Los humanos somos animales de costumbre, y cuando nos
acostumbramos a algo, lo mismo a un estilo en el peinado, que a
una marca de tabaco o a un perfume, nos cuesta mucho si hemos de
cambiar. Lógicamente, lo mismo ocurre -y puede que en mayor
medida- con nuestras comidas habituales y sus diversos
componentes.
El mayor problema que podemos encontrar a la hora de seguir el
Régimen Ancestral es tener que dejar de comer algunas cosas que
han sido básicas en nuestra dieta desde siempre. Por ejemplo, el
pan. Yo, que he sido un gran comedor de pan desde pequeñito,
puedo hablar por experiencia lo que cuesta tener que dejar algo
que siempre ha sido indispensable en todas nuestras comidas. Sin
embargo, había algo, una fuerza interna que nacía de algo
extraordinario: 12 años de dolores continuados día y noche, que
me iban dejando cada vez más inválido, que me había roto mi vida
y que me llevaba a la tumba poco a poco. ¿Cómo no iba a dejarlo?
El pan y todo lo que hiciera falta.
Claro, para mí, que había sufrido lo mío, y que sabía que con
dejar el pan y unos pocos cambios más, recuperaba mi salud y mi
vida, no era difícil... Sí lo es mucho más para quien sólo
padece unos ligeros dolores y alguna inflamación en la rodilla o
la muñeca. Pero... lo que ignora esta persona, sobre todo si aún
es joven, es que el tiempo sigue avanzando y la enfermedad
también. Al paso de los años, lo que antes -ahora- son pequeños
dolores se convertirán en dedos torcidos y manos inválidas, en
operaciones quirúrgicas para intentar devolverle algo de
funcionalidad a las piernas o tobillos, o en una silla de ruedas
o un camastro del que ya no podrá levantarse...
Sé que es difícil tomar conciencia de esto, que si no está la
enfermedad detrás pinchándonos con sus dolores más gordos, es
muy posible que no le demos la importancia que tiene a
alimentarnos de una manera correcta, eliminando de nuestra dieta
toda esa cantidad de elementos extraños a nuestro metabolismo y
tóxicos acumulativos que irán minando nuestra salud. Pero es
necesario, imprescindible, tomar conciencia de que es algo
cierto, que está ahí y que hay que evitarlo. No es nada más y
nada menos que nuestra salud la que está en juego.
Pero, si Vd. ya se ha mentalizado de que la única medicina que
puede curar su enfermedad no es otra que la misma que la
produce, es decir, la alimentación, ¡enhorabuena! Ahora sólo nos
queda diferenciar y apartar los elementos extraños y tóxicos que
ingerimos en nuestra dieta diaria para que no sigan
envenenándonos. Qué debemos comer y qué no, y cómo debemos
cocinar los alimentos, lo tiene definido, en líneas generales,
en la página del Régimen Ancestral. Por lo que, ahora, si ya
entendió que el principal problema que conlleva el Régimen es
cambiar los hábitos y se ha impuesto conciencia y voluntad para
superarlo no comiéndolos, lo que nos queda es saber si hay
alternativas o no para ciertos alimentos a los que estamos
habituados o a las formas de cocinarlos. Veamos algunas.
Los desayunos.
Lo que entendemos como desayuno es una comida muy distinta en
los diversos países, regiones e, incluso, pueblos y ciudades (en
algunas partes se llama almuerzo). Algunos cuentan con diversos
platos en los que no faltan huevos, jamón, bacón o
panceta, salchichas, carnes, judías con tomate, aros de cebolla,
café o té, cereales con leche, papilla de avena, zumos de
frutas, etc., hasta los más frugales que no pasan de un café con
leche y unas tostadas con aceite o mantequilla. Hay que decir
-tanto para unos como otros- que tan sólo hay que hacer unos
pequeños cambios: eliminar los cereales, el pan y la leche
animal (también el bacón o panceta). Por lo demás, sólo cuidar
que no haya nada prohibido y la forma de cocinado. Una forma de
desayunar para los acostumbrados el desayuno frugal, sería un
café con alguna de las leches alternativas, o aún más saludable,
un té verde (se compra al peso en herboristerías) y, si es poco,
alguna pieza de frutas. Y nada de azúcar refinada, añádale al té
o café miel pura de abeja.
La leche.
La leche animal es un alimento totalmente prohibido. Sin
embargo, tiene claras alternativas en la leche -o bebidas- de
almendras, de arroz, de avena, de coco o de soja (esta última,
menos recomendable que las otras por su origen transgénico y
posibles tóxicos, podría aceptarse en mujeres pre o post
menopáusica por su alto contenido en fitoestrógenos, que ayudará
a que los sofocos y calores sean menores). El sabor de todas
ellas es muy parecido al de la leche de vaca y puede ser
utilizadas tanto para el café o té como en la mayoría de sus
usos.
El pan.
Como el principal componente en la elaboración del pan es la
harina de trigo (o de maíz o algún otro cereal en Sudamérica) y
los cereales -excepto el arroz- están totalmente prohibidos, la
única alternativa es hacerlo en nuestra propia casa con harinas
-o mezclas- de arroz, garbanzo, trigo sarraceno (alforfón),
quinua, castañas, patata... Los preparados de panadería
industriales hechos con almidón de maíz (tipo Proceli), aunque
serían algo más aceptables que las piezas de pan que podamos
encontrar en cualquier panadería (el pan, en su totalidad, es
elaborado con harina de trigo o mezclas), tampoco es
recomendable por su procedencia de maíz transgénico. Así, pues,
a hacerlo en casa... Pero no se ilusione mucho: para la mayoría
será un tanto difícil y, además, no será el pan al que estamos
acostumbrados, por lo que parece que la única solución es la de
dejar de comerlo. Pero, sabiendo que es un elemento que nos
afectará bastante en nuestra salud, creo que merece la pena.
