Enrique Barrero Rodríguez
Visión poética de Francisco Mena Cantero
Editorial Betania
Colección Ensayo
Madrid, 2009
Aparecida recientemente en la Editorial Betania, me llega el
libro Un silencioso laboreo: Visión poética de Francisco Mena
Cantero, obra de la que es autor el también poeta Enrique
Barrero Rodríguez y está precedida de un prólogo del profesor
Miguel Cruz Giráldez. Las palabras presentadoras dan una pista
de por dónde va a transcurrir el estudio de Barrero Rodríguez.
En efecto, “la poesía de Mena Cantero es una apasionada búsqueda
de sí mismo a través de Dios, el paso del tiempo, el amor, la
soledad, la intimidad cotidiana...”, escribe Cruz Giráldez, y su
afirmación coincide, a modo de síntesis, con el estudio
detallado del tema, como si fuese una hipótesis de tesis, de lo
que se va a desarrollar con detenimiento primoroso a lo largo de
este libro.
Pero el análisis de Barrero Rodríguez arranca en la primera
parte con el perfil biográfico de Mena Cantero. La experiencia
que sirve de motivación y viene a consolidar una poética
equilibrada entre el tema y la forma, para emplear una
terminología clásica, nos recuerda la técnica estilística de
Dámaso Alonso, concebida como una emigración del significante al
significado, y viceversa. De hecho, el autor de la monografía
hará bien en partir desde la infancia y juventud de Mena
Cantero, desde el contacto con el doctor Yubero hasta la
aclimatación a los aires poéticos de Sevilla, hay una primera
época del poeta que transcurre por varios institutos entre la
enseñanza de la lengua latina y la pedagogía. En Sevilla, toma
contacto con la Colección Ángaro, que, a la sazón, dirige el
sacerdote y poeta Manuel Fernández Calvo. También participa en
la fundación de la revista Cal.
A partir de su asentamiento en la capital hispalense, la
trayectoria de Mena Cantero esta jalonada de importantes premios
de poesía que le van dando una considerable relevancia en el
mundo poético, además de distinciones y reconocimientos de los
que se ha hecho acreedor, como dice Barrero Rodríguez.
Pero la médula del estudio está en la continuidad de su obra
poética planteada desde unos supuestos consecuentes con su
visión del mundo, en la que conjuga una sólida fe en los valores
humanos con “una visión inquietante y en cierto modo agónica del
tiempo y la existencia, no cerrada jamás a la esperanza ni a la
constatación de la dimensión espiritual y trascendente del
acontecer humano”.
Interés especial tiene el capítulo dedicado al lenguaje poético
de Mena Cantero. Cita el autor del estudio unas declaraciones
del propio poeta manchego en las que expresa que en el primer
estadio de la creación manda el subconsciente. Sin embargo, su
poética está lejos de cualquier instancia experimentalista, como
se podría desprender de esa alusión al subconsciente; ni
siquiera hay una ligera conmoción vanguardista; ahora bien, esto
no significa incoherencia entre este sustrato de concepción
poética y el lenguaje próximo a un realismo depurado en el que
la poesía fluctúa sin amagos de ruptura con un mensaje emanado
de una contemplación, si bien relativamente “arraigada”, no
exenta, como ya hemos dicho, de inquietudes y, además, próxima a
la desolación, lo que evita que esas raíces estén empapadas de
un agua de conformismo y poesía de torre de marfil.
Una amplia bibliografía sobre la obra del poeta remata este
profundo trabajo que Enrique Barrero Rodríguez dedica a la
poesía de Francisco Mena Cantero, siempre enfocado desde la
humildad, “que, pese a su percepción a veces doliente y
pesimista del acontecer humano, no resulta en modo alguno ajena
a las claves de la esperanza”.