• Miguel Ángel Fernández

    HISTORIA VIVA

    Pequeña historia de la música

    por Miguel Ángel Fernández



Antigüedad

Las aportaciones llegadas a nuestros días, serían insignificantes sin la aportación iconográfica. Sólo nos han llegado imágenes de los rituales musicales más importantes.

Pero se tiene constancia de la música desde tiempos inmemoriales. Según la Biblia, Yubal fue padre de todos los que tocaban la flauta y la cítara, uno de los instrumentos más antiguos. La gente era agrupada en tres grandes categorías: pastores, músicos y herreros y la música constituía el agente intermedio entre los dioses y los hombres.

Las fuentes del Antiguo Oriente y de Egipto son desconocidas y las de Grecia y Roma escasas. Los especialistas en música están de acuerdo en la importancia de instrumentos como el arpa, la cítara, la trompeta y la flauta en Egipto y en el Próximo Oriente.


Edad Media

Para comprender los géneros musicales de la Edad Media hay que tener en cuenta el peso de la Iglesia y la necesidad que tenía de propagar el mensaje evangélico por todos los medios a su alcance. El melómano asocia el canto gregoriano con la Edad Media. El Papa Gregorio el Magno (590-604) propuso la recopilación y sintetización de los elementos cantados de la liturgia. Fue el creador del canto gregoriano y en esta época es cuando comienza a documentarse la música.

Gerard Le Vot destaca el problema de hablar de los géneros instrumentales y nos recuerda que la materia artística medieval no era sentida del mismo modo por las personas de la época.

Uno de los problemas de la música medieval son las fuentes. No existe esbozo de verdadera notación hasta el siglo IX. Durante siglos se intenta descifrar de forma aleatoria, añadiendo a ello la mala conservación de los manuscritos.

Hasta el Renacimiento predomina la transmisión oral de la música, procediendo a la anotación nada más que de una pequeña parte. El patrimonio que ha llegado hasta nuestros días está lleno de lagunas. Entre 1350 y 1550 se produce una gran transformación.

En la música medieval resulta difícil trazar la frontera entre género y forma. Su repertorio está compuesto por entidades sonoras diferenciadas y detectables hasta para los oídos menos expertos.


Renacimiento y Barroco

El Renacimiento plantea el problema de su cronología. Para el historiador, marca la transición entre la Edad Media y la Edad Moderna. Artísticamente el Quattrocento ya no pertenece a la época medieval, pero en cambio coincide con el apogeo de la polifonía medieval. El renacimiento de las artes visuales precede al renacimiento musical marcado por el retroceso de la polifonía en el siglo XVI. 

Los musicólogos están de acuerdo en el papel de este siglo. El Renacimiento significa la ruptura con el dogmatismo y la música profana comienza a imponerse a la religiosa. Los principales protagonistas de esta época son los franceses Josquin des Pres y Clement Janequin, el italiano Giovanni Pierluigi de Palestrina (1525-1594), el franco-flamenco Orlando di Lasso (1532-1594), el inglés William Byrd (1542-1623) y el español Tomás Luis de Victoria (1548-1611). La música instrumental adquiere importancia a partir del siglo XV.

El siglo XVI viene marcado por el acontecimiento que supuso la reforma de Lutero (1483-1546) que revolucionó las mentalidades de los habitantes de gran parte de Europa. La música experimentó la transformación de los géneros antiguos y la eclosión de otros nuevos. El Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563 también modificó el destino de la música.

Los teóricos encontraron dificultades para expresar la forma y el género. Casi toda la producción musical era el resultado de un encargo e implicaba que el compositor debía de plegarse a las expectativas de un público, a las circunstancias de una ceremonia o a la composición de una orquesta.

La característica técnica más perceptible del barroco es el principio del bajo continuo que consiste en escribir debajo de la melodía una simple parte de bajo. Por ello hacían falta cuatro intérpretes para una sonata a tres. La música barroca crea sus propias herramientas. Todos los géneros se benefician de ello.

La música instrumental pasa a ocupar un lugar sin precedentes. La implantación de la imprenta permitió la difusión de partituras y su lectura se facilitó con el sistema de tablaturas.

El laúd se afianzó como el instrumento rey en el siglo XVII y el piano ejerció un dominio casi absoluto en el siglo XVIII.

Los progresos en la fabricación de instrumentos transformaron el grupo de cuerdas con arco. La familia de las violas constaba de viola de brazo, viola de gamba y violín. 