Almuerzos.
Es la comida más importante del día y, excepto los pocos
alimentos prohibidos, se puede comer de todo con unas pocas
condiciones: buscar productos de calidad y saludables, a ser
posible, las frutas y hortalizas de cultivo biológico; los
pollos y aves, de corral o campo; los pescados mejor de mar que
de río o piscifactoría; las carnes... aquí tropezamos con el
problema de que la inmensa mayoría de las que podemos adquirir
son de producción industrial, generalmente, de animales
estabulados en zahúrdas o baterías donde no pueden moverse,
atiborrados con piensos no naturales creados para un rápido
engorde, de antibióticos para que no enfermen, de productos
químicos para que den más peso... No hay muchas elecciones, si
acaso, mirar para productos de mayor calidad y precio, que
garanticen su crianza con pastos naturales y en libertad.
Respecto a la forma de cocinarlos, aunque lo ideal sería comer
carnes y pescados crudos, como se entiende que sería imposible o
muy difícil para muchas personas, tenemos que procurar que tanto
las carnes como los pescados que vamos a comer no sufran
demasiado los efectos del calor. En filetes, unas muy ligeras
pasadas por la plancha o la sartén, engañándolos para que
parezcan que están bien hechos, pero que queden algo crudos por
dentro. Lo cierto es que se comen bien. La carne, cortada a
taquitos pequeños, se puede hacer en un salteado en una sartén
con algo de aceite y unos ajitos. En unos minutos está hecha. El
atún encebollado, lo mismo, taquitos pequeños, mucha cebolla y
unos 8 ó 10 minutos. A todo ello se le puede añadir las especias
que se quieran.
Huya de guisos con mucho tiempo al fuego y haga productos que
necesitan escasa cocción. Arroz con mariscos, pescados, carnes,
hígado, etc., sólo requiere 14 minutos. Las patatas con carnes,
hígado, pescados, etc., lo mismo, unos 15 minutos. Las verduras,
coliflor, zanahorias, espárragos, habas, guisantes, puede
cocerlas 10 ó 15 minutos, mejor al vapor, y nada de olla exprés.
Las legumbres, garbanzos, alubias, etc., de primerísima calidad,
12 horas de remojo y apenas una hora de cocción (con chorizo,
morcilla, carne y tocino). Las lentejas, elegir las que no
necesitan remojo y están hechas en apenas 20 minutos. De
segundo, huya cuanto pueda de los fritos y acostúmbrese a los
mariscos, gambas, langostinos, cigalas, etc., con sólo un
chapuzón sobre el agua hirviendo o, en plancha o sartén, una
vuelta y vuelta de unos 30 segundos. Los pescados, igual, un
ligero pase por la plancha como explicamos en el párrafo
anterior. Y otras muchas cosas de la gran variedad que hay, pero
siempre cuidando estas formas que explicamos.
Cenas.
Deben ser siempre muy frugales. Algo de embutidos, jamón, lomo
en caña, longaniza, salchichón, etc., cuidando que sean de
primerísima calidad (el problema -si los encuentra- puede ser el
precio, pero nuestra salud bien lo vale), alguna latita de
conserva, atún, melva, caballas, mejillones, etc., (procurando
siempre los envasados en aceite de oliva virgen extra) y sólo
muy de vez en cuando. También de vez en cuando, huevo duro (8/10
minutos), escalfado o cuajados (unos minutos), con mayonesa (de
buena calidad), corazones de alcachofas, espárragos blancos,
etc. También es muy saludable pasar de la cena alguna que otra
noche.
Postres.
Frutas, muchas frutas, del tiempo aprovechando sus temporadas.
Todas son buenas, por lo que no distinguimos ninguna. También
son de extraordinario valor los frutos secos. Nueces, piñones,
almendras, pistachos, avellanas, cacahuetes, etc., se deben
comer con mucha frecuencia, a diario, variándolos e incluyendo
también frutas desecadas (higos, orejones, dátiles, pasas,
etc.), eso sí, huyendo de los fritos -y a ser posible de los
tostados- y procurando que sean naturales, a granel y con sus
cáscaras, o sea, sin pelar (se encuentran con facilidad). Por
supuesto, debe huir de todo tipo de dulces, pastelería, frutas
en almíbar, etc. Pero, no se prive de algunos postres que sí se
pueden comer, por ejemplo, el arroz con leche, hecho con alguna
de las leches alternativas y miel. En Internet puede encontrar
diversas recetas para comidas y postres compatibles con nuestro
régimen. Incluso de helados.
Cambie todos los hábitos que sean necesarios en sus comidas. Sin
dudarlo. Es su salud...
Nota:
En
La Web de la Artritis Reumatoide, además de un consultorio
on line, dispone de descripciones de
otras muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas, autoinmunes en general
y de las denominadas de
ensuciamiento y
eliminación.
URL: La Web de la Artritis Reumatoide