Terremoto en Haití, elecciones en Chile...
Una la mandan los dioses, otra la producen los hombres. Me
refiero al terremoto de Haití y a las elecciones presidenciales
en Chile, ganadas por la derecha. De éstas no encuentro mejor
referencia que la pregunta formulada desde "Rayuela" y aparecida
en "La Jornada" de hace un par de días: "¿Cómo es posible que
después de tantos años y tanta barbarie cometida por la derecha
chilena, ésta goce de tanta fuerza?"
La pregunta ha quedado flotando en el aire. Desde ya, es de
aplaudir que se trate de preguntas, tan difíciles de contestar,
y no de afirmaciones fáciles dictadas por la soberbia que
excluyen la autocrítica. Tan pesada carga llevó a Salvador
Allende, mártir de la revolución latinoamericana, a poner una
bala en su cerebro, estaba en su derecho disponer de su vida.
Pero no se trata aquí de Salvador Allende, aunque su mención y
la del suicidio son inexcusables, sino de las elecciones
presidenciales donde acaba de ganar la derecha, elecciones
inobjetables convocadas por la izquierda, donde ésta cae
electoralmente derrotada. Y regresamos entonces a la pregunta de
"Rayuela". “Cómo es posible…” Es posible si se coloca en el
primer plano del análisis a la convidada que uno termina por
olvidar; la democracia.
Es, antes que cualquier partidismo, la ganadora. Tiene malos
antecedentes en Chile, es cierto. La democracia arrió sus
banderas abriendo las puertas al golpe de estado y a la
dictadura más represiva, el llamado “pinochetismo” que, pese a
todo, cedió a la presión de las urnas y, por voluntad popular,
aceptó retirarse del poder tras años de gobierno en Chile. No
fueron las armas las que obtuvieron este triunfo, sino las
urnas. ¡La dictadura más sangrienta desalojada por las urnas! A
no dudarlo, un golpe de la democracia contra el golpe de estado
que había derrocado a Salvador Allende. Es la misma democracia
que hoy da la victoria en las urnas a la derecha sin que nadie
se atreva a cuestionarlo.
La democracia es así. Casquivana, un día está con la derecha,
otro con la izquierda. Y siempre con la mayoría, lo cual tiene a
veces sus dificultades.
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