cayendo?
A veces...pluma;
en ocasiones plomo.
No hay voces,
ni manos,
ni ramas
a las que cogerse.
¡Hoy me caigo, buen Dios! (Caída)
Nótese como, de nuevo, Dios es el asidero del poeta. No escribe
poesía religiosa propiamente dicha, salvo algunas excepciones
oportunamente comentadas. No obstante, toda su poesía respira
ese acento hondo que nos lleva a la divinidad.
Por último, tras desgranar esas dudas, esos vaivenes de la vida
vivida a flor de piel, llegamos a lo más duro, al enfrentamiento
consigo mismo, al yo, a aquel que siempre va con nosotros y al
que no podemos engañar y, sin embargo, no llegamos a conocer del
todo, ésa es la gran paradoja del ser humano, conocer antes a
los otros, que a uno mismo:
“YO?, le pregunto a mi silencio.
Cual ?:
El yo del café?
El yo de la clase de literatura?
El yo Director?
El yo del silencio defecante ?
El yo del adiós hijos y lágrima?
El yo del beso de mi hijo de dos años?
El yo del sexo?
Cual?...
El " YO" de mi silencio y " YO" (Yo)
Hay un poema que Venerando titula “Identidad”, aunque en
“Hontanar” lo ha llamado “Emigrante” que concentra toda esa
búsqueda del poema por conseguir desentrañar la propia
identidad:
“Nací de la tierra,
en la tierra;
para la tierra...,
y estoy sin tierra.
No quiero tierra.
Pero entonces...
¿Quién soy?”
A esta pregunta no hay respuesta, sin duda, porque la respuesta
se va perfilando día a día; de ahí que el poeta vea, con total
nitidez, que la soledad, el vacío, a veces o el miedo nos
acompañan como compañeros de viaje, compañeros eternos, como se
verá en el siguiente apartado.
DESAZONES Y SOLEDADES: “Busco la luz”
Enlazando con el anterior apartado, y relacionado con él, vemos
que la poesía de Venerando Murciano va centrándose en todo
aquello que preocupa al ser humano y que casi nunca se ve porque
son sentimientos, intuiciones, nostalgias y soledades. El poeta
siente en carne propia esa desazón y se pregunta:
“¿Hacia donde camino sin camino?
A veces se me rompe la risa.
A veces sólo hay cielo gris.
Hoy, simplemente camino,
porque ni el matojo,
ni la flor,
ni el cielo...
me caminan (Camino)
Y es que, en definitiva, el poeta manifiesta un ansía que le
lleva a seguir preguntándose, aunque de manera más concreta y a
darse cuenta de que ya tiene la respuesta:
“¿Pido luz...?
No.
Busco la Luz;” (Luz)
El poeta es ese ser humano que siempre está de guardia y que se
da cuenta de lo que otros no vemos o acaso no sabemos ver, y es
que:
“Olvidamos :
que amanecemos solos;
que mamamos con nuestra boca;
que besamos con nuestros labios;
que el corazón batea a su ritmo
y llora y ama en silencio;
que acariciamos con nuestros ojos;
que sonreímos con nuestra alma.
...y cuando el Sol se apaga...
solos viajamos en nuestro Infinito. (Soledad)
A lo largo de esta breve aproximación a la poesía de Venerando
Murciano estamos observando distintas constantes, una de ellas,
y no la menos importante, es el empleo de los interrogantes.
Venerando se cuestiona continuamente y gracias a ese preguntarse
una y otra vez avanza, porque en la pregunta ya hay, implícita,
la respuesta. Al fin y al cabo, todos buscamos lo mismo, como
leemos en este poema:
El poeta conquense se sabe unido a los demás, al ser humano,
como ya ha quedado dicho; de ahí que muy a menudo trascienda su
propia realidad y nos hablé de los demás, de los amigos, de su
madre, de sus hijos. Y lo hace para sentirse en comunión con
ellos, para vincularse más a ellos.
Así dedica un poema a una amiga y, viéndola feliz, se siente él
también dichoso:
“Te veías creadora,
artesana, semidiosa...
Hoy soy feliz:
he tocado la ilusión,
en el alma de una amiga.” (Barro)
Venerando tiene tres hijos y hacia ellos van palabras rotundas,
sentidas, preguntas sin respuesta y toda la esperanza:
“Irrumpisteis en mi existencia,
acariciados por mi inconsciencia
existencial.
Un esqueje sobre mi tronco;
Un eslabón sobre mi cadena biológica.
Un empujón sobre mi proyección
cósmica...
