Las historias de fantasmas datan de épocas remotas, y son
precisamente estas historias que bien se acomodan a la
literatura, a series televisivas y a un sin fin de películas. En
cualquier parte del mundo que nos encontremos, hay cuentos
relacionados con los fantasmas. En algunos lugares lo llaman la
viuda, el hombre del saco, la k´achachola (chola hermosa y
elegante) etc, pero todos esos personajes tienen algo en común:
un poder mágico o una belleza inigualable.
Unas veces desaparecen misteriosamente dejando atónitos a los
espectadores. O bien, se valen de sus atributos extraterrestres.
Atraen a su presa para luego, en un punto determinado, hacerle
desaparecer en las tinieblas.
¿Serán estos seres sobrenaturales producto de nuestra
imaginación? ¿O realmente existen? Hay muchas opiniones al
respecto. Sin embargo, hay gente que dice haber tomado fotos a
estos seres de extraña dimensión.
Uno de los casos más antiguos pertenece a la mitología griega.
Un joven de nombre Plinio relató en una carta los andares del
filósofo estoico Atenodoro:
Atenodoro había llegado a Atenas de visita y andaba en busca de
vivienda. Por esas cosas del destino, se entera que había una
enorme casa desocupada. Se dirige a dicha casa y tomando en
cuenta el bajo precio, decide alquilarla. Una vez instalado en
el recinto, se dedica a su tarea. Por las noches escribe sus
pensamientos. De repente una de esas noches, escucha el ruido de
unas cadenas y observa a lo lejos la imagen de un anciano
barbudo y crespo que gesticulaba con los brazos. El anciano se
iba acercando cada vez más, y cuando se encontraba a pocos
metros de Atenodoro, le hace una seña para que lo siga. Él
filósofo accede a su pedido y camina por su detrás. Al cruzar el
patio de la casa, el anciano y las cadenas desaparecen, como por
arte de magia, dejándolo perplejo al filósofo.
Historias como estas hemos escuchado alguna vez en nuestra vida.
Muchos suecos también creen en los fantasmas y tienen leyendas
de esta naturaleza. En el centro de Estocolmo, más exactamente,
en la calle Drottninggatan número 116, existe un edifico llamado
”El castillo de los fantasmas” que pertenece a la Universidad de
Estocolmo. En una parte de la edificación están las oficinas de
administración y en la parte central hay un museo.
Según
la leyenda esta casa se construyó en el siglo XVI por ordenes de
Hans Petter Scheffler, un comerciante adinerado de aquella
época. Sus iniciales HPS están aun inscritas en acero y forma
parte de la puerta central. Las leyendas de fantasmas, que
corresponden a este lugar, se desataron a principios del siglo
XVIII. Los estocolmenses comentaban diversas hazañas ocurridas
en el edificio.
Pero los rumores se intensificaron cuando encontraron una tumba
en el patio de la casa.
Se comentaba que el esqueleto en el ataúd pertenecía al primer
dueño de la residencia. Es decir, a Hans Peter Scheffler que
deambulaba, en las oscuridades, como alma en pena. Se mostraba
en forma de fantasma chillando, haciendo caer cosas, apagando
luces y provocando ruidos extraños por las noches. Despedía un
olor a muerto y solía romper espejos y cristales. La historia
cuenta que un cura intentó ahuyentar, por medio de oraciones y
plegarias, a este espectro, pero fue extrañamente arrojado desde
un balcón. Un inquilino se suicidó, después de haber tocado
piano toda la noche.
Posteriormente, Jakob von Balthazar Knigge, fue dueño de la
casa. Dicen que había hecho pacto con el diablo y poseía una
gran fortuna. Gracias a este pacto ocultaba, en las paredes y
los techos, lingotes de oro y plata. Una mañana de invierno una
carroza, tirada por caballos negros, paró a las afueras de la
casa. Balthazar Knigge salió con una capa negra que le colgaba
desde el cuello, y se acomodó en la carroza. Luego empezaron los
caballos a correr a toda velocidad sacando chispas de las ruedas
de la carroza. La gente que andaba por esa calle, observaron que
el jinete tenía cuernos en la frente y una larga cola. Decían
que el diablo se lo llevó y nunca más se lo volvió a ver. En
realidad, Balthazar Knigge murió tranquilo en su cama, y lo
enterraron en el Cementerio Central de Estocolmo (Adolf Fredriks
kyrkogård). Su tumba está allí. Fue un hombre generoso y en su
testamento declaró que todos sus bienes debieran ser entregados
a un fondo para ayudar a enfermos, ancianos, niños y pobres. El
primer dueño de la casa, Hans Petter Scheffler, también tuvo una
muerte natural y nunca fue enterrado en su casa como aseguraban.
Pero esos hechos paranormales se fueron transmitiendo de boca en
boca por la gente.
La residencia de la calle Drottninggatan 116 es una de las más
tétricas de Estocolmo. El personal que trabaja en este recinto,
explica que aun se perciben cosas extrañas dentro de la
tenebrosa mansión que un día albergó a seres que descansan bajo
el cielo de Estocolmo.
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