ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS: este planeta es maravilloso

Carlos
Marianidis se define a sí mismo como: “Un agradecido de la vida. Nací con meningitis, dentro
de una familia pobrísima y fui internado en un hospital público. Al cabo de tres meses de
incubadora y respirador, los médicos me desahuciaron. Pero mi madre les rogó un poco más de
tiempo, porque confiaba en que yo iba a reaccionar. De ahí en adelante, todo fue un regalo. Y
no es que las cosas hayan sido fáciles. Digo que, a pesar de las dificultades –que no son otra
cosa que desafíos-, vivir es una experiencia apasionante. Y este planeta es maravilloso. Ojalá
todos pudieran darse cuenta y cuidarlo más.”

Carlos Marianidis, a quien dedicamos estas líneas, nació en
Buenos Aires, Argentina, el 19 de agosto de 1959. Estudió violín
en el Conservatorio Municipal, Óptica Técnica en la Universidad
de Morón, teatro en el Conservatorio Nacional y psicología en la
Universidad de Buenos Aires. Es un hombre versátil, al que le
interesan los deportes (fútbol, tenis, atletismo) y es
aficionado al ciclismo y al tenis.
También
ha sido –y será, con seguridad- aun autor valorado y premiado
con, entre otros, los siguientes premios: Municipal de poesía
(Moreno, 1980), Municipal de cuento (Moreno, 1980), “Educar para
la Paz” (UNESCO de Buenos Aires, 1981), “Pablo Neruda” de poesía
(Embajada de Chile, 1992), “Ariel Bufano” de teatro (Universidad
de Morón, años 2000, 2001 y 2002), a la Creación Artística
(Universidad de Belgrano, 2001) y el Casa de las Américas (Cuba,
2002). Recientemente, con su cuento “Elqui” ha quedado en
segundo lugar, entre 600 participantes, en el Primer Concurso
Regional de Narrativa Des-CONTAR EL HAMBRE, organizado por la
Iniciativa América Latina y Caribe sin Hambre de la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO).
Para
el escritor los Premios literarios: “En general, siempre son un
estímulo. Y cuando provienen de instituciones de gran jerarquía,
llegan a ser determinantes en la vida de un escritor.
Personalmente, estoy agradecido a cada uno, pues la mayoría
–sobre todo, en mis comienzos- me permitió publicar cuando no
tenía los medios para hacerlo y ninguna editorial me conocía. A
veces, han estado acompañados por verdaderos regalos que no
imaginé ni en mis mejores sueños, como ser invitado a la casa de
Neruda en Isla Negra, o darle un abrazo a Roberto Fernández
Retamar, el mayor poeta vivo de Cuba. En cualquier caso, los
certámenes son buenos en tanto herramientas que pueden ayudar a
crecer o a difundir la obra, pero nunca deben convertirse en la
Moby Dick del capitán Ahab; o sea, una obsesión.”

Nuestro poeta está editado en antologías (“El Libro de la
Memoria”, Ed. Baobab 1995; “Palabras a mi madre”, Ed. Ameghino,
1998; “Del ángel en la tina”, Ed. Capiro –Cuba-, 2006) y en
manuales escolares (“Cazapalabras I, II y III”, “Lecturitas I,
II y III”, Ed. Estrada, 2004/5; “Con los mapos I, II y III”, Ed.
Kapelusz, 2006; “Para decirte...”, Ed. Cultural –Puerto Rico-,
2008).
Varios de sus textos fueron elegidos por el ILCE (Instituto
Latinoamericano de Comunicación Educativa) de México para foros
de lectura presenciales y por internet a los que acceden niños
de todas las escuelas del país. Fue invitado al VIII Festival
Internacional de Poesía de La Habana y a la Feria del Libro de
La Habana, Cuba (2003). Su libro “Nada detiene a las
golondrinas”, por el que obtuvo el Premio Casa de las Américas,
está incluido en el catálogo de la Internationale
Jugendbibliothek (Biblioteca Internacional de la Juventud) de
Alemania.
En 2008 fue distinguido por la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
LEER Y ESCRIBIR: la libertad sin educación no es
libertad
En el momento en que le preguntamos desde cuándo escribe,
nuestro autor recuerda algunos episodios de su infancia y nos
cuenta que: “Crecí en un pueblo con calles de tierra, con zanjas
[ canales angostos que corren junto a las calles] por donde el
agua de las lluvias se quedaba por varios días. Según la
estación del año, había mariposas, renacuajos, ranas, caracoles,
algunos peces de color; plantas rastreras de pétalos rosados y
campanillas azules. En ese ambiente, escribí mi primer cuento a
los siete años. Más tarde, me cayó en las manos Rimas y Leyendas
(Gustavo Adolfo Bécquer) y empecé mis primeros poemas. A los
catorce años, un semanario comenzó a publicar algunos y en poco
tiempo me convertí en el poeta del colegio. En realidad, debo
decir que muchos compañeros se burlaban de mí. Pero hoy son
queridos amigos.”
