• M. Alonso

    Pedacitos de una vida

    Castillos en el aire

    por Mónica Alonso Calderón


Pocas cosas te dan gratis en esta vida tan materialista como una piedra rodada que choca contra el muro de las lamentaciones. Nadie da nada por nada, o eso parece. Quizás de entre el maremágnum de gente desconocida, exista alguien que se salve del egoísmo. Yo no le conozco. Me incluyo dentro del saco, aunque pienso que soy buena gente y que de vez en cuando hago lo correcto sin pensar en un beneficio concreto.

Pero el ser humano es egoísta por naturaleza. Al fin y al cabo, somos animales. Por desgracia uno de los seres más animales que conozco es mi jefe, mejor dicho, el tesorero, el portador del anillo, como Frodo. Reconozco que tiene buenas ideas, pero se acaban difuminando como castillos en el aire por su egoísmo y su mal hacer. No le culpo, tiene dinero, y con él las cosas cuestan mucho menos que si no tienes un simple cacho de pan que echarte a la boca… Eso sí que es triste. Mi abuela decía que hambre que espera comer, no se le puede llamar hambre. Este tesorero sentirá necesidad a diario de engullir alimentos, pero no sabe lo que es el HAMBRE, ése por el que seríamos capaces de matar para comernos al difunto. Es lo que se llama instinto de supervivencia.

Por eso es tan altanero, ridículo, ignorando lo que pensamos –tampoco es que le importen demasiado nuestras opiniones de proletario- se pasea por una oficina desierta en la que la gente se deja la vida porque fuera no es que se esté mejor, es que no hay nada en absoluto. Y te envuelve como una cobra, como el encantador a las serpientes. No hay nada mejor que esto, pese a las deudas -aunque vendería nuestras almas si fuese necesario-. Somos unos hipócritas, estoy rodeada de miseria y yo soy la primera que sonrío mientras me muero de ansia y de pena.

Engullida por este escenario de teclas, gestiones e impresoras sin tinta, sueño. Porque es gratis. Soñar, ¡Qué bonito verbo! No cuesta dinero, lo haces sin querer pero por necesidad. No tienes que pagar peaje mientras viajas por diferentes trabajos con más alicientes que éste. Sueño que estoy en otro país, en otro continente, rodeada de gente que odia a las cobras parlantes. De momento, al sueño no le afecta la subida del IVA, ni el IRPF. No hay que pagar a la Seguridad Social ni hay que rascarse el bolsillo para hacerse con un billete con destino al infinito. Por eso imagino, imagino, cierro los ojos y sueño que estoy lejos de Frodo y su anillo. Mientras él, que nació para destrozar lo creado, sigue haciendo castillos en el aire. 

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