“De cascabeles oigo el sonido”
DATOS BIOGRÁFICOS: CON EL PELO PLATEADO

La poesía es algo inherente al ser humano, lo mismo que respirar. Donde haya una persona que sienta, allá se encuentra la poesía. Ahora bien, no todo el mundo sabe engarzar versos y transmitirlos. Julián Ibáñez Sáiz sí tiene ese don. Sabe muy bien cómo llegar al corazón de los oyentes porque su poesía es la de juglar moderno, ya que Julián Ibáñez puede considerarse el trovador de su pueblo, Cañete, en
plena Serranía de Cuenca.
Nuestro poeta lleva mucho tiempo escribiendo, sin intención de publicar; aunque, por fin, sus amigos y amigas, sus lectores y lectoras, su familia, podrá gozar de esos poemas, hechos de tierra, de pan, de
piedra, de memoria, los poemas que integran su primer libro, “Al orete de mi tierra” (2010) van a poder tener en las manos sus poemas y leerlos una y otra vez; porque cuando la poesía nace para ser oral
solamente, corre el peligro de perderse o de transformarse de boca en boca. Nos alegramos de poder tenerlos impresos para poder disfrutarlos en cualquier momento.
Para Julián la poesía es “placer, es bienestar, gozo, admiración, ritmo y rima, es medida, es música, escrita o contada... y yo que sé cuantas cosas más.”
Julián Ibáñez Sáiz se caracteriza por la palabra vibrante y el tono épico. Sus poemas rezuman recuerdo, rezuman fuerza y rezuman poder. Son poemas del pasado, de la historia, de lo que quedó, de lo que
pudo ser y al final no fue, del pasado y del presente. Para Julián toda huella es imborrable y se obstina en apresarla en sus versos porque quiere que no nos olvidemos, que nos sintamos orgullosos de
nuestra historia, que vivamos con la cabeza bien alta.

La materia básica de la que se nutre el poeta es, cómo no, su pueblo. A Cañete dedica lo mejor de su pluma, por Cañete derrocha las palabras más sonoras y en Cañete piensa una y otra vez; aunque no olvida
ni a su mujer ni a sus amigos ni a sus afectos, porque es de bien nacido el ser agradecido y eso Julián lo aplica a rajatabla.
Julián nació un 13 de marzo de 1950, en la calle Estrella, Barrio La Toba, de Cañete, y así nos dice:
“Mil novecientos cincuenta,
Estrella número diez,
El primer piso ha de ser
A la izquierda, según se entra,
El trece de marzo fue
Cuando parió la Vicenta”.

Así nos explica el propio Julián, sus primeros años: “Los primeros cuatro años los viví en El molino del tío Luis a cuatro km. del pueblo (el tío LUIS fue mi bisabuelo) mis padres eran los molineros,
Miguel y Vicenta. Cuando ya pude asistir a la escuela de párvulos viví en el pueblo con mi tía y mis abuelos. Hasta 3º de bachiller estudié en el pueblo y después en Cuenca, donde terminé los estudios de
magisterio a los 18 años.” Y añade con ironía que en aquellos tiempos “Cuenca era una fábrica de maestros, no se podía estudiar otra cosa”.
Julián trabajó como maestro un curso en Sabadell, otro en Castellar del Vallés. Después llegó el paréntesis del Servicio Militar y, por último, otro curso en Escucha (Teruel). En el año 1973 cambió de
profesión y empezó a trabajar en la empresa “Solera”, así que, como él mismo apostilla: “mi vida profesional dio un cambio importante, cambié los versos "por clavijas de enchufe"; me casé –con Guadalupe
Murciano- , tuvimos dos hijos, chico y chica –Upita, que también le ilustra los poemas, y Luis Miguel-, y trece años después por motivos profesionales-la empresa instaló otra planta en Paterna- Valencia-,
cambiamos la residencia de Cañete a Paterna”. Y “aquí estamos”, concluye. El poema “Yo”, incluido en el poemario que estamos reseñando, “Al orete de mi tierra”, ofrece, en verso, el itinerario biográfico
del poeta y es el colofón que cierra el libro.