Carlos Marianidis sabe que no hay un buen escritor sin un buen
lector y así nos lo confirma: “Leo por dos razones: por placer y
para estar actualizado, aunque esto último es imposible por la
cantidad de títulos que aparecen constantemente. El atraso
aumenta en la época en que escribo una novela, ya que me
concentro en eso y nada más. Igualmente, trato de leer -sobre
todo, en literatura para niños y jóvenes- a los grandes autores
(como Christine Nöstlinger y Roald Dahl) y conocer más a los de
las últimas generaciones. En mi infancia me atraparon algunos
libros como Príncipe y Mendigo (Mark Twain) o Historia de dos
ciudades (Charles Dickens). En la adolescencia, mezclé todo: de
Martí a Machado, de Lope de Vega a Tennessee Williams, de Kafka
a Ray Bradbury. Hoy, si tuviera que ir a una isla y me
permitieran llevar sólo cinco libros, elegiría El lobo estepario
(Hermann Hesse), Rayuela (Julio Cortázar), Canto General (Pablo
Neruda), Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand) y El cerebro
positrónico (Isaac Asimov).“
Para el poeta, pues, la lectura es una actividad imprescindible
que defiende de esta manera tan poética: “Es el principal modo
de ser libre. Un niño que lee tendrá siempre mayores
posibilidades de salir adelante en la vida. Un hombre que lee,
difícilmente pueda ser engañado. Luego, la libertad sin
educación no es libertad.” Además es consciente de que los niños
de hoy en día quizá lean menos, aunque no se muestra alarmista,
más bien es constructivo al aportar soluciones. En sus
siguientes declaraciones hay mucho de buen juicio, de
reivindicación histórica y de honestidad. El lector o lectora
hará bien si las lee despacio: “Globalmente, ha disminuido la
lectura tal como mi generación la conoció. Esto es: niños con un
libro abierto entre las manos que disfrutan el hábito de leer
bajo un árbol. Internet ha significado un gran cambio, pero no
es la única responsable. Y te digo más: de no haber existido, no
sé si los niños tendrían el nivel actual. Por supuesto, ese
nivel varía según la región del mundo en que se lo mida. En
América Latina sucede algo paradójico: mientras las principales
ferias aumentan cada año su público, el vocabulario que manejan
los niños –sobre todo, los adolescentes- disminuye. A menudo
hablo con chicos a los que les cuesta poner en palabras una
idea, un concepto.
En Argentina, por ejemplo, la Feria del Libro de Buenos Aires no
es para nada un reflejo del hábito lector general. Que haya
niños que se devoran una novela de ochocientas páginas es la
excepción, no la regla. Entonces, hay algún cortocircuito.
Después, cuando uno se aleja de las grandes capitales, comienza
a ver por dónde se queman los fusibles. Una clave es la
desigualdad de oportunidades.
¿Cómo se genera el hábito de lectura? Las respuestas son varias
y están encerradas una dentro de otra como muñecas rusas: un
Estado que dé prioridad a la niñez, una alimentación que
garantice su desarrollo (la materia gris que no se forme en el
primer tiempo, jamás lo hará; luego, esa fábrica de inteligencia
será demasiado pequeña), buenos programas de educación, docentes
y padres que marchen en la misma dirección, estimulando y
premiando el esfuerzo de niños y jóvenes. En este sentido, es
maravilloso lo que se hace hoy en Uruguay, que es mucho más que
darle una computadora a cada alumno, sin exclusión: es generar
un tejido nuevo de sociedad.
Debemos reconocer que, en toda América Latina, millones de niños
no prestan atención en la escuela y tienen problemas de
aprendizaje por una deficiencia en la alimentación, porque no
están contenidos afectivamente, porque sufren maltrato, porque
los potentes modelos que les llegan por TV van al revés de lo
que aprenden en las aulas... Ante esta realidad, es
imprescindible resolver las cuestiones de fondo para, después,
pensar en mejorar cualquier hábito. Una vez que esto está
cubierto, alcanza con leerles antes de dormir o poner a su
alcance un buen libro ilustrado, una buena novela. Sería ideal
que la biblioteca volviera a tener un espacio en cada hogar,
aunque sólo fuera un cajón de manzanas con estantes (así era la
mía). Cuando el libro ocupa un lugar fijo en la casa, el niño le
da valor. Luego, lo abre. Principalmente en la infancia, el
cerebro es una esponja fantástica. Los adultos somos
responsables de lo que absorba o no. Y, a gran escala, de eso se
trata el diseño del mundo en que vivirá cada generación.”
POESÍA INFANTIL: la poesía que se comprende en la
infancia
Para Carlos Marianidis, la poesía: “Más que un género literario,
es una manera de estar parado en la vida. Es un modo de ver los
días, desde ángulos en los que puedes apreciar los detalles
importantes, que generalmente son los más pequeños. Y esto no
significa quedarse sólo con lo bello y negar lo amargo y trágico
que también forman parte de la realidad. Es mirarlo todo, buscar
la descripción de esa imagen que tienes en el corazón. Luego,
sólo resta elegir la forma de expresarlo.”
En cuanto al tipo de poesía que cultiva, tendremos ocasión de
verlo en unos ejemplos de su último libro, el poeta nos cuenta:
“Aunque he intentado el verso libre, me atrae lo clásico por una
cuestión de musicalidad, de cadencia. Trato de vestir un poema
del mejor modo. Muchas personas que no están habituadas a tanta
formalidad, piensan que –por ejemplo- en un soneto alejandrino,
los versos han sido forzados a entrar en un molde rígido de
catorce sílabas por línea, con la obligación de que ciertas
sílabas finales de unos cuartetos rimen con otras de los
tercetos. ¡Y no es así! Lejos de ser una limitación, la métrica
y la rima abren una enorme posibilidad de dar a las palabras un
brillo especial. Por supuesto, un autor puede tomarse licencias
y forzar algunas normas; pero para romper las leyes, antes debe
conocerlas. A los chicos que me preguntan cómo hacer, les
recomiendo que lean unos cuantos libros, qué sepan qué es un
diptongo, un hiato, una cesura. Sólo así verán de qué modo se
las arreglaron Calderón o Lorca para hacer que algo de escritura
bastante compleja suene con una belleza tal que hace olvidar
cómo termina y cuánto mide cada verso.“
Carlos Marianidis se desenvuelve a gusto en la literatura
