El otro día lo pensé casi cuando me quedaba dormida.
Salieron a bailar palabras que adornaron sin querer mi
cabeza. Ahora quiero recuperar esos pasos, pero no me vienen
a la memoria. Intento recordar pero es en vano. Era algo así
como que me siento en una jaula enorme, pero deshabitada.
Todos ocupando el mismo espacio y un sinfín de metros
cuadrados desalojados sin sentido.
Sinceramente, me había quedado más bonito entre vísceras,
venas y sangre, pero el cerebro a veces se convierte en
cárcel que no deja salir a la imaginación a tomar el aire. A
veces cuando eso sucede, me da pena que las palabras se
pierdan entre sueños, y me levanto en busca de pluma y papel
para que no me las pueda robar nadie. Sin embargo, se me
quitaron las ganas hace mucho tiempo, ya hace desde que
abandoné la idea bohemia de sentirme diferente. Me rendí a
la evidencia, a la práctica, quizás a la miseria. Puede que
por eso acabara en una cárcel de ideas cuadriculadas y gente
ciclotímica, o falsa, o que me da pena, o miedo, o asco…
Pero no es culpa de nadie. La vida me puede, la rutina me
atormenta y lo triste es que no hago nada para remediar
tanta apatía. Intento estar contenta, quedarme con las cosas
buenas. Pero a la hora de la verdad me doy cuenta de que no
me gusta lo que veo, menos lo que siento. Da igual, ya
pasará. Vendrán tiempos mejores, cambiará mi destino y me
forjaré un futuro que, aunque incierto para mis espejos
rotos, sea diferente y algo feliz.
Los días pasan, pienso lo mismo y la vida se me escapa entre
bombones y manos vacías. Encima he cogido el gusto a dejar
las cosas a la mitad. La vida me marea y necesito no hacer
nada. O más bien al contrario. Normal que no duerma, si
pienso todo esto justo antes de que Morfeo se apiade de mí y
decida arrullarme en su regazo. Me había quedado más bonito,
pero la base es la mía, la que sufro día a día. Y me
asfixia, el estrés me tiene en vilo. Cada día en medio de lo
mismo me asola una desesperanza. Tiene que ir a mejor, peor
es imposible. Pero virgencita, virgencita, que me quede como
estoy… O que me toque el cuponcito, que las penas con pan
son menos. Aunque los ricos también lloren, no tienen que
pelar cebolla.
El dinero no da la felicidad, la parca nos viene a buscar a
todos tarde o temprano. Todavía no quiero que me robe la
esperanza una guadaña, por supuesto, estoy algo triste, pero
no soy una suicida. Sólo vivo entre sueños, en plan autómata
buscando una salida. Algo a lo que agarrarme, un cupón, unas
letras, un trabajo, un amigo, una mano que me guíe. Sí, algo
verde que me recuerde lo que antes era. Mi eterna sonrisa,
mis deseos, mis sueños, los que apuntaba en una servilleta
para tenerlos siempre presentes. Para no olvidarlos cuando
estoy casi medio dormida.
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