A lo mejor...
quedó roto mi silencio,
pues absorbisteis mi savia,
oxidasteis mi cadena,
me pegasteis al camino...
O quizás...
¿me hicisteis gritar;
disteis brillo a mis grilletes;
y alas a mis toscos pies?”
Los hijos no dan respuestas, más bien vienen a formularlas,
pero:
“Lo mismo da...
Sois mi eslabón,
mis pies,
las flores de mi camino,
mi alma,
mi ilusión,
¡sois mis hijos!.”
A su hija dedica un poema extenso en arte mayor que muestra el
gran vacío que llenó en el alma del poeta con su nacimiento:
“Eres el sueño más viejo de mi alma.
Sobre el amanecer de mi conciencia,
ya te acaricié, te besé sin continencia;
y desde entonces no hubo en mí calma.
Cuando un dos de agosto llegaste al
mundo,
todas mis dichas colmaron su anhelo.
Eras mi pan, mi miel, mi sí rotundo.
Hoy al cumplir tus veinte me desvelo,
escudriñando en tu gesto profundo,
las futuros que anhela tu cielo.” (Hija)
No obstante, Venerando Murciano es objetivo con los suyos y no
olvida darles consejos cargados de honestidad y de verdad:
“No quisiera hijo-amigo,
que un día,
por no explotar,
se convirtieran en pena,
que hubiera que lamentar.
Rompe el cielo, hijo mío,
y llora, si hay que llorar,
pues siendo roble o ciprés,
no siempre puedes cantar.
La vida te zarandea,
como hace con la ola el mar.
Y cuando ya veas sangre,
en tu agreste caminar,
salta al vacío si quieres...
sin olvidarte de amar. (Hijo)”
Decíamos al principio que el poeta se siente muy vinculado a su
tierra, a Cañete, pero que no le dedica apenas ningún poema,
aunque eso no es del todo cierto porque tras sus sentimientos
late la presencia de su pueblo. Así, en el poema que brinda a su
madre se encuentra todo lo que le debe a su madre puesto que,
entre sus muchas deudas, está el amor al pueblo:
“Pero un destino me liga a estas gentes,
que arrancando de las piedras pan,
han regado el secano con su frente.
Y siento .como ellos y amo al vientre,
que con suaves ternuras de serrana,
me hizo amar a Cañete para siempre.” (madre)
POESÍA RELIGIOSA: “trenzando esperanzas”
La poesía de Venerando es laica, en apariencia, aunque como ya
dijimos anteriormente, el latido de Dios se halla presente en su
obra, en el aliento, en el tono, en el ansía, en el deseo de
trascenderse. No obstante, Venerando Murciano también dedica un
par de poemas a la Semana Santa de Cuenca y lo hace con total
entrega, reverencia, devoción y solemnidad, como leemos a
continuación en unos versos que nos hacen vibrar de emoción:
“Es noche de sábado muerto.
El silencio es lloro quedo,
envuelto en sonrisa vieja
de milagros olvidados.
Camina María-Amparo deshojada,
maquillada de Galarza,
entre adoquines del Peso
y el rocío del plenilunio verde,
que acaricia sus ensalcillados bucles.
Sueña encuentros de magia,
trenzando esperanzas,
a la grupa de un alba de plomo.
Busca el cuerpo roto,
de un muchacho asesinado,
que abrigara en sus entrañas,
en épocas de adolescencia.
Una cascada de dolor la abraza
hasta el vacío del no sentir.
Nota en sus carnes
El arcano “encuentro” de las madres:
“las que dan el trigo de su era,
y reciben ataúdes y miserias”.
Continúa, María-Amparo, por Cabrera
envuelta en el misterio de las sombras.
Ya no siente.
Ya no quiere.
Ya no busca aventuras del vivir...
Una Plaza viva acoge su mirada de cristal.
Un luto lóbrego cubre su amanecer.
Un rayo y ...
Una luz impensada aturde su tristeza.
No sabe...
No entiende...
¿Será su amargo pesar?
Se desprende en un resorte,
de su duro manto negro.
¿Es su hijo?
¡Es Jesús,
reconstruido con haces de lañas blancas!
- Aquí estoy madre mía.
Antes de marchar quería
mostrar “encuentros con sol”
y no clavos de pobreza.
Quería decir al mundo,
Que el hombre es un triunfador.
Que la sangre no redime.
Que por encima de ella,
debe esperanzar la LUZ,
y el verde de primavera”.
