ESCRITURA ARRASADA
ANTONIO VALLMEG
X Premio para poetas andaluces “Ciudad de San Fernando”
HUERGA Y FIERRO, editores, 2005
Reunidos el jurado del Premio ·Ciudad de San Fernando”, Manuel
Francisco Reina, Charo Fierro Madrid y el que esto suscribe, se
acordó por unanimidad conceder el premio de este año al libro
Escritura arrasada, del poeta granadino Antonio Vallmeg
(Churriana de la Vega, 1951).
Creer que el anhelo de remozar las estructuras poéticas fenecen
con la crisis del surrealismo y la rehumanización de la poesía,
es un error; más aún si nos trasladamos a la poesía arraigada de
la posguerra. Siempre ha habido poetas que han dado un vuelco a
la poesía vigente como si la quisieran retrotraer a una especie
de inocencia verbal en la que se busca frescura y un conjunto de
sugerencias, aunque éstas rocen la imagen irracional.
Algo de eso hallamos en este libro de poemas breves sin ilación
“argumental”, o sea, sin obedecer a un contenido que sitúe al
lector por etapas de la vida. Todo lo contrario: esencialmente
de estructura abierta, este poemario, con un fondo lírico en el
que habla una voz de “dolorido sentir” garcilasiano, pone un
toque surrealista en cada poema, como si la realidad quedase
soterrada en una visión que descompone adrede el mosaico de la
lectura:
“Esa mecánica hermosísima que repara arcángeles en lo profundo
del cielo,/ ese oro cruel de lo quimérico de los pájaros,/ese
veneno de lo superficial de las adelfas,/o bien esa hiena que
posee en su boca una magnolia”.
El poeta no nos quiere comunicar contenidos lógicos de su
conciencia biográfica. Hay una renuncia voluntaria a una
exposición racional de lo que vemos cotidianamente:
“Amortajados en el agua curva / del celeste augurio donde se /
rompen los álamos y se extiende / la sábana blanca del hastío”.
El formalismo poético quería que el poeta expusiese el poema
como no previsto por el lector, sino todo lo contrario: que
imprimiese en el interés del lector una novedad sorprendente. No
sé si a los ojos de cualquier lector Vallmeg lo consigue; lo
cierto es que su verso procura rehuir todas las expresiones de
cliché realista para ofrecer una pintura algo insólita:
”La copa vacía donde cabe todo el cielo, / donde cabe todo el
silencio, donde la pared / cohabita con el cisne, el perro y el
violín, / donde los gatos hielan el corazón del ciervo”.
Lejos de cualquier mensaje de poesía social, o sencillamente
intimista, el autor recurre a combinaciones donde la realidad
inmediata esté ausente y por oposición, la sorpresa pueda
emocionar al que lee:
“El diamante suena en la sangre del mirlo”.
La escritura de Vallmeg queda arrasada por una anhelo de
presentarnos un mundo insólito, incubado por los recursos del
poeta, desde luego. Lo que queda de la escritura es una
sensación de un mundo ya recorrido, conocido y superado por la
ambición expresiva del autor, de la que nada más que permanece
la angustia de ser o no-ser en el valor entitativo de la
comunicación:
“He viajado mucho por la vastedad / de la palabra, / por la
jungla de asfalto del idioma. /
El iris de las lenguas antes de morir, / he conocido”.
Ante libros con lenguaje literario convencional de indudables
valores líricos intimistas, el jurado se decidió por Escritura
arrasada, debido a su anhelo de sensorializar el mundo íntimo
hasta ofrecerlo como una pintura de trazos con atrevidas y
atractivas estridencias. A mi parecer, en ocasiones una pintura
del Bosco.