Señorita Fatou:
En primer lugar, quiero pedirle disculpas por tomarme la
libertad de escribir estas líneas. Pero la verdad es que cuando
la vi, quedé muy impresionado por esa sensualidad que la rodea y
su bello cuerpo escultural que muchas mujeres desearían tener.
Supongo que es de Gambia o Senegal, verdad?
Pues..., desearía tomar un café y conversar con usted, le parece
bien?
Atte. Vicente (el médico).
Señor:
Si, evidentemente soy de Senegal, pero me extraña mucho recibir
este tipo de mensajes. Me parece que usted se ha confundido. No
conozco a ningún Vicente y menos a un médico. Por favor, deje de
escribirme!
Dos preguntas solamente: ¿De cómo sabe mi nombre? ¿Dónde me vio?
Fatou.
Señorita Fatou:
Pues bien, le voy a explicar: Resulta que hace un mes, estuve en
una fiesta africana con una amiga, en la que usted también
participaba. La gente hablaba inglés mezclando con otro
lenguaje. Tengo entendido que el idioma wolof es de esa
naturaleza. Por eso, supongo que viene de uno de los países que
nombro. Una amiga suya, me dijo que usted se llama Fatou.
Vicente.
Señor:
Aha! Ahora voy entendiendo la cosa. ¿Y por qué no se acercó para
conversar?
Fatou.
Señorita Fatou:
Bueno..., la vida tiene, a veces, cosas extrañas. No sé que me
pasó realmente. Sin embargo, quiero confesarle, por medio de
estos mensajes, que aquella noche estuve muy cerca de usted. Y
pude observar esa manera tan especial que tiene al caminar,
cuando mueve las curvas de su cuerpo. En cada paso que daba, el
mundo caía desplomado y el edifico donde nos encontrábamos se
ladeaba de un lado a otro. Yo me prendía a sus brazos
invisibles. Seguía, entonces, observando su rostro angelical,
sus manos de almendra y sus hermosos senos redondos y abultados.
Además, con esas bellas piernas que tiene, yo me iría caminando
hasta Dakar. Pero por favor, señorita Fatou, no se exalte por
estas palabras que me salen desde las paredes de mi corazón.
Vicente.
Señor:
No sé realmente que contestarle. Me alagan sus palabras, pero al
mismo tiempo me hace sentir como las rosas rojas en pleno
verano. Nadie me había dicho anteriormente semejantes piropos.
Pero debo reconocer, que mi ego de mujer se eleva con sus
comentarios. Me siento en las nubes. ¿Y que más me cuenta de esa
noche?
Fatou.
Señorita Fatou:
Me agrada enormemente que se sienta feliz. Cómo no quisiera
estar a su lado en estos momentos. Así usted escucharía mis
palabras de cerca y con un tono que resbale por todos los
caminos que conducen al encuentro.
¿Qué más? Hmm...., Ahora sí me acuerdo. Lo que me llamó mucho la
atención esa noche, es cuando usted levantó una silla, la puso
en el medio de la pista de baile. Luego apoyó sus manos en el
espaldar y, al son de los tambores, empezó poco a poco a menear
la cintura, causando un sensual y loco temblor, en los bellos
glúteos respingados de su trasero. Durante unos dos minutos,
temblaron las vetas nocturnas que lleva secretamente en su
vientre de diosa inmaculada.
Toda la concurrencia empezó a gritar y aplaudir. A decir verdad,
yo me quede mudo y absorto. Jamás en mi vida, había visto algo
tan hermoso anteriormente, me comprende?
Vicente.
Señor:
Vaya, vaya! Usted siempre con sus comentarios que me pone
nerviosa. Las mujeres de mi país, acostumbramos a bailar así en
algunas fiestas tradicionales. A los varones les fascina este
tipo de baile. Y algunos hombres, se ponen celosos cuando ven
bailar a su mujer de esa manera. A propósito, me dijo que es
médico usted?
Fatou.
Señorita Fatou:
Si, si... y le cuento que tengo las manos de pianista.
Vicente.
Señor:
Entonces, quisiera hacerle una consulta. A veces me da una
fiebre tremenda. Siento una calentura insoportable que no me
deja trabajar. ¿ Existe alguna medicina para este mal?
Fatou.
Señorita Fatou:
Para mí será un placer poderla ayudar. Trabajo en el Hospital
Afrodita en la sección Venus. Pero mejor sería que usted se
apersonará a mi consultorio ubicado en la calle Cupido número
69, de acuerdo?
Vicente.
Señor:
Me parece muy buena la idea. Espéreme allí, pasaré por su
consultorio con mucho gusto. Hasta luego.
Fatou.
Señorita Fatou:
Pronto nos vemos, hasta luego. Que le vaya bien.
Vicente.
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