Los instrumentos de teclado embocan gran parte de la música en el camino de un creciente virtuosismo digital. Su impulsor fue el clavicémbalo en el siglo XVII. A diferencia de otros instrumentos de cuerda el clavicémbalo permite la utilización de los diez dedos y enriquece durante cerca de dos siglos todos los parámetros del lenguaje musical.


Clasicismo y prerromanticismo

La segunda mitad del siglo XVIII se caracteriza por la supremacía musical germánica. Se sustituye el clavicémbalo por el piano. Los cuarenta años transcurridos entre la muerte de Johann Sebastian Bach (1750) y Wolfgang Amadeus Mozart (1791) son conocidos como clasicismo vienés. 

El siglo XVIII es percibido como el siglo francés. La Revolución francesa proclama la igualdad entre los hombres. Si las letras y las artes resplandecen en Francia, no puede decirse lo mismo en el campo musical. Viena resplandece con un brillo intenso y se convierte en la capital mundial de la música. Sin embargo tarda en reconocer el genio de Mozart, refugiándose en el talento de Beethoven y Schubert.

El periodo clásico es muy breve y se define como el momento de equilibrio en las formidables tensiones que se ejercen entre la voluntad estabilizadora y las premisas de un romanticismo incipiente. Presenta un triple carácter de transición, de epílogo y de apertura.

El diapasón indica el registro de una voz o de un instrumento. Es el sonido con el cuál oímos afinarse la orquesta antes de un concierto.


Siglo XIX

El romanticismo se define como una reacción al Siglo de las Luces. El hombre romántico renuncia a ser el engranaje del mundo. El yo se transforma y en la creación de obras se traducen las alegrías y los tormentos, esperanzas y revueltas y la alienación o la aniquilación del creador por la locura o el suicidio.

El romanticismo trastocó antes la literatura que la música o la pintura. El papel precursor que desempeño Alemania es incontestable. Hasta aquí, mi piano soy yo, es mi palabra, es mi vida, es el depositario íntimo de todo lo que se agitó en mi cerebro en los días más ardientes de mi juventud. Es ahí donde han estado todos mis deseos, todos mis sueños, todas mis alegrías y todo mi dolor. Sus cuerdas se han estremecido bajo mis pasiones, sus dóciles teclas han obedecido todos mis caprichos, escribió Franz List.

La música romántica marca el triunfo de la música instrumental. También coincide con el apogeo de la ópera.

El siglo XIX se abre con la epopeya de Napoleón, cuyo dramático final supone un hundimiento moral. 1830 marca en Francia una primera génesis del Romanticismo: Víctor Hugo presenta Hernani, Delacroix pinta La libertad guiando al pueblo y Héctor Berlioz compone la Sinfonía Fantástica. 

Franz List es el único que permite hacer la transición entre la primera y segunda oleada de románticos. En la segunda mitad del siglo XIX las naciones europeas ganan su independencia. Existe conciencia de peligros exteriores. En 1870 se forma el reino italiano y en 1871 el imperio alemán.

En Bohemia surge un sentimiento nacionalista contra las minorías alemana, magiar y polaca y en España se implanta la Primera República entre 1873 y 1875 cuya Constitución que no se llegó a aprobar, reconocía a los Estados que la forman.

La segunda etapa romántica se caracteriza por el éxito de la ópera nacional. Permite la transmisión al público de un mensaje patriótico. Supone un acto de independencia. La gran opera francesa se desarrolla tanto en contra de la ópera italiana como de la reforma wagneriana.
Siglo XX

En el siglo XX los géneros musicales se escriben más en términos de mutación, de experimento y de síntesis que de invención y determinación categórica. Dividimos este siglo en dos partes: en la primera se hace referencia a los cambios producidos en los viejos géneros y en la segunda se replanteará el concepto de género a través de diversos experimentos y síntesis. 

El ballet en Stravinski, el concierto para solista en Berg o la cantata en Honegger conducen a una reflexión sobre el género musical como instrumento transformador. En cuanto a los experimentos y síntesis hay que referirse a Boulez, Ligetti o Penderecki.

La música del siglo XX manifestó nuevas ambiciones, abrió nuevos centros y se sumergió en nuevos terrenos. El público contemporáneo se encuentra ante una desconcertante nebulosa. Todo está permitido. El devenir de los géneros musicales no constituye la menor de las singularidades de la reciente evolución musical.


Para ampliar:

- Denizeu, Gerard: “Los géneros musicales”, Barcelona: Ediciones Robinbook, 2002.
- Albors, Ignasi: “Cinc cèntims de música per a no melómans”, Deria, Barcelona, 2003.

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