Acaba de nacer un amor improbable, aunque nos gustaría lo contrario. Un nuevo desafío de la
Unión Europea. Se trata de incorporar la sostenibilidad en la ciudad existente. O sea,
reconstruir lo construido permisivamente, fraguado casi siempre por intereses oscuros. La
perla, acaba de lanzarla la titular de moradas en un país en el que moran miles de personas en
viviendas indignas e inadecuadas, contradiciendo de este modo el espíritu constitucional, o
edificadas en sitios que son un auténtico peligro. Aún así, la señora ministra, Quijote de la
España resignada, rubrica que durante el semestre de presidencia española el Gobierno va a
promover y a desarrollar la rehabilitación urbana integrada. Quizás si viviéramos en otro país
nos lo creeríamos y hasta estaríamos gozosos del anuncio. Lo que sucede es que venimos
sufriendo en la propia piel las torpezas políticas, de uno y otro signo, y ya hemos pasado de
la desesperación a la acomodaticia fase de la costumbre. Lo cierto es que se han cambiado
cursos de ríos, dilapidado vegas productivas, se han levantado rascacielos en primera línea de
playa, se ha urbanizado indiscriminadamente en doquier lugar sin que nadie pusiera límite al
desorden, vayamos a que se destapara el negocio.
La ministra, heroína del sueño, sabe que España es un ejemplo de
sostenibilidad insostenible y que aquello del derecho a la
vivienda de que debe ir acompañado del derecho a la ciudad, se
la meriendan cuatro pudientes en un santiamén. Cuestión que se
suele agravar porque la excesiva politización del asunto
desconcierta y separa administraciones públicas, agentes del
sector y colectivos sociales.
Es cierto que el futuro medioambiental de nuestro planeta está
ligado a la gestión de nuestras ciudades, hace tiempo que debió
considerarse política prioritaria en nuestro país, pero los
actuales modelos productivos continúan siendo los mismos, y los
barrios menos favorecidos o los barrios históricos, siguen
abandonados a su suerte. No puede haber conciliación de
intereses porque no cohabita una política integradora, sino
partidista. Los paisajes urbanos creados en los últimos tiempos
en España, lejos de mejorar, pienso que se han deteriorado aún
más.
Esta es una gran faena, la de hacer ciudades para todos y todos
para esa ciudad humana y ecológica, como tal no depende de una
persona por muy Goliat que sea, sino de la labor conjunta del
Estado y de las autoridades autonómicas y locales, de los
propios ciudadanos y de los agentes empresariales.
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