Peter Englund anunciando el Premio Nobel de Literatura 2009
A finales de enero de cada año, se vence el plazo para las
propuestas de candidatos al Premio Nobel de Literatura. Según la
Academia Sueca, suelen llegar a Estocolmo alrededor de 350
propuestas por año. El comité de selección elabora un minucioso
estudio de los posibles candidatos y en el mes de abril se
reduce las propuestas a 20 aspirantes. En mayo quedan sólo 3
finalistas. Desde mayo hasta finales de agosto, los miembros de
dicho comité estudian y leen la obra completa de los 3
candidatos restantes. Si es necesario leen la obra en otro
idioma, pero esto no causa ningún problema, ya que los
académicos son políglotas. En septiembre se inician los debates
que se prolonga hasta una semana antes del anuncio. Los miembros
del comité se reúnen varias veces para intercambiar ideas,
sugerir algún nombre etc., etc. Finalmente escogen, por
consenso, a una persona como ganador o ganadora del Premio.
El día 8 de octubre, me dirigí hacia el centro de Estocolmo. Más
exactamente hacia la ciudad vieja donde se encuentra la sede de
la Academia, en un espléndido edificio construido en el siglo
XVII durante el reinado de Gustavo III. Desde unos cien metros
se sentía el “olor a Nobel”. Las movilidades de la televisión
sueca estaban, con las antenas listas, para captar cualquier
imagen relacionada con el Premio. Mucha gente rondaba a las
afueras del edificio, y alguno que otro embajador curioso por
enterarse de la tan esperada noticia.
Eran las 12:20 en punto cuando llegué al lugar indicado. Dejé mi
chaqueta en la guardarropía, y apuré el paso hacia la sala donde
se anuncia el nombre de la persona acreedora al Premio Nobel de
Literatura. Un hermoso aposento con arañas que cuelgan del
techo, candelabros, ventanales que dejan ver la luz del día,
decorados en alto relieve color oro y con las paredes blancas
como anunciando la pureza y lo lírico de la obra escogida.
Allí se encontraban periodistas de todas partes del mundo,
fotógrafos, escritores y gente interesada en torno al Premio de
Literatura. Viendo todo ese tumulto, caminé despacio y me abrí
campo entre la gente. Me ubiqué relativamente cerca de la puerta
de donde suele salir el secretario permanente de la Academia
Sueca. Permanecí en ese lugar unos 40 minutos y entre murmullos
escuché que alguien comentaba el nombre de un posible candidato.
Me acordaba en silencio las declaraciones que había hecho, a la
prensa, el reciente secretario Peter Englund. Había confesado
que sentía angustia al solo pensar en el momento de anunciar el
Premio y agregó: “He tenido pesadillas en las que me imaginaba
que no podía abrir la puerta, o que daba vueltas la manilla de
la puerta en dirección contraria”.
Peter Englund es un hombre de baja estatura y quizá por eso,
este año, han construido una pequeña tarima desde donde se diera
a conocer, al mundo, la identidad del ganador o ganadora; y la
motivación del Premio. A estas fechas todo tiene que marchar a
la perfección. Se tiene que abrir la puerta exactamente a la una
en punto de la tarde. Existe un reloj de péndulo tras la famosa
puerta, y dicen que hay un empleado especial controlando el tic
tac de este reloj. Si por si acaso se adelantará o atrasará,
entonces él corrige manualmente. Y así entre risas y comentarios
se pasaba el tiempo. Toda la muchedumbre esperaba el chirrido de
la puerta y enseguida ver salir a Peter Englund. De repente
alguien gritó faltan 3 minutos..., 2 minutos... y al minuto
siguiente salió Peter Englund con un papel en la mano. El
público lo acribilló, desde diferentes ángulos, con destellos
que salían rápidamente de las cámaras fotográficas. El flamante
secretario se detuvo tranquilo en la tarima y dijo: “El Premio
Nobel de Literatura 2009 es para Herta Muller”. Y prosiguió con
la motivación del Premio: “Por la concentración de la poesía, y
la objetividad de la prosa que dibujan los paisajes del
desamparo”.