Este país en el que vivo es muy peculiar.
No tiene montañas ni cerros sino llanuras y praderas y colinas
muy hermosas. Tiene una reina de verdad y la gente por ley no
puede morirse de hambre. Los muy ancianos son depositados por
sus hijos, cual ositos de felpa, en empresas especializadas en
soledades. Y sin son afortunados recibirán visitas de los nietos
en navidad.
De sus simpáticos y agradables cinco millones de habitantes, tan
sólo diez mil son drogadictos y ciento sesenta mil son
alcohólicos registrados. Dos mil viven en las calles porque
quieren y todos tienen acceso a médicos y hospitales
gratuitamente. Los estudiantes estudian sin tener que pagar y no
usan uniformes. Las mujeres son doradas como el sol y los
hombres también. Y los bebés son rosaditos y calvos y de
inmensos ojos azules. Las familias son típicamente pequeñas; dos
padres y a lo más dos niños que se van de casa a los diecisiete
años de edad. Los divorcios son una tradición nacional. La
cantidad de personas que viven solas es abrumante. Especialmente
los viejos.
Pero Anna vive ajena a todo esto.
En su fabulosa casona en la Colina del Cielo, en el pueblo
Castillo de Skande, apartada de otras grandes ciudades,
contaminaciones atmosféricas, coches enloquecidos y asaltos
armados, despierta con las madrugadas cargadas de rocío y aire
puro. Fresca como un tomate italiano, se lava y viste
elegantemente y asienta sus cabellos canosos como todos los
días, elegantes y sobrios. Y con la ayuda de sus jóvenes ex
compañeros y compañeras de colegio, baja la escala riendo cual
adolescente enamorada. En la planta baja la esperan sus padres
ya muy viejitos y sus hijos e hijas con sus nietos y los bebés.
"Buenos días mamá! Cómo amaneció?"
"Abuelita, abuelita! deme un besito aquí en la rodilla... me caí
y me duele..."
"Siéntate Anna, tu café con leche se va a helar".
"Anna, como de costumbre te ves muy linda, cómo lo haces?"
"Hija, cuales son tu planes para hoy?"
"Voy a salir a pasear por la ciudad como siempre, mamá".
"Abuelita! Puedo ir con Usted, por favor!"
"Por supuesto mi amorcito, pueden ir todos los que quieran,
también los gatos".
"Ja! Los gatos abuelita? Pero si no tenemos gatos...!
"La abuelita está loca!"
"No le hables así a Anna! No le faltes el respeto!"
"Ya! Vamos al Mercado Central a comprar flores!"
"Anna, no exageres; ayer te sentiste muy cansada..."
"Estoy bien amiguita querida. Tu cuida tu juventud que yo
cuidaré mi vejez..."
Y salen todos a caminar por las pintorescas calles de Castillo
de Skande. Los vecinos y paseantes están acostumbrados a verla
pasar altiva y orgullosa con su enorme escolta de seres
queridos.
"Buenos días Señora Anna! Como está Usted hoy?"
"Dios la bendiga Señora Anna..."
"Señora Anna, que gusto de verla tan hermosa!"
Y así, con Señora Anna por aquí y Señora Anna por allá entran al
Burger In a tomar desayuno. Ella da órdenes a los jóvenes para
que organicen la merienda de helados y tortas y dulces para los
niños, sandwiches y botellas de vino chileno para los grandes y
sopas para los viejos. Los demás clientes y el personal miran el
hermoso espectáculo con admiración y Anna se siente inmensamente
feliz y orgullosa.
Luego van a comprar play stations, guitarras eléctricas y libros
electrónicos. Ropa de Saint Lorenz y zapatos Nike para todos.
Anna hace relucir sus tarjetas de crédito como si fueran
diamantes o rubíes. Los bebés sonríen regocijados desde sus
cochecitos y los jóvenes bailan en las calles al son de viejas
melodías de Elvis. Qué vejez tan deliciosa la de Anna. "Qué
afortunada y maravillosa vejez!"
"Dejad que este momento dure para siempre" piensa, aferrándose
de los brazos de sus queridos mientras que la imagen de su
adorado esposo le sonríe desde el cielo.
Los días transcurren plácidos y perfectos. Por las noches se
reúnen todos ante la tradicional fogata en el jardín. Cantan y
cuentan cuentos y Anna ríe y reparte mamaderas entre los bebés y
coñac entre los viejos. Los jóvenes no beben pero fuman
cigarrillos de tabaco rubio.
Anna siente como unas heladísimas gotas de lluvia le calan la
piel. Tirita. Que extraño. El cielo está cubierto de estrellas y
la luna está llena. Y hay una brisa agradable.
