Todo el mundo habla de la extraordinaria crisis global que
estamos sufriendo. Economistas, profesores de Economía,
analistas financieros, periodistas, tertulianos y habladores
habituales de todos los medios de comunicación, meacables
radiofónicos, sindicalistas y trabajadores, parroquianos de
bares y tascas, etc. Y, sobre todo, los políticos. Los unos, con
sus culpas y reproches a los de enfrente, los otros con sus
chisteras y varitas mágicas de cartón piedra prestas al ale hop,
con sus sonrisas y decires de esto lo arreglamos y sus miedos y
lágrimas de impotencia asomándoles en los temblores de las
comisuras...
Pero, nadie, absolutamente nadie, ha hablado ni habla de por qué
esta crisis, de dónde ha salido, quién la ha provocado y quiénes
son los culpables. ¿Acaso las lluvias torrenciales han hecho que
se pierda la cosecha mundial de trigo y demás productos
agrícolas? ¿Acaso los vientos huracanados han derribado las
plantas petroquímicas y las centrales eléctricas de todo
Occidente? ¿Acaso el tan manido cambio climático ha fundido los
polos y anegado las costas de más de medio mundo?¿Acaso los
cuatro jinetes del Apocalipsis a lomos de virus desconocidos han
llenado de muerte las calles y acabado con media Humanidad? ¿Ha
sido el azar? ¿Un gigantesco imprevisto venido de los cielos?
No...
Sabemos de la existencia de la crisis por sus extraordinarios
efectos. Pero todo el mundo ha aplicado su tiempo e interés en
comentar sus síntomas, en buscar pomadas y ungüentos para
aliviar sus efectos, en ponerle analgésicos a los números y
convencerse de que hay que apretarse el cinturón... Se ignora la
ley metafísica Causa Efecto, la Reacción consecuente a una
Acción de las leyes físicas. Los de abajo miran hacia los
púlpitos esperando milagros y los de los púlpitos miran a los de
abajo, a los de enfrente y a los de los lados encogidos los
hombros y perdida la mirada en las baldosas del suelo.
Impotentes, nadie se atreve a levantar la mirada hacia arriba,
hacia donde habita el todopoderoso señor don dinero, y mucho
menos a clamar justicia, no sea que el poderoso señor, además de
haber engañado a todo bicho viviente, además de haberse quedado
con todas las cosechas y todos los sudores, les mande un
arcángel de espada llameante y les corte los huevos.
Las crisis son un fenómeno económico cíclico que parece ocurrir
cada 8 ó 10 años. Ese es, más o menos, el tiempo que tardan las
economías en recuperarse de la anterior, en poner las cuentas
con superávit y, creídos gobiernos, ahorradores y dueños de
capital que el tiempo de las vacas gordas es para siempre,
descuidar los mil quinientos agujeros que tienen todas las arcas
en sus fondos.
Y es entonces cuando actúan unos pocos expertos en ingeniería
financiera -generalmente, de donde el Tío Sam o de la Blanca
Albión-. Estos grandes de las finanzas, conchabados o con la
aquiescencia de gobiernos y autoridades pertinentes (de otra
forma, sería imposible), se inventan unos valores nulos,
inexistentes o huérfanos de padre y garantías y, aprovechando
las debilidades de los muchos Bancos y entidades financieras
-grandes deudores y obligados con sus prestatarios-, los colocan
a millones en el mercado. Es el caso de las
subprime,
las hipotecas basuras creadas en EE.UU. en los años previos a
2007, que estallaría ese año creando quiebras financieras y
bancarias, desplome de las Bolsas, terror generalizado y el
consecuente deterioro en las economías de casi todos los países.
Al hilo de ello, aprovechando el río revuelto, suelen actuar los
tiburones, los grandes especuladores, expertos del chanchullo y
las finanzas que, con extraordinaria habilidad y sin el menor
sentido de la ética, con altísimos capitales propios o ajenos (y
no sé si aprovechando la ingenuidad de gobiernos y autoridades
estatales ...o contando con los guiños del maestro armero),
intervienen en los sistemas bursátiles -generalmente, de los
países más débiles o deteriorados- causando auténticos derrumbes
de divisas y economías.