infantil, a la que presta toda su atención y en la que vuelca
todo su buen hacer y sensibilidad. Con mucho sentido del humor y
esa ironía sutil que lo caracteriza, al preguntarle, qué opina
de la poesía infantil, que cultiva con tanto acierto, contesta:
“Lo mismo que opino de los días jueves: hay buenos y malos,
algunos son luminosos y otros, sombríos; unos huelen a jazmín
abierto en primavera y otros, a humedad de hongo. Hay libros
excelentes, pero también veo textos obsoletos que siguen
apareciendo en las librerías, totalmente desentendidos de la
capacidad de comprensión que tienen hoy los niños. Por ejemplo,
no me explico por qué en pleno siglo XXI siguen editando
Caperucita Roja. A propósito de esto, Luis Pescetti ha escrito
un texto irónico muy interesante y divertido. Como autor, pienso
que los niños tienen un grado de percepción de la realidad que
está más allá de lo que los adultos creemos. Cada vez que
escribo para ellos, lo hago con respeto hacia su capacidad
intelectual –no importa qué edad tengan- y elijo las palabras
con mucho cuidado. Trato de hacer no literatura infantil, sino
literatura que también pueda comprenderse en la infancia, que es
muy diferente. Cuando era niño, leí Corazón, Platero y yo,
Cuentos de la selva... Décadas después, volví a leerlos y
seguían siendo grandes libros. Es decir, Edmundo D’Amicis, Juan
Ramón Jiménez y Horacio Quiroga, respectivamente, habían creado
obras que se podían disfrutar a cualquier edad. Ahora que tengo
el privilegio de ser escritor, intento seguir por ese camino.“
No siempre tenemos la oportunidad de saber directamente qué se
plantea un escritor a la hora de plasmar sus vivencias, sus
ideas, sus quimeras en una hoja en blanco o en una pantalla de
ordenador, por eso valoramos especialmente que Carlos Marianidis
nos explique un poco cuál es su punto de partida: “Tanto en
poesía como en narrativa, el comienzo es la necesidad de decir,
de contar algo. Primero, una buena historia que despliegue temas
interesantes para un niño. Debe ser atractiva, cercana a su
realidad o que pueda comprenderse allí donde la lean, ciudad,
pueblo, playa o montaña. Cualquiera sea el género, cada línea
debe tener un motivo, tal que sea necesaria y contribuya a
formar imágenes. Unas veces, busco recrear fielmente las que yo
pienso para que el niño las pueda ver de igual modo; otras, dejo
cabos sueltos para que el lector forme sus propias escenas en
base a sus recuerdos, sus vivencias, sus fantasías...
Respecto al lenguaje, pongo mucha atención al modo en que suenan
las palabras una vez que están juntas en cada frase. En algunos
casos –aun en prosa-, busco una cadencia que tenga relación con
lo que estoy contando. Por ejemplo, si hablo de un caballo,
trato de recrear la musicalidad de su galope:
“Creo que lo arriaron en una mañana,
al cruzar un charco, orejas erguidas,
y desde ese día, cabalga y cabalga
con seis compañeros entre la neblina.”
o el modo en que corre una liebre:
“Quiero tomar alguna foto
de esa pequeña enloquecida.
Pero no puedo. Pero no llego.
Sale borrosa. Sale movida.”
Aparte, mi condición de escritor argentino implica un trabajo
adicional (debido a la herencia que nos quedó por la fusión del
castellano de los colonizadores con las lenguas nativas). En
general –sobre todo, en Buenos Aires- se desarrolló en mi país
un castellano algo deformado en cuanto a conjugación de verbos y
uso de algunos términos. Entonces, si sé que un libro será
editado allí, debo escribirlo como allí se habla. Pero si el
libro va fuera de Argentina, escribo en eso que algunos llaman
español neutro. Así, según el caso, un párrafo dirá...
“Atiéndeme: a tu hermano y a ti les hice dos cometas. ¡Ve a tu
cuarto y tráelas!”
o “Atendeme: a tu hermano y a vos les hice dos barriletes. ¡Andá
a tu pieza y traelos!”
Suena extraño, ¿verdad? “
RECETARIO DE JUEGOS: mirar las cosas más simples
A continuación nos centraremos en su poemario más reciente,
Recetario de juegos. Si leemos el índice de poemas veremos que
el poeta nos ofrece recetas variadas y variopintas: Receta para
hacer amigos, Todo al revés, Receta para domar un árbol, Viaje,
Receta para imaginar, Dos adivinanzas, Receta para ser sabio
cuando llueve, Atardecer, Receta para pintar sin pincel, Sueño
giratorio, Receta para hacer colores, El títere, Receta para
escribir una rima, Pintorcito, Receta para crear un paisaje,
Festejo, Receta para un lunes sin clases, Árbol mágico, Receta
para ser libre y Jugar contigo. Observamos que intercala recetas
propiamente dichas con otros poemas de tema más libre, como
veremos.
Queremos, antes de seguir adelante, comentar las ilustraciones
de Lorena Alvárez, bellísimas, llenas de brillo, de luz, que
visten de manera admirable los versos del poeta bonaerense.
El poema que abre el libro y que da título al mismo es un texto
hermoso, que parte de verbos en imperativo, para dirigirse a un
tú lector y aconsejarle, más bien darle las pautas, de qué ha de
hacer para conseguir amigos:
“Abre.
Con cuidado.
Rompe tu cascarón.
La soledad del huevo es aburrida.
Canta donde te vean, allí donde da el sol.
Salta.
Lo que puedas.
Que se oiga tu voz.
Pero escucha también cuando te llamen:
tal vez te necesiten, muestra tu corazón.
Vuela.
Como quieras.
Sin vergüenza o temor.
Que volar junto a ti sea una fiesta.
Y que volar con ellos sea un don.
Abre.
Con cuidado.
Rompe tu cascarón.”
De una manera lúdica y muy clara, con imágenes precisas y
directas y con un derroche de humor tierno, el poeta va dando
sus recetas. Así, para domar un árbol:
“Todas las tardes subes
a un ciruelo o a un pino
y te montas de un salto
en el tronco más fino.”
La alegría, la imaginación son cualidades que el poeta estima
mucho y quiere transmitir a sus lectores como en la receta para
imaginar:
“Sería bueno
que un papel pases
y, uno por uno,
escriban frases.
Si se hizo todo
con alegría,
aunque no rime,
será poesía.”
Y es que, como dice en la receta para ser sabio cuando llueve:
“Mirar las cosas más simples
y ponerse a imaginar
por qué son como las vemos
y qué las hace cambiar”.
Gracias a las preguntas, incluso las que parece más absurdas, el
niño crece y aprende a pensar, a soñar y a jugar, como en la
receta para pintar sin pincel:
“¿Lo ves tú solo?
