• M. Alonso

    Pedacitos de una vida

    Un pedazo de tierra

    por Mónica Alonso Calderón


Sin marca, ni larga ni corta, tamaño estándar. De raso brillante, roja como aquellas amapolas que buscaba con mi abuelo entre los campos de Toledo. Una corbata que, si yo fuera hombre, nunca me pondría. Pero era tu amuleto para ligar, y por eso, yo la guardo con cariño. A cambio, yo te regalé un mechero amarillo, poca cosa, pero objeto grande con el que siempre enciendes los cigarrillos que te llevas a la boca. Objeto por objeto, regalo por regalo, un intercambio que saltaría fronteras si fuera necesario.

Al decirme adiós en el aeropuerto, ante tan larga espera, decidiste contarme la historia de esa corbata, símbolo fálico de tus hazañas nocturnas que yo a veces utilizo enroscada en mi cuello para atrapar las palabras y ordenarlas con sentido en mi imaginación. Me quedé sin aliento; desde luego, el antiguo dueño de ese acompañante de camisas merecía todo mi respeto:

“Alfonso, mi abuelo materno, tenía mucho cariño a esta corbata porque con ella fue capaz de conquistar a mi abuela. Desde que consiguió su cariño, jamás se la volvió a poner. La dejó guardada en su armario hasta que se la regaló a mi padre el día de su quinto cumpleaños. Por lo visto mi padre también la utilizó para enamorar a mi madre, pero ésa es una historia top secret de la que nunca se supo ni media palabra. Finalmente, la corbata recayó en mis manos. Creo que yo la he mancillado demasiado, a veces me siento culpable de la mala vida que ha llevado conmigo, acostumbrada la pobre a mejores escenarios. El romanticismo no es lo mío, por eso, he preferido regalártela a ti, porque eres cuidadosa y sensible. No podría estar en mejores manos.

Realmente esa corbata simboliza mucho más. Por eso, prefiero no llevarla conmigo. Me recuerda demasiado a mi abuelo, ése que luchó por su patria en las filas republicanas, ése del que todo el mundo oye hablar pero que yo nunca conocí, ése que se convirtió en un héroe gracias a un fusil que no sabía usar; ése que partió un día de su hogar para defendernos y que sólo nos dejó una corbata roja de recuerdo. Quizás esté enterrado en una cuneta, quizás en un zulo descanses sus restos; o en una fosa junto a García Lorca y su memoria histórica. Asimilo las lágrimas de mi padre con su recuerdo, el de tantos otros, el de unos días no tan lejanos. No quiero llevar en mi mochila una corbata que lleva el olor de la muerte impregnada en el raso”.

Las palabras de mi amigo me dejaron de piedra. No supe qué contestar puesto que a partir de ahora yo iba a ser la encargada de custodiar un pedazo rojo de recuerdos. Iba a echar de menos a ese loco juguetón que parecía no tomar nada en serio. Tenía sensibilidad, pero escondida en la tumba de su abuelo. Se despidió de mí con los ojos encharcados, luchando con su agua para que no saliera corriendo a borbotones. Quizás yo me quedé con esa corbata porque fui la única que la supe ver como un semáforo en rojo.

No te preocupes, le dije; siempre estaremos cerca, en la distancia. Cada vez que me eches de menos piensa que si coloco esta corbata formando una media luna, y tú pones mi mechero en medio, te darás cuenta de que aunque no volvamos a vernos, y nos duela, compartiremos siempre un pedazo de tierra.

Ver Curriculum
Curriculum





volver      |      arriba

Pulse la tecla F11 para ver a pantalla completa

contador

BIOGRAFÍAS    |    CULTURALIA    |    CITAS CÉLEBRES    |    plumas selectas


Islabahia.com
Enviar E-mail  |  Aviso legal  |  Privacidad  | Condiciones del servicio