Se sentía rarísima por todo lo que había escuchado. ¡Cuántas
cosas había vivido esta gente y uno sin siquiera conocerlo!
Manejaba en silencio, ensimismada en sus pensamientos. Debían
llegar al “lote muerto” (como lo llamaban). Tan absorta iba que
ni siquiera notó que don Eulogio seguía mirándola.
Luego de un tramo recorrido se percató de ello y le preguntó:
- ¿Qué pasa don Eulogio, me quiere decir algo?
-No, mija, para nada -contestó-, pero me parece que la que
quiere hablar es usted. Despáchese tranquila, pregunte nomás, le
voy a contestar todo lo que pueda. Porque usted cree que hay
mucho más de lo que le contó Cosme, ¿no es cierto?
-Si, puede ser. Me dejaron intrigada las cosas que me contó,
además le digo que no le encuentro mucho sentido a eso de que
solamente veían a la Luz Mala. ¿Eso sólo es la leyenda, o usted
sabe algo más?.
-Mucho más que eso, mija, ¡mucho más!. Lo que pasa es que Cosme
no la quiso asustar, y además capaz que hasta creyó que se iba a
reir, porque a la gente de la ciudad le cuesta creer estas
historias que contamos los viejos, pero ¿sabe una cosa,
muchacha?, ¡nosotros la vivimos!, por eso la contamos medio
asustados, ¿vio?, y es porque todavía al acordarnos se nos hace
un ñudo (*) en la panza y por ahí también hasta se nos cierra el
garguero (*).
-No tiene idea don Eulogio de la curiosidad tan grande que tengo
por saber más. Si no tiene problemas y me quiere contar ¡no sabe
lo agradecida que le voy a estar!
-Está bien, le cuento, pero hagamos una cosa, pare esta chata
debajo de ese sauce llorón, ¡mire la sombra hermosa que está
dando!, nos sentamos debajo de él y le cuento tranquilo. Ahí
nadie nos va a molestar. ¿Le parece bien?.
-Sí -dije-, vamos, total no tengo horario para volver, ya tendré
tiempo suficiente para sacar muestras de tierra de los distintos
horizontes.
Diciendo esto enfiló hacia el sauce que se mostraba erguido y
majestuoso. Único sobreviviente en medio de un lote yermo y
árido.
Cuando
llegaron bajó dos banquitos, el mate y el termo con agua
caliente. Al verla preparar el mate, que era de acero
inoxidable, don Eulogio le dijo muy serio
-Mija, está asesinando al mate. Se ceba dentro de un porongo que
es el que le da el verdadero gusto, además de la temperatura del
agua, de la yerba y de la mano que lo ceba por supuesto y
¡amargo debe ser! Ahora lo ceban dentro de una lata y con
pastillas para no engordar. ¡Eso no es mate, mija!
Decía esto y su cara se veía contrariada, la verdad es que me
sentí un poco ridícula haciendo ese mate, pero no había otro,
así que igual lo empezamos a tomar, y tenía razón, nada que ver
con los que había tomado en lo de don Cosme. Ya con el mate en
la mano comenzó a hablar.
-Sabe, mija, que la belleza fue bondadosa con la naturaleza y
también con el hombre que habitó en estos campos de quietud y
paz, y aunque la soledad a veces era una compañía que
fortificaba el alma, no se crea que siempre la había, porque en
esas épocas el compañerismo era muy grande. En ese entonces todo
se compartía, velorios, fiestas religiosas, nacimientos,
ayuntadas, y también las supersticiones, que hacía que la vida
fuera más entretenida. Es un tesoro que el hombre de la ciudad
nunca conoció por su vida agitada, pero que forma parte de
nuestra tradición, de nuestra vida, de lo que cada uno de los
habitantes de estos campos vivimos y compartimos. Y volviendo a
la Luz Mala, le cuento que también la llamábamos “Farol de
Mandinga”, por el diablo ¿vio? ...porque él es el Mandinga.
-Mis abuelos, los padres de mi tata (*) contaban que la Luz Mala
eran almas en pena que buscaban siempre a alguien para contarle
sus pesares. Es por eso que perseguían a las personas, para que
la ayuden a encontrar el perdón divino y poder así lograr el
descanso eterno.
-Yo la he visto muchas veces -siguió contando-, pero ya sabíamos
que cuando la veíamos nos teníamos que poner el cuchillo o la
vaina (*) cruzada en la boca, sujetándola fuertemente con los
dientes para que se fuera- ¡Y eso hacíamos! Mire, doñita, es
“creer o reventar”, pero cuando la veíamos y nos poníamos la
faca (*) en la boca, ¡la Luz Mala se iba! Otros no hacían caso y
aparecían golpeados, sus caballos se asustaban y se les
escapaban. También, a alguno de ellos, del susto, nunca más
podían hablar.
