* Los personajes y relatos que están en esta leyenda son reales,
sólo he cambiado sus nombres. Las historias fueron contadas tal
cual están detalladas, incluso en varias oportunidades he puesto
sus mismas expresiones. Se trata de tres personas que en la
actualidad tienen 85 años los varones y 81 años la mujer, que
nacieron vivieron en esa época en la zona de Venado Tuerto,
Chapuy, Elortondo, todos pueblos del sur del Departamento
General López en la Pcia.de Santa Fe, y cuyos relatos coinciden
plenamente. A ellos, por su amabilidad y paciencia, ¡muchas
gracias!
LA LEYENDA
Hacía un año que se había recibido de Agrónoma en la Facultad de
Ingeniería de Río Cuarto, Córdoba. Amaba su carrera y en mérito
a sus notas y conocimientos, apenas recibida consiguió trabajo
en E y ETA (Estudios y Ensayos de Tecnología Agropecuaria), un
Instituto soñado y deseado por cualquier Ingeniero Agrónomo.
Estaba desarrollándose científicamente en su profesión, pero
todo su trabajo se limitaba al laboratorio. Soñaba diariamente
con hacer una tarea de campo; con estar entre cereales,
viéndolos, tocándolos, analizándolos. Con cavar un pozo para ver
en qué condiciones estaban los horizontes de tierra; qué pasaba
con su humus, con su capa freática. Por eso fue que hoy, cuando
entró el cadete a su oficina y le entregó la foja de tarea
diaria, su corazón le dio un vuelco, le costaba creer lo que
leía.
En ella, indicado explícitamente, decía que debía ir a la
Estancia “La Margarita”, cuya ubicación figuraba en un croquis
adjunto, para hacer un relevamiento de un lote cuyo rendimiento
no era el esperado.
Antes de salir leyó exhaustivamente las condiciones detalladas
en la foja en lo referente al lote y sus condiciones. Su primer
análisis sobre el papel era de que no se podía hablar de poco
rinde a causa de la Ley de los Rendimientos Decrecientes, puesto
que en este caso en particular las variables económicas
funcionaban perfectamente, hasta podría decirse que tendían
hacia el punto de equilibrio, situación más que óptima.
Aparentemente entonces, la causa no pasaba por ese lado.
Se dio cuenta de que no iba a ser un trabajo muy sencillo y ésta
sola idea le encantó. Le producían placer los desafíos. Tenía
ahora la oportunidad de demostrar y demostrarse cuán capacitada
estaba.
Le facilitaron la Chata de la Empresa destinada para tareas
rurales. Pasó antes por su casa, se puso la ropa adecuada a la
circunstancia de un día de campo. Se sentía demasiado ansiosa
pero igualmente no bajó el ritmo de lo que estaba haciendo.
Ya lista emprendió el camino. El croquis que le dieran era
perfecto, a la hora ya estaba llegando sin haber tenido ninguna
complicación, pues era fácil perderse en los caminos rurales
cuando alguien no los conoce. Llegó al casco de la Estancia y
quedó maravillada. Era una construcción antigua, sólida,
perfectamente conservada, se notaba enorme. La cantidad de
ambientes debía de ser muy importante.
Una escalinata de mármol blanco conducía hasta la puerta. Ésta
era fuerte, firme, de cedro con una parte de vitró de diferentes
colores que la hacían sencillamente exquisita. Tocó la aldaba y
quedó esperando ser atendida mientras se regodeaba de tanta
belleza.
Tardaron varios minutos en abrir, cuando lo hicieron, se
encontró con una señora entrada en años, vestida con un uniforme
impecable. Tras saludarla y preguntarle si era la Ingeniera que
venía a ver el lote muerto, le dijo que la estaba esperando don
Cosme en el Puesto Nro. 1. Le indicó cómo llegar a él, y con la
misma sonrisa distante y profesional con que la había recibido,
la saludó y cerró la puerta.
Mientras se dirigía al rodado pensó, ¿dijo lote muerto?, ¿qué
habrá querido decir? La sola idea de la palabra utilizada le
hizo esbozar una sonrisa, aunque reconoció en su interior
curiosidad.
Rodaba por los caminos serpenteantes dentro de la Estancia. Todo
era hermoso. Un oasis a pocas horas de la ciudad. Los distintos
tonos de verde formaban una paleta de colores tan maravillosa
que ni el mejor pintor pudiera haber logrado crear.
En mitad del camino recorrido se detuvo, no pudo evitarlo. Había
un lote de lino en flor, el color celeste azulado de sus flores
parecían formar una alfombra que se mecía suavemente con la
brisa que soplaba; ese movimiento uniforme, cadencioso, hacía
que sus ojos brillaran ante tanta maravilla y que su cerebro
generara fantasías visuales.