¿Alguien más?
¿No ven lo mismo?
No es un problema.
¡Tiene un paisaje
cada edad!”
Las recetas a veces son más concretas como la que nos explica
cómo hacer colores:
“Un vaso que tenga agua
con detergente o jabón,
el tubito de un sifón
o la mitad de un popote.
Batir hasta que se note
que hay globos en un rincón”.
O la que habla de cómo hacer un paisaje:
“De base, una tabla o un cartón usados.
Agua: dos botellas. Tierra: diez puñados.
Semillas, harina, seis brotes de arbusto.
Un trozo de espejo. Piedritas: a gusto”.
Una receta curiosa es la que nos enseña a hacer rimas, la que
habla propiamente dicho de la poesía. Carlos Marianidis, como
hemos leído ya, apuesta por el verso clásico, así sus textos
están muy cuidados y sigue de cerca los fundamentos de la
métrica. Combina el arte mayor con el menor, prefiere las rimas
consonánticas a las asonantes y tiene mucho cuidado con la
estructura del poema. No obstante, eso no encorseta el poema, al
contrario, le da alegría, hace que fluya de manera directa hacia
el lector. Leamos, en fin, unos versos del poema que nos habla
de hacer rimas:
“Inventa una tonada alegre y suave,
como el aire ligera.
Busca algunas palabras que terminen
de la misma manera.
Escríbelas al fin de una oración,
ponlas en una hilera.
Si no sale enseguida, sé paciente:
hazlo otra vez y espera.”
El cariño hacia la madre, siguiendo con temas recurrentes, la
ternura de ser niño, la nostalgia por la infancia se dejan ver
en muchos poemas del autor, como “Viaje”:
“Hay una estación de trenes
que tiene un viejo vagón
cubierto de enredaderas
jazmín, lavanda y malvón.
Enroscadas en las rejas
de todas las ventanillas,
asoman blancas y azules
y violetas campanillas.
Adentro hay largos asientos
de madera humedecida
tapizada en musgo verde
y hongos de cualquier medida.
Yo viajo en él cada tarde,
al regreso de la escuela,
mientras mamá me prepara
arroz con leche y canela.”
El niño protagonista del poema “Todo al revés” nunca acierta con
los regalos que le hace a su madre, se equivoca constantemente,
hasta que reflexiona que tal vez:
“Yo no sé por qué ve todo distinto.
¿Siempre le hago el regalo equivocado?
Probaré con decirle que la quiero.
¡Estoy muy preocupado!”
Carlos Marianidis conoce la psicología infantil y expresa, de
alguna manera, sus mismas emociones y sus mismos anhelos,
muestra cosas cotidianas como si fuese grandes sorpresas, igual
que haría un niño; hace de la vida una continua fiesta como los
lunes en que no hay que ir a clase:
“Te despiertas temprano. Abres un ojo.
Si el sol no está, te cubres la cabeza,
te quedas en tu cueva como un oso.
Lo mismo si hace frío o si hay tormenta.
Pero si el día es bueno, das un salto,
te vistes, lavas, limpias bien tus dientes.
Saludas, desayunas, guardas algo
para darle al amigo que más quieres.
Con pelota, de a pie o en bicicleta,
despiertan a unos cuantos, casa a casa,
y marchan juntos hacia la arboleda,
claro del monte, cerro, campo o playa.
Las amigas serán bien recibidas:
podrán gritar un gol, darnos aliento,
cantar, aullar, hacernos de porristas
¡o silbar como ahora… que perdemos!”
Porque todo es posible para un niño, como ocurre en “Árbol
mágico”:
“–¡Chiriuí, chiriuí...! ¡Chiriuí, chiriuí...!
De pronto, con el viento,
mil copos blancos caen en mi mano.
¡Un árbol que da nieve!
¡Y en verano!”
Sus poemas están llenos de guiños al lector, a su inteligencia y
a su sensibilidad. En “Sueño giratorio”, en primera persona, se
nos habla de un sueño infantil en el que el niño se ha dormido
sobre el libro de astronomía y:
“De a ratos, descubrimos que quedamos
en una misma línea o en escuadra.
Veo todos los rostros
y a veces me los tapan.
Girar, giramos todos
mientras, alrededor, otros nos andan
y así damos mil vueltas al faro de la playa.
De pronto, me despierto y veo el libro:
la lámina central de los planetas…
¿Cómo es que no se chocan ni se cansan?”
Los amigos, el juego, la magia de la complicidad entre los
compañeros es lo que leemos en “Jugar contigo”:
“Jugar contigo
es como si arrojara la pelota contra una pared
y me volviera siempre,
pero mejor pateada.
Es tener cuatro piernas para huir
después de tocar timbres
y esconderme
al mismo tiempo en diferentes sitios.
Es tener muchas ganas de reírme
y que te salga a ti la carcajada.”
En los dos últimos versos del anterior ejemplo se halla
condensada, pensamos, la esencia de la amistad: ser amigos
significa gozar con las mismas cosas y a través de la mirada del
otro.
El poeta escoge con cuidado las palabras más bellas y, a veces,
su poesía se detiene, se hace canción como en esta adivinanza:
“Allá arriba, ¡qué luna enorme y bella!
Y yo, en este riachuelo que está seco.
Orillas de obeliscos que se doblan.
Palmeras hechas trébol.
Cauce de tierra. Huella, huella y huella.
De pronto, todo el mundo
viene hacia mí, cargando nubes verdes.
Mejor me hago a un costado,
por si alguien me atropella.”
O en “Atardecer”, que es un poema lleno de imágenes metafóricas,
pura lírica:
“Naranja en las nubes.
Puré de zapallo
en el que se esconde
la cresta de un gallo.
Dragón que echa fuego
y estira las alas.
De su boca enorme
salen tres bengalas.
Montes de algodón
flotan desinflados
mientras se convierten
en mares rosados.
Entre nube y nube
el color se apila,
rojo con celeste,
dorado con lila.
–¡Déjame otro rato!
¡La tarde es tan bella...!
¿Vemos quién descubre
la primera estrella?”