El
24 de Agosto todos nos encerrábamos dentro de la casa, porque
era el día de San Bartolomé, y ese día la Luz se ponía más
fuerte y brillante, ¡saltaba de palo en palo como loca!, y el
tata nos contaba que era porque es el único día en que Lucifer,
o Mandinga, se ve libre de los ángeles cuidadores, entonces la
Luz Mala busca almas ingenuas que andan por la noche para
matarlas brutalmente, porque tiene mucha sed de destrucción y
muerte. Le cuento que tenía un amigo que se nos reía y decía que
cuando la viera aparecer la iba a achurar (*), ¿y sabe usted?,
una noche la vio y se fue para el campo, y apareció recién a la
mañana siguiente, todo lastimado, golpeado y sin poder hablar.
Como a los dos o tres meses le volvió la voz, pero nunca pudo
contar qué le había pasado. Cuando quería explicarlo… la voz se
le iba…¡Cosa de Mandinga!
-Si, realmente estos relatos son interesantísimos y me pongo en
el lugar de ustedes y entiendo de que debían de haber sentido un
poco de miedo, porque a uno lo asusta lo desconocido.
-Pero
cuénteme don Eulogio -dije- dónde era el lugar en que aparecía,
¿todos indicaban el mismo lugar, o no coincidían en eso?
-Mire, en eso estamos de acuerdo con Cosme. El lugar donde más
aparecía era en el lado norte del lote muerto. Justo allá -dijo
señalando una parte del alambrado perimetral-. Nosotros no
queríamos ni pasar porque decían nuestros tatas que dentro de la
Luz estaba el alma de algún difunto que no había purgado sus
pecados y que por eso seguía en la tierra con la forma de la
Luz.
El lugar donde todos la veían era en un camino paralelo a la vía
del ramal Federico Lacroze, cerca del famoso club rural “4 de
Febrero”, eso está cerca de la Estancia de don Lázaro Elortondo,
entre los campos de los Carini, los Audicana, los Petenatti.
Nadie cavaba donde salía la Luz Mala por el miedo que les daba,
y los pocos que lo habían hecho encontraron objetos metálicos,
alfarería indígena y muchas urnas funerarias con restos humanos,
lo que aumentó más el terror que sentían. Estas urnas fueron
destapadas, y al hacerlo, despedían un gas a veces mortal para
el hombre. Es por eso que los lugareños decían que si se abrían
había que taparse la boca y la naríz con un pullo (*) o con el
poncho (*).
Estábamos
tan entusiasmados con el relato que no advertimos la llegada de
un gaucho en un caballo brioso, con las crines largas y
cuidadas. Don Eulogio nos presentó.
Era don Ata Catuch, hombre nacido y criado en estas tierras.
Tenía bombachas beiges, botas de cuero engrasado, rastra de
plata en la cintura y el facón metido adentro y cruzado en la
espalda.
Se apeó (*) del caballo con la misma agilidad con que un gato
camina por un tejado. Tiró hacia atrás el sombrero negro de alas
anchas y con la sonrisa en la boca y la mano extendida nos
saludó y se unió a la rueda.
Don Eulogio lo puso al tanto de lo que estábamos hablando y le
dijo:
- Nos viene bien que llegara don Ata, así usted mismo le cuenta
a la doñita lo que ha vivido en aquella oportunidad. ¿Se
acuerda, no?
-¡Como para no acordarme Eulogio! Déle, écheme unos amargos que
si quieren se los cuento.
-Ni lo pregunte don Ata -dije-, ¡cuente por favor!, estoy más
ansiosa que nunca.
-Eran
los primeros días del Abril del año 1991 cuando iba en mi
caballo ladeando la laguna El Pedernal, cerca de la Estancia
Elortondo, en la zona de la Estación y el club “4 de Febrero”,
justo hasta ahí llegaba el ramal del tren de la línea Federico
Lacroze. De pronto vi en el albardón (*) una calavera. Al
principio seguí de largo, pero a medida que me alejaba pensaba
que eso no era ni de vaca, ni de caballo, ni de ningún animal.
Entonces me entró la duda y pegué la vuelta. Al acercarme más me
di cuenta que era de un cristiano (*), entonces, con mucha
paciencia la saqué del barro, porque estaba un poco enterrada.
Después que la saqué con mucho cuidado, la llevé al puesto donde
vivía. Y ¡mire usted la casualidad!, en esos días había en la
Estancia un alambrador de Los Toldos, un pueblo con una larga
historia de indios y malones y por lo tanto acostumbrado a ver
cosas de indios. No bien lo vio dijo: ¡es la calavera de un
indio! Nos volvimos al lugar. Ya éramos varios, y con el hombre
de Los Toldos fuimos desenterrando muy despacito todo el
esqueleto que se veía enterito… pero se desarticuló todo cuando
lo sacamos.
-Este hombre nos dijo que seguro que eran los huesos de una
india que había muerto de enfermedad porque cuando una mujer
india moría así la sepultaban con los pies para el lado de la
salida del sol y la cabeza para el lado donde entra el sol. Y
así estaba el esqueleto, los pies apuntando al Este y la cabeza
al Oeste.
-Tampoco
era raro encontrar un esqueleto en la Laguna -continuaba
diciendo don Ata-, porque cuando los indios eran perseguidos por
los soldados, se escondían entre los juncos de las lagunas,
porque los caballos de los soldados cuando el agua le llegaba a
las verijas (*) se asustaban y no seguían mojándose. De esta
manera los indios se salvaban dentro del agua.
