“Yo soy una mentira que dice la verdad.” Jean Cocteau
Jean Cocteau fue una de las figuras más representativas de la
vanguardia francesa del primer tercio del siglo XX. Aparte de
haber seguido los pasos de Apollinaire y del cubismo en sus
comienzos, y arroparse un extraordinario disfraz literario,
siempre vivo y cambiante, ha formado en todos los “ismos”, de
todos se ha detractado mas o menos veladamente y, en definitiva,
ha propugnado ciertas formas de renacimiento clasicista. El
mismo dijo: “Yo soy una mentira que dice la verdad”.
Cocteau ha abordado todos los géneros literarios, dando siempre
muestra de un innegable ingenio. Poeta ante todo, ha escrito
guiones cinematográficos, novelas, teatro, ha colaborado en
obras musicales y aportado su punto de vista sobre las más
diversas cuestiones de arte. Ha ejercido una gran influencia
literaria en el periodo entre las dos guerras mundiales. La
característica general de su obra es el ingenio, el gusto por lo
insólito y una gran penetración psicológica.
Jean Maurice Eugène Clément Cocteau nació en Maisons-Laffitte el
5 de julio de 1889 y falleció en Milly-la-Fôret, Fointainebleau,
el 11 de octubre de 1963. Cuando sólo tenía nueve años su padre
se quitó la vida. No demasiado brillante en sus estudios, fue
expulsado por indisciplina del Liceo Condorcet en 1904 y dos
años más tarde ingresó en el Liceo Fénelon, donde tampoco logró
un rendimiento regular. En 1909 publicó su primer libro de
poesías La lámpara de Aladino. Participó en la Primera Guerra
Mundial como conductor de ambulancias de la Cruz Roja. La muerte
súbita del joven poeta Raymond Radiguet, en 1923, afectó
horriblemente a Cocteau, que aumentó su adicción al opio. En
1955, Jean Cocteau fue elegido miembro de la Acadamia francesa y
de la Academia belga, y, dos años más tarde, miembro honorario
del Instituto Nacional de Artes y de Letras de Nueva York.
Atraído al principio por los encantos de la sociedad
aristocrática publicó el libro de poesías Príncipe frívolo
(1910); sostuvo después un breve idilio con los dadaístas, con
los que organizó espectáculos como el famoso Parade. Cultivó
todas las artes y frecuentó asiduamente todos los círculos
artísticos del París de aquella época: fue amigo del pintor
Picasso, del músico Stravinski y del poeta Apollinaire, entre
otros. Cercano al simbolismo y al surrealismo, dirigió las
películas La sangre del poeta (1931), La bella y la bestia
(1945), Orfeo (1949) y El testamento de Orfeo (1960). Colaboró
con Picasso, Poulenc, Stravinski y otros en ballets y libretos
dramáticos, incorporando el jazz y ciertos elementos cubistas y
dadaístas.
Preocupado por la originalidad de sorprender, es el poeta de lo
inesperado, de lo arbitrario, de lo paradójico. Entre sus obras
figuran: los poemas recogidos en Poesías (1916-1923) (1924): las
novelas Tomás el impostor (1923), Los niños terribles (1929) y
Opio (1930): diversas piezas teatrales: Romeo y Julieta (1924),
Orfeo (1926), Antígona (1927), Edipo, rey (1928), La voz humana
(1930), Los caballeros de la mesa redonda (1937), Los padres
terribles (1938), Monstruos sagrados (1940), La máquina de
escribir (1941), El águila de dos cabezas (1946) y Baco (1952);
y el libro de crónicas La corrida del primero de mayo (1957). En
1952 publicó el Diario de un desconocido.
Y como dijo el poeta vanguardista: “Yo sé que la poesía es
imprescindible, pero no sé para qué”.