Esta visto que necesitamos una ética de base para movernos por
la vida. Ha de ser la peana de nuestro trabajo y la altura de
nuestras ideas. Un conocimiento sin ética es como un jardín sin
flores. De igual modo, una acción humana que prescinde de
valoraciones morales se mueve por instintos y conduce al
salvajismo. Es el caso de los países ricos que gastan toneladas
de dinero, sin ver si este gasto es conveniente hacerlo o no. Lo
mismo sucede con los temas científicos o con las normas
publicadas. Se pueden utilizar para el bien o para el mal. Aquí
la responsabilidad del investigador o legislador, en su caso,
juega un papel fundamental. Por seguir la actualidad, si la
mayoría de los fiscales españoles califican de inconstitucional
la reforma de la ley del aborto al considerar que no defiende el
derecho a la vida del no nacido; aparte que lo ético será
considerar y ver los diversos informes, habrá también que
establecer una ética de suficiencia según los intereses de todos
los afectados en pie de igualdad. El derecho a vivir, sin duda,
forma parte de esa responsabilidad de ética natural, o de
sentido común, de las obligaciones del legislador de crear las
condiciones necesarias para que no sólo se dignifique toda vida,
sino también para que se ame la propia vida.
De la multiculturalidad ha de salir una ética deontológica que
nos globalice hacia un universalizado hábitat en el que todos
los seres humanos se sientan ciudadanos, personas humanizadas y
humanizadoras. Los mínimos morales que una sociedad democrática
debe transmitir más allá de la letra constitucional, son
actitudes y hábitos, valores y principios a los que no se puede
renunciar; es más, se debe incentivar una ética humana o una
ética cívica. Por desgracia, vamos perdiendo civismo, esas
pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten
entendernos y poder convivir en sociedad. El nadie respeta a
nadie cada día es más lenguaje de calle. Lo que se decía buena
educación, urbanidad y cortesía, para muchos es agua pasada que
ya no mueve molino. En un mundo mundializado hay que mundializar
también la ética, lejos de ideologías impuestas que hablan de
dignidad sobre el papel, pero que en absoluto dignifican la
dignidad humana. Se habla de respuestas éticas ante la crisis,
ante el cambio climático… ¿Pero de qué éticas? A mi juicio, el
único bastión válido que le queda al mundo es la ley natural, la
conciencia crítica de esa norma innata en todos los seres
humanos. La necesitamos como nunca para luchar contra la
arbitrariedad de legisladores partidistas y de poderes
corrompidos. Demasiado ilícito con cara de ética, pero con
hechos malévolos, aspira a meternos por los párpados y a
presión, formación sectaria para una ciudadanía sin alma, para
una ciudadanía que no tenga tiempo ni para pensar.