• Alfonso Estudillo

    La Voz de Arena y Cal

    Por enseñar una teta

    por Alfonso Estudillo


Leo con sorpresa en 20 Minutos.es, reseña de un artículo publicado en la web Citizens for Change -a su vez ampliación de una noticia del New York Times-, que 12.000 mujeres son arrestadas cada año en EE.UU. por dar el pecho a sus bebés en público.

Puede, sin duda, parecer absurdo que en un país occidental, y más aún en el autoproclamado "país de las libertades", que una mujer sea humillada y detenida por ejercer una de sus más amorosas, tiernas e irrenunciables funciones de madre. Sin embargo, ocurre así. Las fuerzas del orden se amparan en unas leyes sobre la indecencia vigentes en varios estados, pese a que ya se han legislado normas adicionales para que dar el pecho sea legal en todo EE.UU.

Pero, no sólo es en el primer país del mundo donde se conculcan las libertades de la mujer en base a una supuesta decencia o decoro: también podemos observar esas aptitudes en países europeos de primer nivel como Reino Unido, Italia o España, donde al día de hoy son frecuentes las llamadas de atención por parte de empleados o miembros de seguridad a las señoras que amamantan a sus bebés en centros comerciales, restaurantes o dependencias de diversa índole, incluso, amenazadas y expulsadas a cajas destempladas.

Una actitud muy occidental que, a pesar de nuestro "occidentalismo", a pesar de nuestro peculiar rechazo a determinadas costumbres feudalistas, tiene mucho que ver con iguales o parecidas actitudes de árabes, africanos o asiáticos cuando estos se empeñan en que sus mujeres vayan tapadas hasta los ojos con burkas, chador, nicab o velos.

Impera la mojigatería, la hipocresía, la doble moral, pues es harto conocido que ese señor o señora de Nueva York, Phoenix o Houston, que tan alto proclama su recato, ética y religiosidad, se despelota y engancha con el primero o primera que encuentra apenas traspasa la frontera con México o toma tierra en cualquiera de las islas del Caribe. Exactamente igual que el individuo -o individua- de Bristol, Milán o Sevilla cuando aterriza en Cuba, Copacabana o Bangkok.

Todo este descomunal despropósito deviene en exclusiva de unas muy arcaicas costumbres que tienen su origen en funciones naturales como el sexo y la procreación, que, a su vez, crean un sentimiento no natural, impropio y evolutivo al que llamamos pudor.

Socialmente, la definición de pudor es: "Honestidad, modestia, recato. Sentimiento que impide mostrar el propio cuerpo o tratar sobre temas relacionados con el sexo." (RAEL) Y, desde el plano de la religión: "Mecanismo instintivo, propio de la castidad, que protege con la vergüenza la intimidad sexual. Evita todo tipo de excesos y peligros morales en materia sexual." (Ig. Cat:)

Tanto en una como en otra definición prevalece el sexo (considerado desde la función sexual) como único origen. Podemos decir que la función sexual no es otra cosa que la integración armónica del sexo (netamente biológico) con la sexualidad (capacidad de expresar sentimientos y emociones profundas, como el amor). Y, mientras la sexualidad se limita exclusivamente a la función de los órganos genitales (conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo), la sensualidad es una respuesta instintiva que nace y se cimenta en funciones de la imaginación (de los sentidos o de las sensaciones que suscitan).

Así, pues, y toda vez que las tetas o senos de una mujer nada tienen que ver ni forman parte de los órganos genitales (origen básico del pudor), no podemos contemplarlos como integrantes de la función sexual, ni tampoco -aunque sean un añadido a la lista de elementos sensuales, como las nalgas, las orejas o las piernas- en casos y escenarios en que nada tienen que ver con la sensualidad -como sería amamantar a un hijo- puede exacerbar nuestra imaginación predisponiéndonos a la acción sexual.

Todo aquel individuo, sea ciudadano de a pie o integrante del clero, agente de seguridad o agente del orden, propietario de establecimiento o director de oficina pública, responsable de dictar leyes o Jefe de Gobierno, si cuando ve a una señora sacarse la teta para alimentar a su hijo es capaz de pensar en acciones propias de machos salidos, no sólo es un rijoso impúdico, sino que además debería ponerse en manos de psiquiatras para tratar de curar sus obsesiones sexuales.

Una mujer puede darle el pecho a su hijo donde y cuando le dé la gana. Para este caso concreto no valen los antiguos argumentos de exhibicionismo o escándalo público que tanto juego dieron en la época franquista. Ambos fueron derogados por Ley de 1987/1989 de forma que la figuras se adaptaran a la Constitución y, además, dejaron de existir con la nueva Ley de 1995. En esta nueva Ley el nudismo o desnudo parcial o total del cuerpo no constituye delito ni falta y es aceptado como un derecho de toda persona, no sólo en playas conceptuadas como nudistas sino en cualquier espacio público (Vd. puede pasear desnudo por la calle o estar así en cualquier playa). Esta forma -el desnudo total o parcial- tan sólo es restringida por algunas normativas municipales invocando costumbres y decoro público (estas normas pueden tener fundamentos, y, al tiempo, ser discutibles y anticonstitucionales). También suelen aplicarlas establecimientos y locales, como bares, centros comerciales y otros (aunque abiertos al público, son lugares privados) y centros dependientes de la Administración. Pero, si bien estas restricciones son aplicables al desnudo total o parcial, en ningún caso y de ninguna manera pueden aplicarlas a la figura de una madre que da de mamar a su hijo.

Homo sapiens. Siglo XXI. Si... Y aunque ya casi nadie se escandaliza por ver los pechos de una mujer, aún quedan unos pocos que se llevan las manos a la cabeza. Una demostración más de las miserias que alberga en su alma el rey de la creación.

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