El poeta también entra en sus versos y sabe de las emociones
infantiles más que nadie. Ya en la dedicatoria leemos: “Para
Alberto Morales, mi compañero de banco hasta que el portón de la
escuela se nos cerró detrás y, en un descuido, crecimos.”:
“Tirarnos en el pasto y sentir la fragancia
de la menta aplastada... Y ahora, a la distancia,
me pregunto por qué no guardé, de algún día,
un puñado de abrojos, de los tantos que había,
o un trébol, o un cascote con marcas de alegría.
Era mi amigo. El resto... no tenía importancia”.
Carlos Marianidis no ha perdido al niño que lleva dentro, por
eso a veces sus versos son nostálgicos, aunque alegres, como en
“El títere”:
“Se estremeció su cuerpo, tembló su cabellera
¡y vieras los pequeños, qué atentos lo escucharon
narrar sus aventuras por éstas y otras tierras!
Quisiera describirte toda aquella inocencia.
Quisiera dibujarte los rostros asombrados.
Después, todos se fueron. Y la tela fue tela,
botones los botones y otra vez hebra, la hebra.
Mas no sabes, los niños... ¡qué felices soñaron!”
¿Hay algo más hermoso que ver a un niño jugar? Eso ocurre en
“Pintorcito” y Carlos Marianidis lo recrea de una manera muy
sencilla y a la vez hermosa, con la mano sucia del pequeño
pintor que se posa en la pared recién pintada:
“Allí se acerca un tigre
con mucha astucia
y en mi blanca pared,
recién pintada,
tu mano sucia.”
Al fin y al cabo, lo que importa es ser libre y ser feliz, ver
el mundo con ojos de niño siempre, así leemos en “Receta para
ser libre”:
“Lee y juega… ¡Siempre! Sé como el hada
de los cuentos, que vuela iluminada,
pues sus alas cuidó de igual manera”.
OTROS POEMAS: que son las cosas más bellas
Carlos Marianidis, acabamos de verlo, escribe de una manera
aparentemente sencilla, dejando que fluyan las palabras como de
una fuente mágica. Sus temas nos evocan la niñez y nos la traen
pura y nueva, olorosa a lavanda y a agua de lluvia. No renuncia
ni a la forma ni a la métrica a la hora de escribir poesía.
Marianidis escribe con esa particular sencillez, con esa
frescura y comparte con nosotros juegos, vivencias, recuerdos,
canciones. No faltan en sus poemas ni las referencias a los
juegos, ni los objetos que evocan la infancia ni, tan siquiera,
esas otras compañías que hacen que la vida no sea nunca igual.
Hablamos de los animalitos, insectos, gatos, perros… todos hacen
que la curiosidad del niño no se pierda y crezca más y más cada
día.
Por poner unos ejemplos, en “Caballo de calesita” escribe acerca
de un caballo de tiovivo en el que, quizá, se quedó parte de
nuestra infancia. Transcribimos el poema entero por su
particular belleza y también por su métrica, en versos
dodecasílabos –y alguno de pie quebrado-, una métrica no muy
frecuente en los poemas destinados a los niños, que tienen, a
menudo, al verso corto:
“Prendida a su cuello de madera blanca,
la crin se deshoja, sucia y desteñida.
Ha perdido el brillo su mirada de agua
y falta en su hocico la aureola amarilla.
Entre los estribos oxidados de alba,
de rocíos calmos, de calmas lloviznas,
su vientre redondo, con cierta elegancia,
cuelga todavía
y es aún su cola la espiga trenzada
que flameaba al aire las tardes de brisa.
Creo que lo arriaron en una mañana,
al cruzar un charco, orejas erguidas
y desde ese día, cabalga, cabalga
con seis compañeros entre la neblina.
¡Ay, si hemos corrido…! Esta vida gira
mucho más aprisa que aquella manada.
Ahí va mi caballo… ¿Me conocería?
Aún salta tan niño como yo saltaba.
Un amor furtivo le ha puesto la marca
de dos corazones sobre una rodilla;
por eso ahora todos en círculo marchan,
mirándose siempre, por si los lastiman.
Les han puesto un toldo de rojiza chapa
y un corral de espinas…
Y un cartel que a veces se ve en noches claras,
al iluminarse las gotas que giran
después de las lluvias en las telarañas.
Un cartel que dice: “Lo siento. No pases.
Aquí sólo entran criaturas y hadas."
En “Canción del gato trovador” permite que sea el gato callejero
quien hable y quiera transmitirnos su alegría, pese a que no
siempre sus maullidos son bien recibidos, pero a él le da lo
mismo, porque el gato sueña y es feliz:
“Yo le canto a todo el barrio,
a chiquitos y a grandotes,
loros, lauchitas, perrotes
y, sobre todo, a la luna
que quiero más que a ninguna,
porque gracias a ella veo
si me tiran con cascotes.
Y aquí me pongo a cantar,
al compás de las estrellas,
que son las cosas más bellas
que hay en el firmamento
y ahora me voy, atento,
mientras trepo a mi terraza
para encontrarme con ellas…”
Y dejamos para el final que sean cuatro animales, de apariencia
frágil, quienes nos cuenten su vida, sus anhelos y motivaciones.
Para Marianidis no hay nada que no merezca la pena y, por eso,
se detiene, a menudo, en esos objetos, en esos animales, en esas
sensaciones que podrían pasarnos desapercibidos.
La hormiga sabe que trabaja por algún motivo, que, cuando llegue
el mal tiempo, era lo tendrá todo hecho y será feliz:
“Con lo frágil que soy,
tierna y pequeña,
de a poco llevaré
toda esta leña.
El invierno será
ventoso y frío;
por eso vengo y voy
por piedra y río.
Cuando empiece a llover
tendré todo hecho
y cantaré feliz
bajo el helecho.”
El caracol, por su parte, es consciente de sus limitaciones,
pero las supera con alegría y con buen juicio:
“Despacio, despacio,
que nadie me apura.
El junco se hamaca,
el río murmura.
Despacio, despacio,
sin ninguna prisa.
