Los demonios viven
en los submundos de la Historia.
Y no se podrá desflorar
una margarita
hasta que la sangre de las muñecas
no tiñan de rojo
la verborrea proxeneta de los oráculos.
Al fin
solo la verdad debe florecer
cuando las tumbas se cierren;
solo los hijos de los gorriones
podrán cantar alabanzas;
solo los parásitos del verso
querrán derramar sus laúdes…
Excrementos doblegados
por los titiriteros de la poesía
que se emborracha con notas
soeces; filibusteros del pánico
que se redimen entre salivas procaces.
Los demonios
llevan antifaz de dioses impíos
y sandalias de ángeles ateos.
Y braman exabruptos de rimas y plagios.