POESÍA DE LA INMEDIATEZ: UN CORAZÓN SINCERO
Cuando le preguntamos desde cuando escribe, confiesa que: “La verdad es que llevaba mucho tiempo sin escribir nada; Hace muchos años solía escribir lo que yo llamaba "chascarrillos" en nuestra peña,
basado en las anécdotas que nos sucedían, siempre en un tono jocoso e inmediato. Utilizaba cualquier servilleta o un trozo de papel del saco del pan, que es lo que tenía más a mano; servía para reírnos un
rato de nuestras propias "hazañas", virtudes, defectos etc. Hace quince o veinte años, hice dos "pregones" si es que se les puede llamar así, (todo en verso) para las fiestas del pueblo. Nunca he tenido
una continuidad; lo mismo escribo tres poemas en un día que estoy tres años sin escribir nada”. La Peña a la que pertenece Julián es la de El corral de la Panocha.
Julián ha reemprendido su afición por la escritura en los últimos años, con el fin de colaborar en la difusión de La Alvarada, las jornadas medievales que se celebran en Cañete en honor a don Álvaro de
Luna, quien fuera hijo del pueblo y condestable de Juan II de Castilla. Son estos poemas los que su cuñado, Venerando Murciano, a quien también conocen los lectores de Arena y Cal por sus poemas, ha
recopilado en “Al orete de mi tierra”.
Los poemas de Julián no son premeditados, puesto que surgen de manera espontánea, sobre algo concreto. “Escribo lo que sale”, comenta con llaneza y añade: “Cuando sale, claro”. Cuando se le comenta que su
poesía tiene un tono épico notable y si el poeta así quiere hacerlo, nos contesta con humildad que: “No soy consciente de casi nada; todo esto ha salido así sin pensarlo, quizás ha influido sobre la
marcha la celebración de La Alvarada, Don Álvaro y sus "aventuras", al escribir algo relacionado con su época. Yo siempre necesito conocer el tema, una guía sobre la que debo moverme, tener conocimiento
de algo o alguien y si es posible darle un principio y un fin, y si se pueden crear puestos intermedios, miel sobre hojuelas, pero no sé, si es más épica o más de "andar por casa".
Sus versos gustan del octosílabo, que es verso tradicional español, aunque también acude, a veces, al endecasílabo. Sus imágenes son directas y tienen que ver con lo inmediato y concreto, las cosas de la
vida, el fluir del tiempo que pasa, la nostalgia de lo que fue y la alegría por lo que aún es.
Venerando Murciano, en la presentación al libro de Julián, añade que: “La arquitectura de las composiciones de Julián es sencilla pero perfecta. Se le ha escapado algún soneto, pero la mayoría de sus
versos son de arte menor. Es, pues, el endecasílabo y sobre todo el octosílabo la base de su versificación. A la hora de destacar algún aspecto de forma no podemos pasar por el alto el fluido ritmo que ha
impreso en sus composiciones; a medida que leemos, da la impresión que el poeta no solo canta, sino que a la vez que lo hace baila sobre sus versos”.
Miguel Romero Sáiz, en su glosa al poemario de Julián, apostilla que es “un bellísimo libro de la vida escrito en el verso libre de la razón […]. Sabe, con maestría hilvanar las frases, conformar el trazo
del romancero, hacer timo contenido en sus estrofas y todo, todo, verso ausente y presente, escuchando a su corazón sincero. Ahí está la gran riqueza de esta poesía y ahí está el gran acierto de una
persona que brinda generosidad, humildad y excelencia”.
En cuanto a los premios literarios, de los que se siente alejado, comenta que: “En principio, todo lo que suena a literario me parece bien, sólo que habría que distinguir entre lo "ordinario" y lo
extraordinario, y todo esto es tan subjetivo, que lo bueno para uno puede no serlo para otro, aunque al final, lo bueno siempre es bueno, (y tener raíces en Cañete es dos veces bueno).”

