Teníamos hasta hace poco a un magnífico presentador de TV,
Lorenzo Milá, que en su Telediario de las 9 de la noche en la 1ª
terminaba alentando a los televidentes a seguir viendo su
próxima edición de la siguiente manera: "...y mañana volveremos
para contarles más noticias..., posiblemente, algunas buenas."
No acertaba mucho el bueno de Lorenzo, pero reconfortaba. Te
hacía nacer dentro de ti una pequeña ilusión de que al día
siguiente, entre tantos horrores de guerras, muertes, bombas,
hambres, desfalcos, crisis y miserias humanas, surgiría la ancha
sonrisa para anunciar que judíos y palestinos habían llegado a
un acuerdo definitivo para no seguir matándose, que los EE.UU. y
Gran Bretaña habían decidido retirar definitivamente sus tropas
de Iraq y Afganistán e invertir todo el dinero destinado al
mantenimiento de la guerra en la reconstrucción de ambos países,
que en la última reunión del G-20, EE.UU. y China habían
acordado sumarse a los demás países y limitar la emisión de CO2
a un 50 % en los próximos 5 años, que altos dignatarios de las
principales religiones del mundo, atendiendo a la propuesta del
Presidente del Gobierno de España de una Alianza de
Civilizaciones, se habían reunido y acordado crear una comisión
de estudios cuyo objetivo único sería reunificar criterios en
una sola fórmula que expresara de forma clara y definitiva la
universalidad del Dios único...
O cualquier otra de las 4.578 utopías más de esta índole que
podríamos enumerar aquí... Pero, no. No estamos en aquel mundo
utópico de Tomás Moro ni en La República de Platón. Aquí estamos
en el mundo puro y duro, en este inmundo cacho de mundo donde,
aún si cierras los ojos, el tableteo de las ametralladoras, el
rechinar de las tripas de los hambrientos y los quejidos de los
que sufren no te dejan soñar.
Ciertamente, aquí en España, en este pequeño trozo de la
naciente Europa, aunque sigue siendo el culo de la Gran
Provincia sin fronteras, hace años que no se cavan trincheras ni
nos despiertan el tronar de los cañones. Si acaso, de vez en
cuando, nos estremece el demencial bramido de alguna bomba
colocada por una mafiosa banda de chorizos que dicen ser
salvadores de la Patria Vasca. Una ovejita negra que aún
subsiste porque el manual de instrucciones que utilizan las
lúcidas mentes encargadas de darle matarile es copia literal de
los cuentos de hadas con prólogo de la Madre Teresa de Calcuta.
Pero, nada más. Bueno..., quiero decir que en esta cenicienta
Patria no nos matan a cañonazos, sino de una manera mucho más
sutil. Basta enchufar el tiesto ese donde nos cuentan las
mentiras en colores para que aparezca la sonrisa etrusca del
señor Zapatero, o la aún más enigmática y tontorrona de la
señora Barbie, anunciándote la subida de impuestos de mañana, la
de pasado y la de la semana que viene. Y no crean que se cortan
porque les faltan argumentos. No, que vá, los tienen. Y
contundentes. Primero te dicen que las subidas serán para las
rentas más altas, o sea, para los capitalistas y los que más
ganan. Y si no cuela, pues que es obligado subir los impuestos
para igualarnos a Europa. Toma contundencia... Pero,
posiblemente por falta de tiempo, de lo que no hablan nunca es
de igualar también los sueldos.
A continuación viene un cambio de plano donde el logo del
capullo queda reemplazado por una estilizada gaviota reidora y,
antes de que nos dé tiempo de encontrar el mando a distancia,
aparece el señor Rajoy diciendo con cara de pocos amigos que
todo lo que han dicho los del capullo es mentira, que por mucho
que se esfuercen nunca llegarán a ser como los del circo y que a
ver cuándo actúan como personas mayores... Y cuando consigues
encontrar el mando y cambiar de canal, el creciente aumento del
dolor en el estómago te está diciendo que la úlcera no aguanta
dos ratos más ante la caja tonta.
¡Lástima de Lorenzo! Tantos años en el Telediario llevando a
cuestas sus esperanzas, manteniendo en lo más hondo de su
corazón la viva ilusión del "mañana será", para, al final, verse
desterrado a ese tranquilo país donde nunca pasa nada sin haber
podido dar aquí en España la esperada y tantas veces anunciada
buena noticia. Se la llevó con él entre las fibras del alma...