Miguel
Lundin Peredo, es un joven boliviano que vive en la ciudad de
Vårberg (Suecia) y es amante de la literatura. Hace un par de
años salieron a luz sus dos primeros libros de cuentos: El reloj
de Kennedy y Un vicio más barato que el amor y menos que el
cigarrillo. Ambos libros fueron publicados en la Editorial “El
País” de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). En el
comentario de contratapa de uno de los libros se lee: “...un
robot lucha por encontrar el significado del amor y un vampiro
se enamora de una mujer mortal”.
A Miguel le gusta adentrarse en laberintos de ciencia ficción.
Me cuenta que uno de sus personajes femeninos más favoritos es
Xiomara Wolverine, una espía de cabellos verdes que lucha contra
criminales mundiales e intenta liberar el país virtual llamado
Puerto Cocalero. Es autor de un texto que titula “Only in
Cochabamba born pretty putas”, pero del cuento que se siente
orgulloso es “El velorio de una guitarra sin cuerdas”, publicado
en la página digital www.almargen.net en el mes de abril del
2004. Otros de sus cuentos se pueden leer en la editorial
digital “lulu.com”. También maneja un blogg, “Veneno Lundico”,
dedicado a la literatura boliviana.
Conversando con Miguel, me hace entender que sus primeras
lecturas literarias fueron en la casa de su abuelo Alfredo
Leygue y en la biblioteca de su tía Araceli. Y continua: “A mis
diez años leí, por equivocación, un cuento erótico sin
comprender demasiado lo que estaba leyendo. Y así, poco a poco,
fui leyendo otros libros, aunque nunca me imagine escribir mis
propias historias. Una vez encontré en la habitación de mi
madre, la famosa novela, Cien Años de Soledad, de Gabriel García
Márquez. Leí ese libro y desde entonces comenzó mi curiosidad
por la literatura. Inspirado en esas lecturas, un cierto día
comencé a escribir mis ideas e historias que pasaban por mi
mente. Y eso me ayudaba, naturalmente, a crear mundos
imaginarios que probablemente otros niños no veían con sus
propios ojos. Mantuve en secreto, por mucho tiempo, esta mi
vocación, hasta que finalmente decidí aceptar mi destino como
escritor. Soy joven y tengo tiempo para crear y seguir
aprendiendo, por supuesto”.
Además, me cuenta que se inspira en algo que da sentido a la
vida, en historias cotidianas y en todo aquello que aqueja al
ser humano. “El sentido de mi existencia es encontrar las
respuestas a las incógnitas de la vida. Y esto trato de hacerlo
mediante la literatura” -explica.
Reconoce que se sentía como un niño, que recibió el regalo más
importante de su vida, cuando sus libros se publicaron en su
ciudad natal. “Este hecho me ayudó a perder el miedo de
presentarme con mis libros a las editoriales y mostrarles mi
creación literaria. Uno es joven, quizá con cierto grado de
timidez y esta actitud es desventajosa en el momento de tocar la
puerta de una editorial con el manuscrito bajo el brazo y
plantearles, en voz alta, el deseo de publicar. En la mayoría de
los países latinoamericanos, no existen ayudas económicas para
incentivar a los escritores y artistas en general”, dice con un
tono de preocupación. Y como anécdota me cuenta que el diseñador
gráfico, de la editorial donde se editaron sus libros, le pidió
una foto del autor de los cuentos. Miguel, sin tardar un
segundo, le contestó que él era el autor. Entonces, el diseñador
lo miró como a un bicho raro y se sonrió. “En Bolivia, y en
otros países creo yo, se tiene la idea de que un escritor debe
ser una persona vieja para publicar sus obras, como si eso fuera
una garantía para la calidad literaria. La mayoría de las
editoriales desconfían de los escritores jóvenes y piensan que
sus libros no tienen la calidad que el mercado literario exige”
-comenta.
Miguel Lundin conoce muy bien las pistas digitales y navega en
espacios literarios que le permiten entablar relaciones con
ciertos escritores bolivianos. Mantiene contacto con la
escritora Blanca Elena Paz, quién leyó sus textos antes de ser
publicados. También se cartea con Roberto Cáceres Andrade (autor
de obras de teatrales, como por ejemplo “La vida es una siesta”)
y con el escritor Homero Carvalho Oliva. En medio de nuestra
conversación me revela un secreto: “...con Homero estamos
pensando escribir una novela a dos manos, aunque todavía es una
idea muy precoz. Para mí es importante estar en contacto con
escritores que me dan consejos o hacen una crítica constructiva
a mis textos. De ellos aprendo mucho" -agrega.
Este joven, de 26 años, sabe que hay un sin fin de obstáculos
por vencer y que la escritura es un oficio de paciencia, de
trabajo de relojero y de soledad frente al papel en blanco.
Además, está de acuerdo que es una necesidad existencial. Los
textos literarios son, digamos, esa álgebra que los humanos
vamos fracturando día a día. Y se refleja en las pasiones,
angustias, alegrías, progresos, frustraciones, éxitos etc. Por
medio de la literatura descubrimos nuevos mundos y dimensiones.
Espero que Miguel siga manteniéndose en los recovecos literarios
y que el tiempo nos haga conocer más textos "lúndicos".
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