Era de madera de sándalo color marrón, con incrustaciones de
marfil y filetes dorados.
Preguntó fecha... ¡De mil novecientos dos, una verdadera
maravilla! -contestó el anticuario.
Peso a peso juntó los ochenta mil, con cuidado lo envolvió en la
franela y se lo llevó a casa. ¡Era la pieza más valiosa que
había tenido nunca en sus manos! -aunque no sirviera para nada-
pensó.
Por la noche, exactamente a las doce, detrás de los vidrios de
la vitrina y decorando el lugar de honor con su estructura de
madera de sándalo color marrón, incrustaciones de marfil y
filetes dorados, y contrariando completamente su estricto deber
ornamental... el teléfono sonó.
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