A medianoche todos duermen el sueño de los inocentes. Su mejor
amiga, Terese, la joven adolescente que fue su mejor amiga en
los tiempos de estudiantes, la ayuda a desvestirse y a acostarse
no sin antes escobillarle el pelo y limpiarle la cara de cremas
y pinturas. Rezan juntas el Padre Nuestro y Anna se va quedando
profundamente dormida. Sueña con caballos alados blancos y
mansos que la llevan desde La Colina del Cielo hasta el país de
su infancia dónde todo era frío y gris y dónde su tío Albert la
miraba fijamente y le murmuraba obscenidades al oído.
Anna se revuelca en su cama y ahora se encuentra en una calle de
la ciudad de Valby, amenazada por carros veloces y agresivos que
la persiguen por pasajes llenos de vitrinas sin luz exhibiendo
prostitutas anoréxicas muy jóvenes y heroinómanos esqueléticos
inyectándose substancias transparentes en los brazos desnudos.
Pero llega nuevamente el maravilloso amanecer a la pequeña
Colina del Cielo.
Los niños ya andan por ahí corriendo y gritando y los viejos
padres de Anna son atendidos por los alegres estudiantes. Llegan
tías y tíos repartiendo besos y abrazos y preguntando por Anna.
Anna extrañamente está atrasada hoy y Terese sube la escala a
dos saltos para encontrarla llorando a mares ante su espejo.
"Pero Annita por Dios, que te pasa mi amor?"
"No sé Teresita. No dormí bien. Me siento tan cansada y me veo
tan demacrada!"
"Te ves linda mi amorcito, ven, yo te voy a ayudar..."
Terese hace milagros y al fin Anna baja las escalas irradiando
belleza y alegría. Se sientan todos a la gran mesa a comer
panqueques con mermelada de frutillas y a hacer planes para el
día mientras que los viejos hablan del pasado.
Todos quieren ir a El Castillo de Skande, una hermosa
construcción del año 1171 levantada en el medio del lago de
Skande por el rey Valdemar el Grande. Anna titubea, no quiere
ir.
"Pero Anna! Si es tan tan maravilloso; a ti siempre te ha
gustado..."
"No te entiendo Anna! quieres quedarte aquí sola todo el día?"
"En realidad sí! Necesito estar sola un rato. Estoy cansada. No
dormí bien anoche!"
"Estás enferma abuelita?
"Te ves un poco pálida hijita, necesitas aire fresco. Te haría
bien ir con nosotros..."
"Déjenme en paz! Váyanse! Necesito estar sola! No entienden?"
Silencio. A Anna le parece que Terese la observa fijamente, así
como lo hacía el tío Albert.
Queda sola en su casona y se acuesta en el sofá cerrando los
ojos durmiéndose profundamente. Es despertada por un violento
remezón. Un policía la levanta bruscamente del pavimento mojado
y la pone de pie contra un muro. Otro le grita salvajemente.
"Vieja de porquería! Que estás haciendo aquí durmiendo en la
calle!"
"Identifícate! O te llevamos a la estación!"
"Donde vives? O eres una callejera?"
"Alcohólica o drogadicta? O puta? Te debería dar vergüenza a tu
edad!"
"Ya! Camina!"
Un policía la empuja y finalmente la dejan ir. Anna va
desorientada y llena de pánico entre grupos de sombras que se
balancean y sujetan entre ellas para no caer. La calle la
conduce hasta un portal donde hay gente durmiendo. La noche es
negra y helada y un constante sonido de música estridente le
paraliza los oídos. Una camioneta se detiene a su lado y se
bajan rápidamente dos hombres de uniformes blancos. La levantan
como a una pluma y la acuestan en el asiento trasero. Lucha por
despertar y grita por Terese.
"Me van a violar, por Dios! No debería haberme quedado sola.
Quisiera estar con ellos en el Castillo de Skande..."
El coche se detiene. Llegan dos camilleros y la transportan a un
edificio impecable y bien iluminado. Una enfermera llamada
Terese le toma la mano y le acaricia su pelo desaseado.
"Pero Annita! Por Thor! Te arrancaste de nuevo... Ya Ya, cálmate
no más. Tu sabes que te queremos mucho. Todos te hemos echado
tanto de menos. Hemos estado tan preocupados por ti. No te gusta
estar aquí con nosotros?"
Y la despoja de sus trapos inmundos, la baña, le lava el pelo,
la viste con ropa limpia y fragante y la deposita en la sala de
estar cual osito de felpa.
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