Desconozco cuáles son los argumentos y en qué criterios se basa
el condicionado para la ayuda de 420 euros que el señor Zapatero
anunció para los parados que agotaron sus percepciones, pero,
por mucha voluntad que le pongo, por mucho que intento
encontrarle una razón lógica, no encuentro otra cosa que una
discriminación irrazonable y una tremenda chapuza creada por los
responsables del Gobierno.
"Una ayuda de 420 euros para quienes hayan acabado sus
prestaciones por desempleo", nos anuncian el 15 de agosto. "No
es mucho, pero algo es algo...", se escucha decir a los casi 5
millones de parados que deambulan por calles y plazas de nuestra
querida cenicienta patria. Una semana más tarde, la decepción:
"La ayuda la percibirán sólo quienes (entre otras muchas
condiciones) hayan acabado sus prestaciones a partir del día 1
de agosto en curso."
Inaudito se mire por donde se mire. Aparte del engaño que supuso
anunciar a bombo y platillo la referida ayuda sin especificar
claramente a quiénes iba dirigida, e independientemente de
cualquier razón o motivo que pudiera avalar las limitaciones con
que ha sido creada, concederla a una mínima parte del colectivo
de parados, y, precisamente a esa fracción menos necesitada -por
acabar justo ahora- en detrimento de quienes llevan meses -o
años- sin percepción de ningún tipo, es sencillamente
abominable, una auténtica discriminación al colectivo de
trabajadores, una clara injusticia y un abuso de poder por parte
de quienes estarían obligados a repartir de manera equitativa
los escasos recursos (o más bien las migajas que nos dejan
después de salvar los cocineros su parte) de que dispone nuestra
maltrecha economía.
Por otra parte, es otra vuelta de tuerca a la pésima situación
socio-económica que sufrimos los españoles en comparación con
otros países de la comunidad europea, otra muestra de los
responsables de nuestra economía de que no saben qué hacer ni
por dónde tirar, pues la redicha ayuda no es sino una inicua
subvención al paro con pretensiones de tapar los grandes vacíos
que genera su incompetencia.
Y esta manifiesta incompetencia no es una "virtud" exclusiva de
los técnicos, asesores y responsables del Gobierno en el terreno
económico, sino que también es compartida por todo ese otro
personal que tiene a su cargo el asesoramiento del señor
Presidente del Gobierno y sus ministros en cuanto a actuaciones
y comportamiento como partido político. Si esto no fuera así, si
no fuera sólo una clara manifestación de incompetencia e
ineptitud, habría que pensar que "la tropa (o la inteligencia)
se ha vendido al enemigo".
El señor Zapatero, que al fin y al cabo es responsable último de
todo cuanto haga o deje de hacer este Gobierno, entre
continuadas mentiras, subidas de impuestos (atentos a la que
viene) y actuaciones como la reseñada, nos viene demostrando en
estos últimos tiempos que no quiere seguir siendo presidente de
todos los españoles. En su continuada actuación como Presidente,
aunque necesario es reconocer que se le han advertido rasgos y
muestras de buena voluntad, en la suma total de su gestión nos
ha demostrado grandes lagunas en cuanto a eficacia, notable
ausencia de rigor y seriedad y falta de carácter para el
desempeño de tan alto cargo. Un presidente de una nación debería
tener tres cosas: la inteligencia del diablo, la bonhomía de un
arcángel y huevos como los del caballo del Espartero.
Así, pues, lo mejor que puede pasarnos a los españoles es que
llegue cuanto antes ese ansiado año de 2012.
¿Y lo peor..?. Lo peor, en las manos que nos deja.