Viene olor a rosas
si sopla la brisa.
Despacio, despacio,
sin desesperar:
manteniendo el ritmo,
siempre he de llegar.”
Estos poemas, cual fábulas sin moraleja, hablan de que las
apariencias engañan y de que no hay límites en los sueños. En
“La Canción de la pulga”, vemos cómo una pulga se enamora de una
paloma porque puede volar y ése es el anhelo secreto de la
pulga:
“Cuando emprendas tu vuelo,
llévame en una pluma
y suéltame en el mar
donde haya mucha espuma”
Y la pobre mantis que solo quiere acercarse a una niña para
verla, para estar con ella, se da cuenta de que la niña se
asusta de ella, pero es que la mantis tiene también miedo de la
niña. Por lo tanto, el doble punto de vista es importante en
todas las cuestiones de la vida:
“Soy un bicho todo verde,
delgado como un palito.
Salté al lado de una niña
y la pequeña dio un grito.
Yo puse mis patas juntas
como si fuera a rezar
y en vez de tranquilizarse,
la niña empezó a llorar.
Moví apenas la cabeza
para besarla en un dedo
y la niña se escapó…
¡casi me muero de miedo!”
CONCIENCIA SOCIAL: y la vida se les pasa
Carlos Marianidis es un escritor con una clara vocación social,
que tiende su mirada cálida y amorosa hacia los que nada tienen
y lo poco que tienen le es arrebatado. Aunque aquí nos hemos
centrado en su poesía, pensamos que sería ofrecer una visión
sesgada del autor si no mencionásemos su faceta como prosista.
Queremos ofrecer un ejemplo de su cuento “Elqui”, ya mencionado
y que se puede leer, como indico en la bibliografía, en el blog
de “Voz y Mirada”, pero vayan por delante estas reflexiones del
autor, que no tienen barreras, que todos podemos entender: “En
el principio, araron la propia tierra. Después fueron
perseguidos y se resignaron a arar la tierra de otros. Avisaron
que no se podía sembrar soja todo el tiempo; que había que dejar
descansar a la mapu, pero nadie los escuchó. Y su esperanza
murió en los surcos resecos. Entonces aprendieron a ser mineros.
Y la piedra cambió de dueño. Al final fueron ferroviarios. Pero
sin cosecha y el cobre de los cerros consumido, el ramal cerró.
Pronto dejaron hueco el caserío. Igual que bestias en medio de
un incendio, de la montaña bajaron a la sierra, de la sierra
bajaron a los llanos, de los llanos al pueblo, del pueblo a las
ciudades.
Por cada uno bajaron mil, porque en medio de la huida, muchos
escondieron el miedo en un abrazo y le hicieron hijos a la
miseria en esas noches que para consolarlos les abrió las
piernas flacas.
Sin mesa familiar, sin horno humeante, sin pan caliente en qué
reconocerse, perdieron la razón de enseñar los oficios. O tal
vez ocurrió que perdieron los oficios y, después, la razón. Como
fuera, no les quedó nada. Ahora, espoleados por el hambre y la
injusticia, agolpan su terror amenazante frente a cada palacio
de gobierno; cada hilera de escudos, cascos y bastones, para
pedir por un techo, algunos surcos, un arado. Les contestan a
golpes que el mundo cambió, pero nadie les dice por qué lo hizo
sin ellos.
Y la vida se les pasa. Es una vigilia eterna de oscuros
pensamientos. Porque allá lejos, en el Congreso, donde los
diputados sólo piensan en las tierras que le van a dejar a sus
hijos, ¿quién le prestará atención a su peñi, el que fue a
hablar por los hijos que le van a dejar a esta tierra? ¿Quién
estará en la fragua cuando retorne el cobre? ¿Quién quedará que
sepa laborar la semilla cuando el campo despierte? ¿Quién sabrá
unir dos letras para decir que no?”
“Nada detiene a las golondrinas” es una novela con una clara
vertiente iniciática que nos plantea cuestiones relacionadas con
el crecimiento de un joven, con su vida, su familia, sus amigos
y el proceso que le lleva a conocer el mundo y sus limitaciones.
El principio de la novela es el siguiente, y en él ya se intuyen
algunos de sus temas: "La escena es la de todos los días. La
conozco bien. Pero a pesar de que se trata de un compañero de
aula, su sufrimiento me resulta tan lejano que ni me molesto en
pensar cómo lo podría ayudar. Cierta parte de mí cree que así
deben ser las cosas y que cada uno merece lo que tiene y lo que
le sucede, porque hay un destino para cada cual y nadie se puede
escapar al suyo."
María Eugenia Mendoza, otra escritora a la que dedicaremos
próximamente un estudio de sus novelas, dedicó, en su día, una
reseña a la obra premiada de Marianidis –que se puede leer en el
enlace de “Aldea de letras” de la bibliografía- y a ella
acudimos para centrar sus líneas maestras: “Nada detiene a las
golondrinas es una novela de descubrimiento o quizá sería mejor
decirlo en plural, puesto que Miguel, sus amigos, vecinos y
familia descubren que no hay que dar nada por sentado, que los
niños pueden hacer preguntas incómodas, que los padres, por más
que quieran evitar las respuestas, éstas llegarán, además de que
hay que aprender a guardar secretos. Pero sin duda el
descubrimiento más valioso es el de la verdadera amistad.” Nos
gusta particularmente cómo Maru Mendoza cierra su reseña: “He
traído a este espacio la novela de Carlos Marianidis porque,
además de ser una obra que ha sido reconocida mundialmente, en
ella el autor transmite, como en alguna ocasión me escribió en
una carta, "que no hay soluciones mágicas, que los desafíos
tienen que enfrentarse por partes." Y es cierto, en la vida real
por más que exista gente que parece hacer magia, no hay
soluciones mágicas. Es evidente que al escritor y poeta, como a
cualquier persona sensible, le duelen las injusticias, las
diferencias sociales, el abuso de poder, la indiferencia ante
las tragedias humanas y la impotencia frente a ellas (como está
ocurriendo ahora en Haití, azotada por un devastador terremoto y
por la pobreza en que ha estado sumida durante tanto tiempo).”
