381. En la corriente alegre e impetuosa de la conciencia de los
que presumen mucha felicidad fluyen también recuerdos
desagradables y desoídos, como en el estruendo de una feria no
se oyen las voces lánguidas de los mendigos.
382. Para mucha gente el amanecer es un pañuelo que enjuga el
insomnio de una dura e interminable noche.
383. Saber callar es preámbulo de saber hablar. Lo bien dicho
requiere antes la aprobación del silencio.
384. Los animales nos aventajan en que no tienen una memoria
dolorosa e innecesaria.
385. El olvido cubre nuestros malos recuerdos como el agua sucia
el fondo de un viejo estanque cenagoso.
386. El terremoto del amor no deja en pie nada más que la
fábrica de los sueños.
387. La desgracia es un volcán debajo de las circunstancias; no
sabemos en qué momento va a erupcionar en nuestra vida ni
tampoco hasta dónde nos cubrirá la lava de su desgarro.
388. El desencanto de la vida es la madurez de nuestro realismo,
pero ese vino destruye o hace más fuerte a quien lo bebe y puede
seguir manteniéndose en pie.
389. Conservar la imaginación después de los cincuenta es como
reírse en sus narices de la experiencia, y pasarle, además, en
su aduana de realismo un contrabando que, una vez abierto, se
celebra como un milagro.
390. Dos clases de soñadores: los que navegan sin consultar
antes el tiempo en la mar y los que saben de antemano que tienen
los vientos a su favor.
391. Todo pasa y nada queda, menos la pregunta de que adónde va
a parar lo que pasa.
392. Como la sequía endurece los campos, los desengaños desecan
el corazón.
393. Comenzamos a conjugar la vida por el verbo amar,
continuamos por el verbo temer y acabamos por el verbo sufrir. Y
lo peor es que de nada nos sirve saber la conjugación completa
del verbo olvidar.
394. El pesimismo es una vacuna contra posibles decepciones.
395. Los sueños también tienen su otoño: se caen los que no se
realizaron.
396. Ni el amor, ni la amistad ni la generosidad ponen a prueba
el fondo del ser humano, sino la soledad de su infortunio, como
un árbol que no vale por su abundancia de frutos ni por la
belleza de sus ramas, sino por su resistencia a las plagas y a
los ciclones.
397. La emoción agita las palabras como la marejada las
barquillas.
398. La esperanza es un leño al que hay que encender para
calentar nuestros proyectos; calentarlo, aunque esté mojado por
las lágrimas de nuestros fracasos.
399. Hasta que no nos enamoramos no se entera el corazón de que
late.
400. Paradójicamente, la muerte, que hace cesar la vida, inicia
la eternidad de lo que ya ha dejado de ser.