Obligado es hablar de la Agencias de Calificación de Riesgos,
especie de jueces de la economía mundial que, amparados en la
política de no intervencionismo de los Gobiernos en las
economías de libre mercado, se encargan de calificar a su libre
criterio los posibles riesgos que conllevan, no sólo acciones o
valores, sino el estado económico de las más grandes empresas y
las deudas soberana de todos los países. En sus actuaciones se
cuentan los tratos de favor, cifras infladas, informes dudosos,
etc. (el 90% de los productos financieros calificados con triple
A en 2006 por una de las más grandes, la Fitch, fueron
reconocidos tras el estallido como bonos basura, pero también
estaban calificadas con triple A las enormes empresa Enron o
Lehman Brother, quebradas, o las acciones del estafador Bernard
Madoff -suena a cachondeo-). Con motivo de la actual crisis, los
Presidentes de las tres agencias norteamericanas más poderosas
(la Standard & Poor's, la Moody's y la Fitch), fueron obligados
a comparecer ante el Congreso de los EE.UU. Se limitaron a
prometer más transparencia... y ahí acabó todo. Su papel en el
crecimiento o derrumbe de las economías a nivel global,
demostrada como está su labor corrupta, movida por intereses y
llena de engaños, no puede ser obviado por los gobiernos en
razón al no intervencionismo. La actual fórmula es una clara
dejación de funciones -principalmente, por los gobiernos de la
UE, que ni pinchan ni cortan en ese plano- con consecuencias,
como vemos, más que catastróficas. A estos energúmenos podríamos
calificarlos como una especie aparte, pero carecen de la
autosuficiencia logística y dineraria de los unos y los otros.
Son eslabones de ambas cadenas, una simple parte -común, y
quizás fundamental- del mecanismo del chanchullo de las
entidades financieras y los especuladores.
Ya tenemos el origen de las causas. Grandes entidades
financieras -con cobertura mundial y muy poca vergüenza- y
grandes especuladores con vistas de linces y zarpas de tigres.
¿Son ellos los culpables? Sí, sin duda alguna. Pero no los
únicos... Sin el concurso de gobiernos y autoridades financieras
no sería posible. En el caso de las subprime las financieras
estadounidenses contaban con todos los permisos de la
administración Bush para poner en el mercado un cierto número de
acciones basura. Luego, sólo quedaba multiplicarlas por cientos
de miles, o millones, hacer la vista gorda y sálvese quien
pueda. Ni las autoridades encargadas de la vigilancia de los
valores, asuntos financieros y mercados bursátiles de cada país
podían ignorar que no se estaba cumpliendo con la normativa, ni
los Bancos y entidades encargadas de su colocación en el mercado
-a pesar de sus calificaciones- podían alegar que desconocían
las garantías reales de la basura que colocaba entre sus
clientes.
Y, como pillos redomados los hay por todas partes, y actúan
buscando sus propios beneficios sin que les importe un bledo los
efectos de sus pillerías, de la misma forma que los cuerpos de
policías locales y nacionales mantienen el orden en las calles,
es tarea de las autoridades económicas de cada país -no me
aleguen lo del libre mercado y no intervencionismo- que se
mantenga el orden en los sistemas financieros y económicos. Si
no se cumplen las leyes por parte de quien sea, si se conculcan
las normas y principios en cualquier área, la responsabilidad es
de quien o quienes tienen encomendada esa tarea. Y si esa
vigilancia en las áreas económico-financieras no se efectúa
debidamente, la culpabilidad es de los responsables últimos, que
recae en Ministros y Jefes de Gobierno.
¿Incompetencia?, ¿Descuido de sus obligaciones?, ¿Candidez y
bisoñería por desconocimiento de los grandes poderes ocultos?
Puede que un poco de todo. Pero, resulta inadmisible, puesto que
es algo que se viene repitiendo a lo largo de los años en toda
nuestra historia reciente. Un Jefe de Gobierno, y sus expertos y
asesores, han de ser personas preparadas y responsables en todo
-incluidas las áreas económicas y sus trastiendas-, no pueden
alegar imprevisión o desconocimiento en el ejercicio de sus
altos cargos. Y mucho menos dejarse embaucar por tahúres y
trileros de las finanzas cuando está en juego la vida económica
de sus países.
Tanto Zapatero como Sarkozy, Ángela Merkel, Berlusconi, José
Sócrates, Karamanlis, Van Rompuy, Brian Cowen... y etc., etc.,
con especial mención de los ex George Bush y Gordon Brown, tanto
por la ineptitud demostrada al permitir la catástrofe como por
la dejación de obligaciones al no perseguir y hacer rendir
cuentas a todos y cada uno de los que la inventaron, deberían
entender que la existencia de la crisis es culpa y
responsabilidad exclusiva de cada uno de ellos.
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