¿Es el estilo poético el lenguaje de la inocencia perdida, de lo
inefable, de lo esencial humano universal, de lo que no se
creado aún y está en víspera de hacerse visible en la escritura,
y traduce a tientas y a ciegas unas instancias de otra dimensión
del conocimiento?
¿Es la vivencia humana desnuda de vulgaridades y adherencias
comunes rutinarias? ¿Es lo irreal deseable imposible que
captamos en una sugerencia más que en una explicación?
¿Es el lenguaje mismo con nuevas sensaciones para el lector a
base de metáforas, sinestesias y transgresiones sintácticas?
¿Es la revelación de mundos inteligibles por desvelar el poeta?
¿Es el lenguaje de los sentimientos y la imaginación con
seducciones de imágenes trasladando lo abstracto al plano de lo
sensorial para que haga su lectura inmediata el lector y le
atraiga su expresividad implicándolo en su comunicación?
¿Habría llegado la hora de la poesía “pura”, es decir, de un
texto en el que todas las palabras están hilvanadas para
conseguir un tapiz convincente y definidor de una vez para
siempre de lo que es la poesía, excluidos términos y temas
descoloridos, a fuer de un uso reiterado por quienes no aman
realmente la poesía y la utilizan como un desahogo o
aprovechándose de éxitos en medio de gentes decisorias, pero
ajenas al drama de la auténtica creatividad? No se olvide que
hacer poesía con lenguaje heredado es como escribir sobre la
copia de un papel de calco.
Pregunta utópica: ¿Llegará un día en que solamente escribirán
poesía esencial los genios; claro está que a modo de paradigma,
independientemente de la poesía lastrada que se siga
escribiendo?
Poesía: lo que se revela como la sustancia de lo humano a través
del lenguaje. Vivencias, intuiciones que todavía no tienen
explicación en la conciencia y agradecen que unas palabras las
saquen a la luz. Parto del concepto por medio de los fórceps de
la metáfora para sacarlo a la luz de los sentidos.
La poesía es el logos del sentimiento, de lo instantáneo, de lo
inefable que se nos va por los filos de su aparición. Lo que ya
está sabido y lexicalizado, no interesa, o deja de emocionar. La
poesía es lo imprevisible, lo que está, por venir, por
sorprender, por enriquecer nuestra impronta de sensaciones
íntimas que no quieren ser definidas, sino sugeridas, como dijo
Mallarmé. Lo universal humano. Lo que gusta a todos y en todas
las épocas.
¿Será eso la metapoesía, como tituló Jakobson, la literaturidad:
alusión a los ritmos como ingrediente de la poesía, y a la
desautomatización, como propugnó su compatriota Sklovski? (Otra
cosa es la difícil y justa sencillez de la expresión popular.)
Es inútil oponerse a la avalancha silenciosa de las novedades
estilísticas. Después de la magnitud literaria de Rubén Darío,
vienen los primeros libros de Pablo Neruda con una perspectiva
nueva- Crespusculario, Veinte poemas de amor... los Poemas
humanos de Vallejo. La poesía de Miguel Hernández a raíz de su
conocimiento con Aleixandre y Neruda, con sus respectivas odas a
los dos.
Después de que el grupo del 27 señalara una nueva cota en la
exigencia de la palabra en la poesía española, J. R. Jiménez
crea Animal de Fondo y La estación total, registros de una nueva
inquietud en el lenguaje poético.
La poesía de guardia combatirá siempre a la fácil simplicidad
con la frase de Homo Sum: “En literatura no basta la
sinceridad”.
O sea, no basta con decir cosas interesantes, incluso profundas,
o plausiblemente actuales, sino que al poeta se le exige arte en
la expresión. La piedra que no entra en el engaste de los
cánones poéticos, será respetablemente filosofía, narración,
teatro, guión, esquema métrico hábil, pero no joya que encaje en
ese engarce que es reto indispensable en el torneo de los
decires insustituibles, en el oro que queda en la zaranda
después de levigar tanto barro de palabras.
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