Han madrugado las lombrices
para corromper
las llagas de la vida:
las lombrices bien saben
de revanchas,
de silencios perdidos
e impotencias.
Saben que las noches
se convierten en madrugadas sin luces
y en caminos desiertos.
Saben que el mar
se quedará sin agua ni mareas
cuando los dientes
se descalcifiquen en primaveras baldías,
que los olmos
perderán la savia gris
cuando el corazón de la duda
se torne viejo y cansado.
Pero no importa:
hay abonos que restaurarán el olor
ácido de las sonrisas sin labios
y despertares con sabor azul
que moldearán el dolor inútil
y la lágrima escondida…