Salió de su ensimismamiento y prosiguió el camino. A corta
distancia de donde estaba divisó el Puesto. Paró su pick-up
cerca de él porque la presencia de dos enormes perros la
intranquilizó un poco.
No se animó a bajar, sólo tocó bocina rogando que don Cosme,
como lo llamara la empleada, la oyera.
Y así fue, desde atrás de la casa apareció quien evidentemente
era la persona que estaba buscando.
Vestía bombachas batarazas, rastra de plata en la cintura, facón
cruzado dentro de ella y asomando sólo el cabo. Un sombrero
negro de fieltro y alas anchas adornaba su cabeza, y en los
pies, alpargatas negras, limpias, impecables.
Era un hombre mayor, los surcos de su cara contaban de su edad.
Cuando le dio la mano, éste se la apretó fuerte, como sólo lo
hacen las personas directas y sinceras, y en el roce notó la
aspereza de quien nunca debió tener una tarea fácil o sencilla.
Su voz sonó a trueno cuando le dijo -Soy Cosme Díaz, venga míja,
si usted es la doctora , la estábamos esperando.
- No don Cosme, doctora no -dijo despacito para no herirlo- soy
Ingeniera Agrónoma. Es lo mismo - respondió- . La estábamos
esperando con unos amargos. Estoy mateando con la patrona debajo
de las plantas en el patio de atrás, ahí está más fresco. Vamos
mija , yo los cebo, les gustan ¿verdad?.
- Sí, claro, por supuesto -contestó. Aunque en realidad el mate
amargo no le gustaba mucho era imposible decirle que no a
alguien que lo ofrecía de esa manera.
Dieron vuelta a la casa y ahí se encontró con la esposa de don
Cosme,“la patrona” como él parecía llamarla.
Ésta se acercó sonriente, su cuerpo regordete estaba cubierto
por una pollera amplia que le llegaba casi hasta los talones,
una blusa blanca y un delantal enorme y limpísimo que lucía
orgullosa cual si fuera una prenda de gala.
Calzaba unas alpargatas de un blanco reluciente. Parecía que se
habían vestido de esa manera para recibirla , y eso le hizo
sentir una sensación de calidez y agradecimiento que nunca había
sentido.
La patrona, que se llamaba Lucía, la recibió con un abrazo y un
fuerte beso en la mejilla. La invitó a sentarse y el matrimonio
se sentó a su lado. Entre ellos había una mesita donde no sólo
estaba el mate, la pava y la yerbera, también había un pan
casero recién horneado que despedía un aroma tan apetitoso que
llamaba a comerlo; una tabla de madera rústica con un enorme
cuchillo, y sobre ella rodajas de salamín y queso de cabra, todo
casero según le dijo la patrona. ¡ Realmente era una tentación!
- Coma mija -volvió a repetir don Cosme- . Ud. viene flaquita de
la ciudad y esto le va a caer bien.
¡Imposible fue negarse a tanta amabilidad!
Estuvieron hablando largo rato de cosas de la vida misma. Ella
les contó que tenía 27 años, llamarse Maimará, ser soltera, sin
novio, vivir sola, pues sus padres estaban en un campo de Villa
Mercedes en la Provincia de San Luis, pero estaba contenta pues
ésta era su vocación.
Mientras don Cosme la miraba y escuchaba con mucha atención, “la
patrona” se limitaba a asentir con la cabeza ante las cosas que
iba oyendo, y a proveer los alimentos sobre la tabla donde
estaban las exquisiteces caseras que degustaban entre charla y
charla.
En eso estaban cuando le contó a don Cosme, que la empleada de
la casa principal le había dicho “lote muerto” al referirse a la
parcela de terreno donde estaban. ¿ Qué me habrá querido decir?.
Ahhh mija, esa es una larga y antigua historia. Quizá nunca la
escuchó por la edad que tiene, pero yo la he vivido desde que
era un gurí de 10 ó 12 años. Nací acá, en este Puesto y en ese
lote de enfrente, justo en ése…¡siempre aparecía la Luz Mala!
- ¿La Luz Mala? -preguntó- ¡cuénteme por favor don Cosme!, ¡me
encantaría conocer la historia!
- Y bueno, si Ud. quiere, yo le cuento, pero créalo mija porque
le voy a contar sólo la verdad de lo que vivimos todos los de
estos pagos.
