Con el título de una antología de poemas del poeta venezolano José Ramón Medina, deseo acabar la larguísima y laberíntica serie de artículos dedicados a la cuestión siempre incitante del estilo en poesía.

Nos hemos aventurado por todos los caminos que nos podían llevar a una búsqueda de nuevas formas expresivas. Teníamos la certeza de que los modernos estilistas, desde Mallarmé, incluso antes, desde Baudelaire, y después Rimbaud, los futuristas, Apollinaire, los formalistas, los dadaístas, los ultraístas y los surrealistas, anduvieron infatigablemente por los diversos caminos de la sorpresa, arañando el filón de nuevas maneras de objetivar sus pensamientos para ponerlos en renglones originales en el papel.

Hemos hecho observaciones a la poesía tradicional, pero sin menoscabarla en ningún momento sino más bien aceptando que lo que escribe cada uno es respetable aunque no esté a la altura de las exigencias de los que indagan y avizoran nuevos horizontes poéticos. Ahora bien, oigamos lo que dice George Bulwer: “El genio hace lo que debe y el talento lo que puede”.

Como en todas las estructuras de los seres vivos, la poesía tiene tentáculos que parten de una palpitación comunicadora y se expanden por dondequiera como una totalidad enriquecedora del fenómeno literario. Cada cual, con su transfiguración anímica, lleva hasta donde puede el límite de su mensaje, como si fuera un gong de autoafirmación en la puerta de la sociedad. 

Tendríamos que invocar por ello la frase tan socorrida y tópica del mismo Buffon: “El estilo es el hombre”. Ello nos haría entender mejor cada uno de los hilos poéticos del gran tapiz de la escritura.

Sin duda, en artículos de meses y años anteriores el autor de tales trabajos ha enarbolado una bandera de afanes novedosos haciendo una crítica alentadora a todo lo que le parecía redicho para un oportuno remozamiento, teniendo en cuenta que la historia literaria nos demuestra que en ella ha habido siempre cambios; por ello ese requisito es imprescindible en el arte de escribir; por tanto, era una manera de espolear los ánimos adormecidos en el sesteo de una agradable inercia, en la que caemos fácilmente cuando escribimos “con el corazón”. 

Ahora, a modo de síntesis, es necesario subrayar que lo importante en el decir poético es lo universal, independientemente de las galas retóricas y de las aportaciones nuevas al lenguaje, teniendo en cuenta que lo universal es lo que interesa a la mayoría de los lectores. Y todo el que escribe aporta un palpitar de ese gran corazón que subyace debajo de la epidermis lingüística que llamamos Literatura. Plural como la vida es la poesía en temas y estilos. 






 

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