Aparte, su fina sensibilidad hace que esté atento al presente y
al pasado y trate de tender puentes entre los jóvenes de hoy y
los jóvenes de ayer. En “Corazón de colibrí”, por ejemplo, en un
momento, permite que hable la abuela del protagonista y evoque
sus recuerdos de cuando conoció a un Federico García Lorca aún
adolescente. Es hermoso imaginar que pudo haber sido así:
- Era una locura –continuó, como si la voz de Mara no se hubiera
escuchado-. Todas sus locuras eran hermosas y yo las adoraba.
Así que le pedí que aguardara abajo, me puse mi vestido de
fiesta, mi chal y escapé con él. Por unas horas, claro. Pero
fueron las más bellas de mi vida. No puedo recordar
horas más felices. Anduvimos no sé cuánto. Él cargaba al hombro
un atado de cosas y yo caminaba a su lado con mis zapatos nuevos
en la mano, para no mojarlos. Parecíamos dos vagabundos. Me
llevó a conocer su rincón favorito, a orillas del Genil y allí
comenzaron las sorpresas: como un torero, desplegó a mis pies el
mantón y colocó sobre él un candelabro de seis velas. Las fue
encendiendo y, entonces, con cada nueva llama, brotaron de la
oscuridad las frutas y un botellón de cristal con dos pequeñas
copas.
“Tienes que probar este mistela”, me dijo. Y yo me ruboricé.
¡Jamás había bebido! Mojé apenas los labios, pues tenía miedo de
embriagarme; pensaba en la vuelta y en que no podría hablarle a
mi madre si tenía el aliento de un tabernero. Además, ¿cómo
haría después para subir la escalera sin caerme?
Mara se rió, hecha un ovillo, con la cabeza apoyada de costado
en el respaldo y los brazos alrededor de las piernas. Al otro
lado de la abuela, yo jugaba con la langosta de oro.
- Y esa noche me habló, como nunca lo había hecho, de su sueño
de llegar a ser un gran poeta. Al apellido García le sumó el
Lorca de la madre. Era casi un niño y, sin embargo, parecía
tener su vida planeada: primero, iría a estudiar a Madrid,
trataría de conocer a los artistas que admiraba, escribiría
mucho, publicaría sus versos y después, viajaría por el mundo
tanto como pudiera. Al escucharlo, yo me emocionaba. Ese
muchachito hablaba cada minuto más rápido que el anterior,
mirando un punto en el aire, del mismo modo que si estuviera
viendo su futuro en la bola de cristal de una gitana. Tan seguro
estaba de cuanto quería lograr...”
A MODO DE CIERRE: la vida se encargará de los detalles
Hemos tratado de ofrecer las principales líneas biográficas y
temáticas de Carlos Marianidis, aparte de comentar uno de sus
poemarios. Como, con seguridad, al lector le sabrá a poco, solo
nos queda recomendarle que siga leyendo al poeta, que bucee por
algunas páginas de Internet, de busque y se empape de esos
versos alargados como una tarde de verano en los que el poeta
argentino plasma su especial manera de entender la infancia y
nos ofrece instantáneas de aquello que fuimos y que hoy son
otros niños, porque en la infancia todo puede ser un prodigio.
No obstante, cuando crecemos nos olvidamos de ello y vamos con
prisa a todas partes. Algunos pocos privilegiados tienen el don
de recordar, tienen el don de seguir entendiendo el universo
infantil y, lo que es mejor, tienen la gracia de transmitirlo,
como le ocurre a Carlos Marianidis.
No queremos terminar, sin embargo, sin aludir también al teatro,
otro género que cultiva Marianidis destinado al público
infantil. Los diálogos que maneja están llenos de humor, de
giros muy propios y de frescura, como, por ejemplo el siguiente
fragmento de “Calderón Salamandra, el poeta re-cálido:
“CALDERÓN A veces, tengo la sensación de que a la gente le
parezco un bicho raro...
Dr. FROILÁN (Riendo, a la voz) ¿Y a quién no? (a Calderón) ¡Y a
quién no le ha pasado eso!
CALDERÓN Estoy tan confundido... Para usted, ¿qué es lo mejor
que yo podría hacer ?
Dr. FROILÁN Abonarme (Se ríe)... Abonar mejor el terreno de su
creatividad. ¡Escribir más...!”
Dejemos que, para cerrar este estudio, solo momentáneamente, el
poeta nos cuente una anécdota que refleja su talante y su manera
luchadora y positiva de ver la vida: “Corría el año 2001. Tenía
un buen trabajo, vivía en Buenos Aires, en una bonita zona y en
un hermoso departamento con terraza a la que cada verano bajaban
las golondrinas. Yo salía a dejarles agua y entraba. Una vez a
la semana, iba a un gimnasio y los domingos, temprano, leía el
diario en una confitería en la que todos los camareros me
conocían. Una vida agradable. Por esos días, recibí las bases de
un certamen internacional cuyo premio era la publicación de la
novela enviada y unos miles de dólares. Me interesaba, pero no
tenía tiempo.
Cuando la crisis arrasó Argentina –la época del famoso corralito
financiero-, me quedé sin trabajo. Debí suprimir gastos que no
fueran imprescindibles y en poco tiempo se me fue acabando el
dinero, al punto de no saber a dónde iría a vivir. Cada mañana,
busqué un empleo y volví con las manos vacías. Nunca había
tenido tantos días libres. Sin embargo, no podía hacer nada más
que angustiarme.
En medio del terremoto, traté de distinguir si había algo de
bueno en esa situación desesperante. Respuesta: era la primera
vez en la vida que tenía todo el tiempo del mundo para escribir
una novela. Tal vez, debía dedicarme a ello cada día hasta
terminar. ¿Era una señal? Por un lado, me parecía una locura...
pero por otro, ¿qué sería de mí en unos meses más? ¿y si era una
oportunidad de cambio? ¿y si me arriesgaba...?