AL ORETE DE MI TIERRA: POR NECESIDAD, COSTUMBRE
Julián Ibáñez Sáiz maneja unos temas cercanos y directos, la familia, el paisaje, la tierra, el amor, las costumbres, el paso del tiempo, la memoria.
Comenta que “Quizás estos temas los manejo mejor, ¡si
es que los manejo mejor !, ni siquiera sé si manejo otros, porque son los más cercanos, los que más "me tocan"; los que están más cerca del corazón; es quizás consecuencia de haber pasado mas tiempo fuera
que dentro, sin haber estado nunca fuera del todo.”
El libro se organiza en torno a seis ejes temáticos que conforman el mundo personal y poético de Julián:
1. Familia
2. Amigos
3. Costumbres
4. Álvaro de Luna
5. Agua y piedra
6. Reflexiones
Y, por supuesto, el tema que unifica, que preside todo el libro, como ya se ha dicho, es Cañete, el pueblo, su pueblo. Cuando se le pide que trate de definir qué es para él Cañete, Julián se lo piensa y
contesta que: “Para definirlo lo tengo más difícil; es recuerdo, es cosquilleo en el estómago, es alegría, es tranquilidad, es desconectar de la rutina diaria, del horario, del atasco, del no llego a
tiempo, del donde aparco; es bienestar de hacer algo o no hacer nada, es familia, es pasión por volver, es punto de encuentro de amigos desperdigados, es postigo, es muralla, es castillo, es Alvarada, es
encierro por las calles de las fiestas patronales, es río, es montaña, es almuerzo de caza, con o sin caza, es agua de acequia (ahora acequia sin agua, "que por tubos me cambiaron y cuan triste me
dejaron"), es naturaleza; aún es naturaleza…”
Julián ha sido el encargado de preparar el pregón de este año, para las fiestas de septiembre, y así lo ha iniciado, ponderando, cómo no, su patria chica:
“Señoras y caballeros
ya lo dije hace unos años
así es CAÑETE, mi pueblo:
sano, porque es serrano,
por ser de Cuenca, sincero,
noble por ser castellano,
y español de cuerpo entero.
Arropado por murallas
y por visera el castillo,
té de risca, mejorana,
madruga por la mañana
verás que olor a tomillo.
A hierbabuena y romero
aromas de maravilla,
a espliego en flor y cantueso,
a té de río y poleo,
a morquera y manzanilla;
date un paseo y verás
que para nada exagero”.
FAMILIA: RADIANTE LA PRIMAVERA
El padre de Julián, Luis Miguel, dejó en el alma del poeta un poso hondo y profundo que él reconoce cuando le dedica un poema –un soneto-:
“Y tras la pérdida de un ser querido
me vienen recuerdos a la memoria
ochenta y cinco años haciendo historia
espejo de espejos para mí ha sido”.
No menos importante es su madre, Vicenta:
“Su voz en mi corazón
llevaré siempre grabada”.
La mujer de Julián, Guadalupe, su compañera de tantos años, también recibe, en forma de verso, el amor del poeta:
“No sé qué deberé hacer
y cómo reaccionar,
pues siempre te he de querer
y tú lo debes saber
del principio hasta el final”.
En el poema “A mi mujer”, le ofrece, desde el lunes al domingo, un tributo de amor. Es un poema original, bien trabado y lleno de emociones que se derraman cuando afirma “que con locura te quiero /
Guadalupe de mi alma”. Y en otro poema afirma categórico:
“Aprendí pues a querer
los siete días seguidos,
y esa divina mujer
ya se dará cuenta que
me come el sentido”.
Sus hijos, por supuesto, forman parte de este rosario de ternuras:
“Cuando se tienen dos hijos
como los que tengo yo
es como haber recibido
de la Gloria, el mejor Don”.
