Apocalipsis ahora es el título de una película protagonizada por
Marlon Brando. Como el lector recordará, se trata del anuncio
bíblico del fin del mundo, tal el Apocalipsis, y el filme
traslada el escenario a la guerra de Vietnam. Y resulta que, si
bien ese anuncio no suena hoy tan lejano dada la crisis mundial,
el napalm ha sido remplazado por el juego de la oferta y la
demanda, atentos a Wall Street. Pues ¿qué otra cosa es la
cotización en bolsa sino el valor de las acciones en juego, que
a su vez debieran representar el valor actual de las empresas?
Muy bien. Dejo el campo de la Economía para evitar riesgos
mayores, es decir, que me manden a estudiar Economía.
Otro escenario, que la humanidad pagó bien caro, fue la Alemania
de los años treinta. Entrabas a tomarte una cerveza en una
cantina y pagabas tan pronto te era servida ¿por qué? Porque al
salir de la cantina el precio iba a ser mayor, tal el ritmo
inflacionario. De modo que, llegada la crisis, el dinero o las
acciones en bolsa valíeron tan poco como aquella cerveza. ¿Qué
valía entonces? Algo que por los años treinta estaba en franca
alza en Europa y se llamaba nazismo, y se llamaba Adolf Hitler.
Así, hemos pasado de la Biblia a la Economía y de ésta a la
Política. Y la conclusión es obvia: No queremos se repita, no
queremos que se vuelvan a crear condiciones favorables a la
extrema derecha. Es suficiente con que el Apocalipsis quede
anunciado de vez en cuando como fue la guerra de Vietnam allá
por los años sesenta y setenta, o como amenaza de guerra nuclear
cuando la llamada Crisis de los Misiles en 1962 cuando se
enfrentaron las dos superpotencias a las costas de Cuba, o como
guerras mundiales en 1914 y en 1939, o como fin del mundo donde
cada uno pagará por sus pecados mientras los cuatro jinetes del
Apocalipsis asolan el planeta. Es suficiente, no queremos más.
Ninguno de esos anuncios se cumplió en el siglo XX pero nos dejó
uno nuevo para el siglo XX1 y se llama crisis general del
capitalismo, aunque todavía no se le dé esa amplitud. Por ahora,
sobrevive el mercado donde la oferta no se pone de acuerdo con
la demanda, el productor con el consumidor.
De ponerse de acuerdo ya no sería capitalismo pues éste, si no
juega a la competencia, de nada sirve y a nadie sirve. Con poco
disimulo, el Estado se asocia a los bancos, al capital
financiero. Ahora tiene que salvar a quienes, caídos en el
desempleo, compraron casas y no tienen con qué pagarlas. Con una
mano el banco presta el dinero, con la otra extiende el recibo.
Y por el momento se pospone el Apocalipsis now, esto es, el
Apocalipsis orita.
¿A poco no?
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