Titulé aquel libro “Nada detiene a las golondrinas” y lo envié
una semana antes que venciera el plazo.
Meses después, estaba yo en el mejor hotel de La Habana, con mi
mejor traje y un cóctel en la mano: había ganado el premio Casa
de las Américas.
Moraleja: no importa que hayas nacido con todo en contra; no
importa que en algún momento el agua te llegue al cuello... no
te des por vencido jamás. Sigue adelante. Y la vida se encargará
de los detalles.”
Queremos mencionar un par de aspectos que nos parecen
interesantes. Uno es la riqueza lingüística de Marianidis, con
esos giros propios del castellano de Buenos Aires que enriquecen
nuestra lectura. Otra de sus características, como veremos en la
bibliografía, es que Marianidis es un autor que está muy
presente en Internet. La poesía, por lo tanto, no ha de estar
reñida ni con los blogs, ni con las webs ni con los foros; sino
que es tan vital como el aire que respiramos y, por lo tanto, no
la mancillamos en absoluto si la sacamos de los libros y la
acercamos a las nuevas tecnologías, quizá lo que hace Marianidis
–y tantos otros poetas- es darle nueva proyección y hacer una
poesía cercana que se pueda leer –y descargar- de manera
directa, sin protocolos inútiles que huelan a didactismo
trasnochado. Los niños dominan la red, acerquémosles, pues, la
poesía a su terreno y la leerán. Seguro.
SÍNTESIS DE SU TRAYECTORIA
1980 -1eros. Premios Municipales de la ciudad de Moreno en
Cuento y Poesía.
1981 -1er. Premio Educar para la Paz (Poesía), UNESCO de Buenos
Aires.
1992 -1er. Premio Pablo Neruda de la Embajada de Chile (Poesía).
1996 -Es seleccionado para integrar el “Libro de la Memoria”, en
el que dejan su testimonio personalidades como León Gieco,
Víctor Heredia y Madres de Plaza de Mayo.
1997/99 -Participa de la Feria Internacional del Libro de Buenos
Aires, en el Encuentro Latinoamericano de Narradores Orales y en
diversos talleres.
1998 -Presenta el libro de poemas “El Pasajero”, con un
unipersonal en la Sala de Representantes de la Manzana de las
Luces y Marta Giménez Pastor lo selecciona para integrar la
antología de poetas titulada “Palabras a mi madre”.
1999 - Estrena el unipersonal “Hoja en el viento” en Centro
Cultural Babilonia (Poesía).
2000- Presenta “Poemas para percibir” en la Asociación Cristiana
de Jóvenes (Poesía y Música), estrena “Versotango” en La Bodega
del Gran Café Tortoni (Poesía y Música) y realiza funciones de
“Hoja en el viento” a beneficio de Hogar de Niños Betel, de
Castelar.
Entre los años 2000 y 2002, gana el 1er. Premio a la Creación
Artística de la Universidad de Belgrano (Poesía) y tres veces el
Premio Ariel Bufano de Teatro, estrenando las obras “Grillo
Gómez”, “De dónde vienen las mariposas” y “Calderón Salamandra,
el poeta re-cálido” como cierre de los festivales
interuniversitarios de teatro infantil de la Universidad de
Morón, a beneficio de comedores infantiles, hospitales y
comunidades indígenas.
2002-Gana el Premio Casa de las Américas (Cuba) por su novela
“Nada detiene a las golondrinas”, ingresando al catálogo de la
Internationale Jugendbibliothek (Biblioteca Internacional de la
Juventud, Munich, Alemania).
2003-Es Invitado a participar de la Feria Internacional del
Libro y del Octavo Festival Internacional de Poesía de La
Habana.
2004/5-Dicta talleres literarios para la Dirección de Cultura de
Morón, Buenos Aires, y es editado en seis libros de lectura de
Editorial Estrada y Editorial Kapelusz (Buenos Aires).
2006-Publica “Las sombras perdidas y otras historias”, Editorial
Libresa, Ecuador.
2008-Es distinguido por la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO) con el segundo
premio del certamen “Des-Contar el Hambre”.
2009-Publica “Corazón de colibrí”, Editorial Libresa, Ecuador y
“Nada detiene a las golondrinas” (segunda edición), Editorial
Gente Nueva, Cuba.
2010-Publica “Recetario de juegos”, Editorial Libros & Libros,
Colombia.
BIBLIOGRAFÍA:
Poesía: “El Pasajero” (Ed. Versibus, Buenos Aires, 1997)
“Recetario de juegos” (Ed. Libros & Libros, Bogotá, 2010). Ilustradora.
Lorena Alvaréz
Novela: “Nada detiene a las golondrinas” (Ed. Casa de las Américas, La
Habana, 2003)
“Corazón de colibrí” (Ed. Libresa, Quito, 2009).
Teatro: “Grillo Gómez” (Edit. Universidad de Morón, Buenos Aires, 2001)
“De dónde vienen las mariposas” (Ed. Universidad de Morón, Buenos Aires,
2002)
“Calderón Salamandra, el poeta re-cálido” (Ed. Universidad de Morón, Buenos
Aires, 2003)
Cuento: “Las sombras perdidas y otras historias” (Ed. Libresa, Quito, 2006).
Páginas web:
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/biblioteca/literatura/marianidis/index.html
http://www.educared.org.ar/enfoco/imaginaria/biblioteca/?p=55
http://www.leemeuncuento.com.ar/MARIANIDIS.htm
http://www.edicionesdelsur.com/poemasinfantiles.htm
http://mundopeque.com/TMP/cuentos/abeja_presidente.htm
http://mundopeque.com/TMP/cuentos/marcelo_caramelo.htm
http://vozymirada.blogspot.com/2010/02/elqui-de-carlos-marianidis-en-la-voz-de.html
(relato Elqui, en la voz de María Eugenia Mendoza)
http://aldeadelasletras.blogspot.com/2010/01/nada-detiene-las-golondrinas-de-carlos.html
http://www.youtube.com/watch?v=ODR7IgxAb1o (poema Pequeñas cosas, en la voz
de Asunción Carracedo)
Curriculum