Mientras don Ata saboreaba un cimarrón (*) yo no podía
reaccionar, me retrotraía en el tiempo, y la historia pasaba
delante de mis ojos. Sentía el olor del dolor, del miedo, de la
bronca y de la injusticia.
-Es una historia hermosa la que me ha contado don Ata -dije-.
-Mire, mija -siguió diciendo-, cuando se vaya pase por mi casa,
ahí tengo los recortes de los diarios con las fotos de los
huesos y todo lo que contaron los doctores que vinieron de las
ciudades, porque mis patrones les avisaron. ¡No sabe el revuelo
que se armó! Estos pagos se llenaron de gente rara.
-Seguro que pasaré por su casa don Ata, me va a encantar leer lo
que dijeron en esa ocasión. Ahora le pregunto, ¿ustedes creen
que este descubrimiento tienen algo que ver con la aparición de
la Luz Mala?
-¡Pero, claro, chica! -dijo don Ata-, no hay dudas de eso.
Y don Eulogio, que no habló ni una vez cuando escuchaba el
relato, dijo:
-
La Luz Mala era el alma en pena de esa pobre india que andaba
vagando pidiendo justicia para ella y su gente, y fíjese doñita
que donde la encontraron se hizo una laguna que no deja sembrar
nada, es todo junco y yuyo malo, y donde ella se paseaba por las
noches es nada menos que tierra muerta…¡es el lote muerto!
Seguimos charlando un rato, luego me acompañaron a tomar las
pruebas de la tierra. Sólo la tecnología me dará, en unos días,
la respuesta a muchos interrogantes.
Terminamos de hacer el trabajo y me despedí de estos dos hombres
buenos, amigables, que tantas cosas habían vivido y callado y
que hoy, mate por medio, contaron sus vivencias, sus temores,
sus inquietudes.
A ellos, silenciosos hacedores de nuestra patria, que han
sufrido, trabajado fuerte, pasado fríos, calores, que nunca
midieron el tiempo dedicado a esta tierra que brinda sus frutos
a todos, que hoy, casi con temor o vergüenza contaron cosas que
casi no se atrevían a reconocer que sentían, a ellos…¡muchísimas
gracias!
SIGNIFICADO DE EXPRESIONES REGIONALES:
ÑUDO = nudo
GARGUERO= garganta
AYUNTADAS=parejas unidas, convivencia.
MANDINGA= diablo- Satanás
PORONGO= mate autóctono.
VAINA=estuche de cuero donde se pone el cuchillo para
preservarlo.
LUCIFER= diablo
ACHURAR= hacer daño- matar.
PULLO= manta gruesa de lana.
PONCHO=pieza cuadrada con una abertura al medio donde se pasa la
cabeza. Abrigo gaucho generalmente de lana.
ALBARDON=costa más elevada de una laguna- Borde de la misma.
VERIJAS= parte de abajo de la panza del caballo.
TATA= así se lo solía llamar al papá.
FACA=navaja- cuchillo filoso.
APEÓ= se bajó del caballo.
CRISTIANO=expresión usada para distinguir al ser humano.
CIMARRÓN= mate amargo.
ESPECIFICACIONES RELACIONADAS CON EL TEMA DEL RELATO:
La nota sobre la aparición de los restos fósiles ha sido
publicada en dos diarios de la ciudad de Venado Tuerto,
Departamento General López, Provincia de Santa Fe, República
Argentina.
En el diario denominado “LA CIUDAD”, con fecha lunes 01 de abril
del año 1991 hay un recuadro con la foto de los restos fósiles
encontrados y una pequeña alusión al hallazgo.
En el diario “EL ALBA”, con fecha jueves 04 de Abril de 1991
comenta el historiador local Dr. Roberto Landaburu sobre el
hallazgo, diciendo:
“Este ha sido un hallazgo muy valioso y esperamos el informe del
“Arqueólogo Carlos Cerrutti. Estamos sumamente sorprendidos no
sólo por “las piezas óseas encontradas sino también por una
serie de lascas (piedras) “que están revelando que ha habido
allí un asentamiento de mediana o gran “importancia.
Señaló el Dr. Landaburu que “ serían restos de una mujer, y por
la posición en que fue encontrado el esqueleto tengo la
convicción de que se trata de un enterramiento ceremonial”.
“Se trata de un cráneo muy valioso para su estudio porque
presentaría “deformaciones propias de algunas tribus indígenas y
que además, junto con “él se encontraron restos de cerámicas que
nos darán la posibilidad de “descubrir a qué cultura pertenece
este tipo de enterramientos”.
ACLARACIÓN OBTENIDA DE OTRAS FUENTES:
Posteriormente se pudo saber que, con carbono radioactivo y
tritio, se determinó que los restos óseos eran de una mujer
india, joven, y que su esqueleto databa de aproximadamente 200
años atrás.
Y ésta fue la leyenda.
Sólo me resta decir que …”al que quiera creer, que crea, y al
que no, que se siente alguna vez junto a esta gente y que
escuche... sólo que escuche.”
¡Gracias a todos por la buena voluntad en colaborar!
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