Lloviznea…
El invierno intenta descabezar el blanco de los almendros que florecen
confundidos de sol y aire. Nubes de primavera amanecida navegan al socaire de
una brisa calma y tristona.
Mil calambres
andan jugando en la boca
insatisfecha del estómago,
cientos de nieblas opacas
se pelean
por reconvertir dudas en sonrisas,
certezas en dolores.
Nostalgias de mar y besos se agolpan en los mentideros de los ojos. Ahora la
soledad se palpa como culebra agazapada bajo la tierra. Las manos se agrietan de
entregas.
No se ha muerto la fe
pero está en los últimos derribos:
caricaturas sin ojos
han ido desfigurando el cáliz
de los deseos;
se va rompiendo el amor
de tanto acumular vacíos.
Acaso nos inunde alguna tarde un maremoto de azul intenso. Quizás, en cualquier
alborada, se divisen las gaviotas merodeando el faro que se quedó en el abandono
porque la noche se alarga.
Lloviznea, en esta mañana sin nombre…