LOS AMIGOS: PRESUMO DE AMIGOS
Los amigos de La peña, las personas a las que quiere, con las que comparte buenos momentos, pasan a formar parte de los poemas de Julián. Así, dedica uno “A la anda de música” de un pueblo cercano,
Caudete de las Fuentes; pero también a personas con nombre y apellidos. Así, un soneto a D. César Chico, otro poema a Pedro Asensio Olmo (“Hombre hábil donde los haya”), a Javier León, al torero José
Tomás Román Martín (“torero de los silencios / en el pase al natural”), a Jesús de Dios y Ángel Ávalos (“presumo de amigos…”).
Hay otros amigos de los que se acuerda, de Diego (“fuerte y duro como el hierro”), de Jorge… y de un largo etcétera.
No olvida también a otros conocidos a los que admira, como a Javier Coronas, a Teresa Viejo, ambos nombrados comendadores mayores en Cañete, al poeta Sabina (“la letras de sus canciones, / exquisita
poesía”).
COSTUMBRES: LIEBRE, CONEJO O PERDIZ
A la hora de hablar de las costumbres, evoca aquellas formas de vivir de su pueblo, que ya han desaparecido, escribe acerca de los oficios –el labriego, las lavanderas…-, las tareas duras del campo –la
siega-, los buenos y malos momentos –la matanza del cerdo…-. Habla de los bailes populares. Escribe acerca de su infancia, de la forma de hacer las cosas de entonces, de los alimentos, de la vida. Y es
entonces cuando descubrimos el porqué el título de su libro:
“Morillos, canto y puchero
al “orete” de la lumbre,
colgado entre el humo negro
de las llares, el caldero,
por necesidad, costumbre”.
La dureza del día a día de las gentes de la posguerra aparece en sus poemas, aunque Julián escribe acerca de ello sin acritud, con la intención de homenajear a sus raíces. Podemos poner un ejemplo para
observar el tono de admiración que a Julián le merecen los trabajadores de antaño:
“la vida del labrador
dicen que es dura y es sana
que siempre viene de noche
y no es que el tiempo derroche,
¡qué sale de madrugada!”.
Entre las costumbres, están la del ojeo y todos los ritos de la caza. Y, por supuesto, Julián no olvida las fiestas del pueblo, que se siguen celebrando.
Y presidiéndolo todo, el hambre de la posguerra, a la que Julián no fue del todo ajeno:
“El hambre metiendo prisa,
la comida espera ya
las ascuas, casi ceniza,
piden al fuelle la brisa
a punto de agonizar”.
ÁLVARO DE LUNA: QUE FUE GENTIL Y VALIENTE
El que fuera Gran Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna, nació en Cañete. Desde hace unos años, se celebra en sus calles, en el mes de agosto, la fiesta medieval en honor a Don Álvaro y las Cantigas
de Alfonso X, el Sabio.
Julián, como ya se ha dicho al principio de este estudio, ha retomado con gusto la escritura, para apoyar con su verso La Alvarada de Cañete. Por lo tanto, es lógico, que dedique una sección granada de su
poesía a Don Álvaro, cuyo busto preside la Plaza Mayor de Cañete.
Julián Ibáñez imagina el nacimiento del personaje, también quiere rescatar a la madre del valido y darle la importancia que se merece, recuerda el episodio de la muerte del Condestable, ajusticiado por
orden del propio rey que tanto lo ensalzó y a quien tanto ayudó. Quiere, en suma, limpiar el nombre de Don Álvaro:
“Sublime en el pedestal
de bronce se ha de quedar
presidiendo plaza y Villa;
que Cañete te ha de dar
lo que quisieron borrar
con patrañas y mentiras”.
AGUA Y PIEDRA: NATURAL EN ROCA VIVA
Esta sección del poemario es acaso la más lírica y hermosa, porque en ella, el poeta, recrea el paisaje de su infancia, el paisaje al que siempre quiere volver y que es, para él, su locus amoenus, su
lugar deleitoso y acogedor:
“Abro los ojos y veo
muy de mañana
el pueblo de mis anhelos
tras la muralla”.