OPINIONES, CONSEJOS Y MÁS: “Abre los ojos y mira”
Venerando no escribe poesía social, aunque de vez en cuando sus
poemas no pueden evitar el tono crítico como cuando dice:
“El político es un sordo,
que habla por no callar.
Que acalla el grito del pobre,
cuando este se pone a hablar.
Solo pide, no da nada.
Corred, venidme a votar!
Después, pudríos, malditos;
no sabéis mas que ladrar.” (Engaño)
Sabe mucho del egoísmo humano y no duda en ironizar al respecto,
como leemos en el poema “Confianza”:
“Pedimos muchos derechos,
con escopeta y cartucho;
y cuando hay que dar no damos,
ni pizca, ni poco ni mucho.
También, gracias a su experiencia y a sus vivencias, piensa que
sus consejos pueden ser útiles a los demás, sobre todo a los
jóvenes, con los que pasa gran parte del tiempo, no olvidemos
que es docente:
“A tí , agua joven, temerosa e intrépida...
a tí me dirijo:
Tú eres torrente;
todavía lo eres.
Abre los ojos y mira...
¡No dejes que la velocidad te emborrache!
Tiempo habrá para llegar a otras aguas”. (Pubertad)
Sucumbe también a los encantos de la naturaleza (en “Amanecer”),
a los encantos de una mujer (el poema “Sensación”, por ejemplo),
a la belleza en general y también a aquellos espectáculos que,
vinculados con los orígenes, le aportan nuevas sensaciones, como
una corrida de toros:
“Las cinco...y un duendecillo
pintor, fue dando a la cara
blanco, y al testuz un tono
de ideas inexplicadas.
Una montaña tronando
contra un hombre que no habla.
Una sangre derramándose
y una sable amordazada.” (Corrida)
POESÍA DE LA INTIMIDAD: “Vacío que rompe cielos y
sonrisas”
La poesía de Venerando, lo acabamos de ver, se mueve entre
distintos ejes:
-el propio yo
-el yo y el amor
-el yo y los demás
-el yo y la sociedad
-el yo y las ideas
-el yo y las sensaciones
En torno a estos aspectos va tejiendo una obra muy particular,
nada abstracta, vehemente, en muchas ocasiones y transida de
verdad porque está muy vivida. Son poemas potentes, que van
directos, que no buscan el atajo, sino la senda recta, como es
el propio poeta: persona clara y derecha. Sus poemas, como hemos
dicho, muchas veces llegan a lo más íntimo, en clara alusión a
Dios, aunque casi siempre intuida más que explícita. De ahí que,
en confesión, nos diga: “En ocasiones, cuando compongo, tengo la
sensación de estar rezando. Lo digo, porque mis mejores poemas,
los más íntimos, los que casi nunca escribo, son cuando “charareo”
con mi Dios...” Dios preside todos estos poemas y, de alguna
manera, los alienta.
La poesía de Venerando es un continuo explicarse la vida, su
vida, y la de los demás, es un continuo ir y venir desde dentro
afuera y viceversa porque: “La inteligibilidad de mis versos va
de la mano de los que conmigo van. Ellos bajan en mi corriente,
y en la mayoría de los casos, de ellos se alimentan. Ellos
conocen mis lloros, saben de mis risas, contemplan mis éxtasis.
Ellos me han visto habitado por la soledad, por el amor, por...
mis salpicaduras.”
Pensamos que Venerando Murciano León debe animarse y tratar de
publicar sus poemas. La poesía no se mide solo por el número de
sílabas, por las licencias poéticas y por los aspectos formales,
sino por una sutil tela de araña que envuelve al lector y no lo
deja salir hasta que ha sucumbido. Así es la poesía de
Venerando. El amor, la distancia, el encuentro, la separación,
la mirada irónica, el yo, el yo y el tú. El yo y el nosotros.
PARA SABER MÁS:
-Murciano León, Venerando (Director): “Hontanar de poesía de
Cañete”, Cuenca, Diputación Provincial, 2007.
-Murciano León, Venerando: “La Veneranda”
-Murciano León, Venerando: “Salpicaduras del camino” (inédito)
-Murciano León, Venerando: “El color de una utopía”, Barcelona,
Santillana, 2007.
-Murciano León, Venerando: “De la muralla a la residencia”, “El
Postigo de Cañete”, 2007, nº 1, pp. 22-23.
-Murciano León, Venerando: “La cultura del mote”; “El Postigo de
Cañete”, 2008, nº 2, pp. 42-43.
-Murciano León, Venerando: “Al hilo de unas jornadas
históricas”, “El Postigo de Cañete”, 2009, nº 3, pp. 18-19