Yo, que soy como Mister Scroog, pero en versión femenina, yo, que soy como el Grinch,
duendecillo que intenta por todos los medios acabar con la Navidad, yo, Mónica, quizás con el
paso del tiempo he aprendido a pasar por el ‘aro’ de las Pascuas. Viendo lo que me rodea,
fallecimientos imprevistos, gente que no tiene con quién cenar en esas noches tan señaladas,
miserias en general, me he dado cuenta de que en algún momento de mi vida, me van a asquear
aún más las navidades.
No he necesitado para llegar a esta conclusión a ningún espíritu, ni al de las navidades
pasadas (alguna feliz recuerdo, ciertamente), ni al de las navidades presentes (más que nada
porque ya las estoy viviendo), ni mucho menos al espíritu de las navidades futuras (porque ya
las disfrutaré más adelante); sólo me ha bastando mirar a mi alrededor y leerme el cuento de
‘La cerillera’, célebre relato dedicado a la Navidad de Hans Christian Andersen.
Siempre me ha gustado ese cuento porque trataba estas fechas desde la otra cara de la moneda,
la de la miseria y la pobreza, dos aspectos de la vida que no se esfuman simplemente por ser
Navidad. Precisamente por eso, este año he decidido intentar ser feliz, intentando olvidarme
de lo que carezco para centrarme en lo mucho que tengo. Ése es el verdadero espíritu de la
Navidad: no ser felices porque sí, ni se trata de una época de chorradas de paz ni historias
por el estilo. Realmente es una época consumista, llena de regalos que si los compras un día
después de Reyes te salen por la mitad de precio, cargadas de turrón y mazapán que se
encariñan con mi barriga y no hay quién los desprenda de ella, de lotería, que nunca me toca…
Más allá de todas estas falsedades, me he dado cuenta de que puedo celebrarlas rodeada de mis
seres queridos, ésos que cada día que pasan tienen más canas y más arrugas y que por ley de
vida dentro de un tiempo faltarán sin querer a la cita. Quiero disfrutarla con ellos porque
hoy están conmigo y mañana no estarán, como les ha pasado a la gente que está cerca de mí.
Todas esas personas que ahora mismo están recordando a los que por primera vez han faltado en
la mesa sí que tienen razón para aborrecer estas fechas, yo no. Cierto que tengo problemas,
verdad que cambiaría muchas cosas de mi vida, pero esos problemas me persiguen todos los días
del año. Si soy capaz de olvidarlos por un rato, porque ese rato resulta que es noche buena,
tendré que aceptarlo y estar contenta por ello.
Se trata de no luchar, de no meterme en una burbuja, de no odiar las navidades porque sí. Al
menos he de intentarlo, ver el vaso medio lleno por una vez. Por ello, y por supuesto, quiero
desearos una Feliz Navidad a todos vosotros, que habéis decidido leer esta tontuna que me ha
dado hoy por escribir.
Gracias por regalarme un pedacito de vuestro tiempo. ¡Y FELIZ AÑO NUEVO!
Ver Curriculum