- Hace muchos años, yo tendría esa edad que le conté, pongámosle
unos doce años, mi papá me mandaba a eso de las cuatro de la
mañana con el caballo nochero a buscar la tropilla que la
encerrábamos en un corral que estaba a unos kilómetros de
nuestra casa. Siempre iba con mucho miedo porque todos sabíamos
que en ese camino, que costeaba el ferrocarril Federico Lacroze,
a muchas personas se le había aparecido la Luz Mala.
- Una mañana de invierno, hacía tanto frío que mi mamá me había
hecho abrigar como nunca, (hasta le digo que me hizo poner un
sombrero, de esos negros de paño, con alas anchas). Yo iba con
mi nochero al trotecito cuando de pronto la ví. Le juro que la
sangre se me congeló. El nochero aminoraba cada vez más la
marcha, yo lo tenía bien sujetado de las riendas porque tiraba
la cabeza para atrás como queriendo comerse el bozal, ¡no se
imagina usted como relinchaba el pobrecito!, me parece que tenía
tanto miedo como yo.
- La Luz, que había aparecido de golpe sobre el poste rinconero
del potrero comenzó a “caminar” sobre el alambrado y se me
acercaba. Se imagina que cada vez yo estaba más asustado.
- Creo que fue ahí que conocí lo que es el miedo. Cuando llegó
cerca mío pegó un salto y se paró justo encima de mi sombrero.
¡No sabe Ud. doñita el susto tan grande que tenía!, los ojos se
me nublaban y sentía la boca seca, pastosa.
- ¿Y qué pasó don Cosme?, - dijo - ¿esa luz lo quemó?
- No, no, para nada, rápidamente saltó de nuevo hacia el
alambrado y se fue. Cuando llegó a la punta del lote se esfumó
en el aire.
- ¡Qué historia!- balbuceó- ¿Qué puede haber sido esa luz?
- ¡La Luz Mala mija! - dijo serio- ¡la Luz Mala!
- Le cuento que en la punta de ese lote- siguió don Cosme-
estaba el “osario”. Ahí se tiraba a todos los animales muertos
en el campo.
- Me acuerdo que en ese entonces los patrones trajeron a gente
leída de la ciudad y ellos dijeron que los huesos de los
animales , cuando pasaba un tiempo, producían gases y que
nosotros era eso lo que veíamos, gases transformados en luces.
- Pero le digo algo mija- siguió diciendo- ¡que no nos hablen a
nosotros de gases!
- Había noches que la Luz Mala recorría todo el lote viajando
sobre el alambrado y de pronto se iba para el cielo y ahí o
explotaba o desaparecía.
- Además, no sabe las veces que se paraba en la parte de arriba
de los molinos , esos que se usan para sacar agua y dársela a
los animales, y desde ahí alumbraba todo, no sabe usted parecía
que era de día, y le cuento que cuando eso pasaba, al día
siguiente los animales ni se acercaban a tomar agua al molino,
recién venían al día siguiente.
Estaban tan entusiasmados con los relatos que no vieron llegar a
otro Puestero; a don Eulogio, quien saludó respetuosamente y
dijo que él también venía para ayudar a la Ingeniera por si algo
necesitaba.
- Sí, dijo don Cosme, ¿sabés a qué vino?... ¡a ver el lote
muerto!, y yo le estaba contando lo de la Luz Mala.
- ¡Ave María Purísima!- dijo Eulogio- ni la nombre Cosme, ¡ no
vaya a ser cosa que aparezca!
- ¿Pero, usted también la vio?- preguntó Maimará.
- Que si no!, todos la vimos, y de sólo acordarme se me pone la
piel de gallina.
Maimará se levantó despacio. Tenía que ir a ver el lote. Había
quedado pensando en lo que le contaron, le costaba irse, le
hubiera gustado saber mucho más del tema, esas historias de
tierra adentro le encantaban, ella las creía, las vivía como
suyas.
Cuando don Cosme vio que estaba por irse, la miró fijo y le dijo
- no pierda tiempo mija, la Luz Mala se adueñó de esa tierra, es
de ella y sólo ella puede devolverla.
- Voy a intentar don Cosme, voy a tratar que me la devuelva para
que sea otra vez fértil, quizá ahora, que pasó tanto tiempo, me
ceda sus derechos.
Tomó sus apuntes, saludó a todos dándoles las gracias y se
dirigió al lote. Una sensación indescriptible la embargaba.
Pensó, ¿qué habrá sucedido en aquel lugar hace tantos años?,
¿Cuál será la explicación científica a ese fenómeno de luz?
Mientras subía a la chata se propuso firmemente indagar sobre el
tema. Sólo pensando en eso se quedó más tranquila. Don Eulogio,
a su lado, se limitaba a mirarla.
(Continúa en el próximo número)
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