Recuerda los dos Cañetes, el de su infancia y el actual, tan distintos y, a la vez, tan iguales:
“Cañete que así te vi,
Cañete que así te vi:
tu postigo, tu muralla
testigo de mil batallas
herida en mi agujeros”.
Es tanto el amor que siente por su pueblo que:
“Si de Cañete muriera
lejos y desamparado,
que me lleven a enterrar
que yo lo quiero mirar
aun con los ojos cerrados”.
Dedica también algún poema a Cuenca (“…real y de ensueño”), a Valle de Cabriel, al castillo de Cañete y a lugares más cercanos a su biografía, como el molino del tío Luis. No olvida lugares emblemáticos
de Cañete como el río Tinte y el Postigo a los que califica de “amigos”. Julián se fija en todo, a todo dota de hermosura, de cierta humanidad, como al horno de leña, a la fuente de la plaza, a la
muralla… Y dedica un hermoso poema, amplio, a los pueblos vecinos de Cañete, a los que se siente también muy vinculado.
En definitiva, hablando de sus paseos, de la naturaleza que rodea a Cañete, de los ríos, de los pinos:
“Son estas pequeñas cosas
que dan sentido a la vida,
¡qué bonito es caminar
solo, si has de meditar
o con buena compañía!
REFLEXIONES: PARA APRENDER Y SABER
En la última parte de “Al orete de mi tierra”, la poesía de Julián se llena de tintes serios, adopta el tono de la experiencia, de la filosofía popular y piensa en las dificultades y en los aciertos de su
vida. Recuerda a todos aquellos que tuvieron que emigrar de su pueblo para encontrar un mundo mejor y pide para ellos un respeto:
“Cañetero, ¿tú que buscas
al regresar de tan lejos?
el calor que no tuviera
y en otros tiempos me dieran
mis padres y mis abuelos”.
Sabe bien Julián que la felicidad no se halla en las grandes cosas porque:
“Que el dinero y la riqueza
te pueden hacer feliz,
pero no hay mayor grandeza
que sentar junto a tu mesa
amigos… y compartir”.
Y es que en el respeto está el secreto de la convivencia:
“La dignidad del humano
que ejerce la libertad,
caminando de la mano
del respeto ha de llegar”.
Es en esta parte donde el poeta nos explica cómo son sus versos y cuáles sus intenciones:
“Solo pretendo saber
escribir versos sencillos
que los puedan entender,
adultos si puede ser
y al mismo tiempo, chiquillos”.
y da también algún consejo:
“Plasma lo que aún sin norma
te salga del corazón,
después ya le darás forma,
así es como lo hago yo”.
Hay otro amor en la vida del poeta, es la devoción que siente por la Virgen de la Zarza, la patrona de Cañete, a la que dedica algún poema emocionado (“Es zarza y no tiene espinas”) y a la que, este mismo
año, con motivo del X Aniversario de su Coronación, le ha escrito un amplio y sentido texto, del que entresacamos estos sentidos versos:
“Y aquí estamos celebrando
esta gran coronación
unos traen flores y ramos
pero todos te llevamos
muy dentro del corazón.”
UN ESCRITOR DE SU TIERRA: VERSOS SENCILLOS
La poesía de Julián Ibáñez Sáiz, como estamos viendo, se apoya en unos pilares concretos y se desparrama, libre y generosa, para brindar tributos a su gente, a su pueblo y a sus raíces. Es una poesía
fácil de entender, a veces de circunstancias, sin complicaciones formales, con un léxico cargado de palabras populares (a veces propias del habla de su tierra), pero que va directa a las emociones y allí
se instala. A Julián Ibáñez Sáiz, en su pueblo, en Cañete, tendrían que nombrarlo coplero mayor o juglar. porque lo mejor de su energía, de su emoción y de su saber va íntegro a la villa conquense.
BIBLIOGRAFÍA
-Julián Ibáñez Sáiz: “Al orete de mi tierra”, 2010, preparación de la obra y maquetación de Venerando Murciano.
Curriculum
